Pedófilos, drogadictos, locos y con tendencia al suicidio: así eran los ideólogos de género
Es como si alguien hubiera abierto las puertas del manicomio y las teorías de sus locos más célebres se convirtieran en doctrina mundial.
Actuall / Ya no hay nada objetivo -ni siquiera la diferenciación biológica XX ó XY, ¡oh cromosomas fascistas!- que determine si somos hombre o mujer. Cada uno, y sólo cada uno, decide lo que es.
Así lo dictaron los ideólogos de género y los profetas del pansexualismo, unos tipos cuyos postulados fueron difundidos antes de probar la camisa de fuerza, la pedofilia, la zoofilia, la drogadicción más salvaje y, en muchos casos, el suicidio final.
La excepción, y no parece casualidad, es la de quienes lograron llevar una vida plácida.
Atormentados por traumas infantiles, prácticas sexuales degeneradas y odios obsesivos a la figura del padre -al varón en general- las doctrinas de los ideólogos de género han logrado colarse hoy en las aulas de universidades y colegios de un occidente que desde hace décadas navega a la deriva.
No sólo es la rebelión contra la familia, ni la imposición del relativismo y la corrección política, es sobre todo la guerra sin cuartel contra la naturaleza, contra la realidad más evidente. El triunfo de la voluntad, del yo.
Todo se puede negar porque no hay nada fuera de nosotros que sea objetivo, decía Fiedrich Nietzsche, el filósofo del que parten todos los entusiastas de género.
Terapias sexuales
Dios ha muerto, sostiene el pensador alemán, y si Dios ha muerto también ha muerto la naturaleza creada por él. Así que nada define lo que soy, sólo yo puedo hacerlo. Nietzsche, por cierto, acabó en un manicomio los últimos años de su vida.
Y hasta en eso le siguieron muchos de los ideólogos de género que, además de partir de la filosofía nietzscheana, desarrollaron verdaderas patologías y acabaron sus días en un psiquiátrico. Es el caso del médico alemán Wilhelm Reich.
Marxista y gran precursor de la revolución sexual, fue un gran masturbador compulsivo desde los 6 ó 7 años. Más tarde practicaría la zoofilia. Algo le marcaría para siempre: el suicidio de su madre tras descubrirse que mantenía relaciones sexuales con un niño de 13 años. Reich culparía de lo ocurrido a su padre, de ahí su posterior odio al patriarcado.
Años más tarde este psiquiatra utilizaría sus clínicas para abusar de las mujeres que participaban en sus “terapias sexuales”. Reich moriría en la cárcel en 1957 tras haber sido diagnosticado de paranoia y esquizofrenia progresiva.
Ortodoxia comunista
Una vida parecida llevó el filósofo francés Michel Focault, considerado uno de los mayores referentes de la ideología de género.
Homosexual, militante del Partido Comunista, tuvo una juventud un tanto convulsa durante la cual fue iniciado en el sadomasoquismo homosexual y el consumo de drogas de todo tipo durante su etapa en EEUU. Intentó suicidarse en varias ocasiones y murió a causa del sida en 1984.
Otro filósofo comunista francés, Louis Althusser, no acabó muy bien que digamos. En 1980 estranguló a su esposa Hélène, lo que motivó su internamiento en un hospital psiquiátrico.
Hoy todos hablan de Planned Parenthood, la gran multinacional estadounidense que promueve el aborto en todo el mundo.
Su fundadora, Margaret Sanger, abandonó a sus hijos debido a su ninfomanía. Gran entusiasta de la eugenesia y el control de la población -especialmente entre la población inmigrante y las clases sociales más bajas-, llegó a coquetear con el racista Ku Klux Klan. Murió en 1966 cuando ya era una alcohólica irrefrenable.
Para Shulamith Firestone, otra gran referente del feminismo radical y la ideología de género, la maternidad era “la opresión radical que sufre la mujer”. Pasó varios años en una clínica psiquiátrica -sufría esquizofrenia- y en 2012 fue encontrada muerta en su casa.
Cuatro amigas, tres se suicidaron
Desde luego, la aportación de las feministas a la ideología de género ha sido muy activa. Otra que destacó por su radicalismo fue Kate Millet, de ideas maoístas, que se convirtió al lesbianismo no por impulso sexual, sino por odio a los varones.
Gran defensora del totalitarismo, llegó a decir que “lo privado también es político”. Al final de su vida fue internada en un psiquiátrico y pidió vigilancia las 24 horas porque ella misma era consciente de su impulso incontrolable al suicidio.
Muy cercana a Millet fue Elizabeth Fisher, que sí logró suicidarse y que ha pasado a la historia como la pionera en fundar un periódico feminista en los Estados Unidos, Aphra. Este grupo de amigas feministas lo completan la cubana María del Drago y Ellen Frankfurt, ambas también se quitarían la vida.
Otra mujer y no menos importante que las anteriores fue la filósofa feminista Simone de Beauvoir. La compañera sentimental del existencialista Sartre defendía que la mujer no nace, sino que se hace, siendo en realidad “una construcción social”. La muerte por causas naturales de la pensadora francesa fue una excepción entre la multitud de suicidios de otros autores.
Tampoco se quitó la vida la antropóloga Margaret Mead. Su gran aportación al progresismo y el marxismo cultural fue el concepto de género como construcción social que sería introducido en la psicología y la sexología de los años 50.
Un paraíso del progresismo más represivo
Para Mead los roles sexuales variaban según las culturas, es decir, eran construcciones culturales. Por eso daba a entender que no había propiamente hombres ni mujeres, algo que justificó en el polémico libro “Adolescencia, sexo y cultura en Samoa”, publicado en 1928.
Como sucedería con otros ideólogos de género el paso del tiempo destapó su fraude. En los años 80 se demostró que lo que había escrito no tenía validez alguna, ya que el paraíso samoano era en realidad una sociedad muy represiva desde el criterio progresista.
El rigor tampoco era el fuerte del sexólogo de la Universidad de Indiana, Alfred Kinsey, que causó un enorme revuelo cuando dio a conocer el resultado de uno de sus estudios: el 37% de los hombres ha experimentado alguna vez un orgasmo homosexual a partir de la adolescencia. A esta conclusión llegó tras realizar 5.300 entrevistas personales.
El gran fraude de Kinsey, como luego se descubrió, fue que las entrevistas las llevó a cabo sólo entre la población reclusa. Más tarde también se supo que practicó la pedofilia y promovió el sadomasoquismo en la Universidad de Indiana.
Igual de perturbado estaba el antropólogo francés Georges Bataille. Aunque al principio estudió para sacerdote, muy pronto abandonó ese camino para acabar afirmando que sus verdaderas iglesias eran los burdeles de París.
Fue un partidario del satanismo orgiástico y fundó una sociedad secreta para practicar decapitaciones -no se llevaron a cabo aunque no faltaron voluntarios- y sexo ritual.
Afortunadamente no todos se suicidaron. Germaine Greer, autora de “El Eunuco femenino” en 1970, acabó participando en la edición británica de ‘El Gran Hermano’ antes de renegar del feminismo. Aún vive.