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Lo que descubres sobre Macron y Le Pen si no te conformas con los adjetivos de los medios

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Echando un vistazo a diversos medios de comunicación del sistema, lo que nos encontramos de ambos candidatos es una sucesión de adjetivos que me dicen muy poco de cada candidato. A Le Pen le dedican con profusión uno de los calificativos malditos: ultraderechista. Con esto intentan decir de alguien que es tan malo como si se comiese a niños para desayunar y atropellase a ancianitas por placer. Por otro lado, en España se usa esa palabra para ideas tan variadas -e incluso opuestas- que de por sí ya no dice mucho. Del otro candidato he leído cosas más variadas: desde liberal a socialista, pasando por derechista, pro-establishment, etc. Uno se siente perdido ante un chaparrón de adjetivos como ése. Lo más curioso es que a ambos les han dedicado un adjetivo hoy algo ambiguo: antisistema. Es ambiguo porque esto depende de lo que cada medio entienda por sistema, claro. Al final me he quedado como otras veces: entre tanto rollo sobre uno y otro, al final ¿qué es lo defiende cada uno en temas de los que no habla casi ningún medio? Después de buscar un poco, os haré un breve resumen.

Emmanuel Macron, candidato de En Marche!

Outono / Ha intentado captar -con éxito- el voto de distintos sectores de la población diciendo que quiere “lo mejor de la izquierda, lo mejor de la derecha e incluso lo mejor del centro”. Tiene algunas propuestas liberales (bajar la presión fiscal, rebajar las cotizaciones a autónomos, flexibilizar el mercado laboral y reducir el tamaño de la administración pública), y otras socialdemócratas (aumentar en 50.000 millones la inversión pública, regalar a los jóvenes un “pase” para gastarse 500 euros en “cultura”, y no tocar el sistema de pensiones). Aunque se declara católico, es abiertamente abortista (en febrero rindió homenaje a Simone Veil, la autora de la ley francesa que permite matar a los hijos por nacer), partidario de la ideología de género y afín al lobby LGTB, del que se ha autodeclarado defensor.

En el terreno religioso, es partidario de reforzar el laicismo en las escuelas. Pretende que el Estado se meta a gestionar determinadas confesiones, creando un consejo francés del culto musulmán, que tendría la responsabilidad de construir mezquitas y de formar a los imanes islámicos. No obstante, ha cargado contra el “laicismo revanchista”, señalando: “creo que un católico practicante puede considerar que las leyes de la religión rebasan las leyes de la República”. “No pido que la gente sea moderada, no es mi negocio”, afirmó el año pasado en un debate público. Sin embargo, en ese mismo evento contradijo el Artículo 18 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, al afirmar: “La religión no puede estar presente en la escuela.”

Marine Le Pen, candidata del Front National

Su discurso incluye, como el de Macron, ingredientes típicos de la derecha y de la izquierda. Tacha la libre competencia de “ley de la jungla”, critica el libre mercado y pretende castigar a las empresas francesas que inviertan en el exterior. Por otra parte, defiende la libertad de educación, pero al mismo tiempo quiere controlar que en las escuelas privadas se enseñen los “valores de la República”, unos valores que son laicistas. Así mismo, quiere fomentar la natalidad y aumentar las ayudas a la familia, pero también ha dejado claro que dejará intacta la ley del aborto.

Propone combatir el islamismo con diversas medidas, que incluyen prohibir las organizaciones fundamentalistas islámicas y cerrar mezquitas extremistas. Pero además, en ese afán se arriesga a cometer injusticias, prohibiendo “la financiación por parte de países extranjeros de los lugares de culto y su personal” (esto afectaría a templos católicos que reciben dinero de la Santa Sede, a pesar de que los católicos no cometen atentados en Francia), y prohibiendo los símbolos religiosos en espacios públicos (algo que han criticado sectores católicos y judíos, pues podría incluir la prohibición de crucifijos y de la kipá). También quiere restringir la inmigración, permitiendo sólo 10.000 inmigrantes extranjeros legales por año. Además, ha anunciado un impuesto especial para las empresas que contraten a extranjeros, olvidando -tal vez- que muchos franceses han prosperado trabajando para empresas extranjeras o invirtiendo en el extranjero.

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