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Y tú, ¿fuiste una pringada del 15M?

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Mujeres-15M
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Yo revoluciones he hecho pocas, pero siempre he estado muy cerca de los revolucionarios, quizá buscando la manera de ser convencido. El 15M fue la revolución más convincente de todas: casi me la creí hasta yo.

El Confidencial / Durante aquellas jornadas, sin embargo, viendo la abnegación y desprendimiento de algunas personas cercanas, que entregaban a fondo perdido su tiempo y su esfuerzo en una plaza con pancartas, me preocupé un poco. ¿Y tu vida? ¿Y tu trabajo? Como siempre hay alguna posibilidad de que una revolución no triunfe, sopesé si mis conocidas no estarían siendo las pringadas del 15M, es decir, aquellas que, al creerse de verdad que iban a tumbar el sistema, soltaban cándidamente amarras y, al cabo, entorpecían su futuro inmediato.

La diferencia entre estas pringadas y otros revolucionarios se me hizo evidente cuando una amiga de mi pringada favorita (mi novia), que vivía en el extranjero, le escribió un mensaje diciéndole que venía a España “a hacer un poco la revolución”. La frivolidad de aquel mensaje me enervó, pues dejaba claro que para algunos el activismo era en rigor un espectáculo social que no había que perderse, por eso de enseñar ya mayores una foto pintona a los nietos, pero que en ningún caso debía trastocar los propios planes de futuro, en los que la prosperidad y la seguridad no eran negociables.

Todas estas impresiones descreídas y alarmantes han vuelto a mi cabeza al encontrarme con una entrevista a Carolina León, que acaba de publicar ‘Trincheras permanentes’ (Pepitas de Calabaza), su ensayo sobre cómo el 15M le cambió la vida.

Precariedad

Sin tener aún el libro, enseguida alisté a Carolina León en el bando de las pringadas. Mi intuición partía de una sola palabra, que junto a otra componía el título de su ensayo. ‘Trincheras permanentes’ parecía proponer que la lucha es interminable, que siempre será necesario el espíritu del 15M para enfrentarse a los desmanes del sistema y de sus dirigentes. Sin embargo, la palabra “permanente” se empeñaba en desplazar en mi cabeza el sentido del título del que formaba parte, y tuve la sensación de que lo que Carolina León en verdad decía era: siempre seré precaria. Eso era lo único permanente: la propia precariedad.

La autora ha declarado que se siente estafada por Manuela Carmena: “…Entonces eran la vivienda, la salud, la educación y qué estamos cambiando ahora… los nombres de las calles…”. Su desencanto me ha llevado a recordar esta otra afirmación: “…Nadie esperaba que Carmena cambiara Madrid, que hiciera una revolución…”. Son palabras de Guillermo Zapata, concejal de Ahora Madrid, en una charla hace dos años, como si estuviera diciendo: ¿quién es tan idiota de creerse las revoluciones?

Hay un documental sobre John Lennon en el que asistimos al allanamiento de mansión que sufrió el antiguo beattle. Lennon habla con un mendigo que trata por todos los medios de entender la incompatibilidad entre las letras de sus canciones y lo que ve: el cantante en su mansión. “Son sólo canciones”, le dice Lennon, enternecido.

Los cuidados

Así que podemos decir que en el activismo están los John Lennon y están los mendigos; están los hijos de vicerrectores, de diputados, de millonarios, y están los pringados -amén de un número incierto de arribistas con talento-. No deja de resultar devastador que el 15M pusiera a cada uno en su sitio: al hijo del diputado, de diputado, y al hijo del pobre, de pobre. “Hacer espacio para que la política no fuese solo de quienes se la podían permitir, ¿no era esto a lo que habíamos venido?”, leemos en ‘Trincheras permanentes’.

Unas páginas más atrás la autora cita a Juventud sin Futuro; “ni sabía de su existencia”, reconoce (por 2011). Ahora todos sabemos que entre los fundadores de Juventud sin Futuro había algunos jóvenes que seis años después parecen haberse solucionado la vida: Ramón Espinar o Rita Maestre. ¿Realmente pensaron estos aún jóvenes que siendo hijos de ex consejeros o del alto funcionariado no les esperaba un futuro, de hecho, espléndido?

JSF se considera hoy “semilla del 15M”, pero Carolina León no llegó de las primeras a las asambleas:

“…No puedo decir que participé ni puedo vanagloriarme de haber entendido las asambleas en el minuto cero….”. ¿Quién iba a saber, por otra parte, que el activismo político sería considerado curricular en nuestro siglo, es decir, que, bien administrado y exhibido, podría canjearse por un puesto en la administración?

‘Trincheras permanentes’, como pueden imaginar, no se centra en esta división entre una mayoría de pringados que lucha cándidamente por reparar a los desfavorecidos y acaba ella misma formando parte del precariado y una minoría de hijos de “la casta” que, dando un rodeo militante, terminan heredando el sillón del padre, sino en los cuidados. ¿Por qué son siempre las mujeres las que se ocupan de los otros? ¿A qué se debe la invisibilidad de esta labor? ¿Qué relación guardan los cuidados con la política? Estas son las preguntas que plantea.

Y creo que, también en el fondo, lo quiera la autora o no, lo que su libro viene a decirnos es que debemos cuidarnos entre nosotros, porque desde el Gobierno, lo ocupe quien lo ocupe, no lo van a hacer.

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