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Mariano Rajoy pregunta a Pablo Iglesias: “¿Cree usted en la soberanía nacional?”

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Mariano Rajoy no se escondió. «No es buena idea que usted gobierne. A los españoles no les gustaría. Por eso no le votan. Ni usted se merece ese honor ni España ese castigo», espetó a Pablo Iglesias, pronosticando su caída política. Subió a la tribuna de oradores en cuanto tuvo oportunidad, después de la primera y larga intervención de Irene Montero. «Es una moción contra la estabilidad y contra todos los que contribuyen a hacerla posible. Por eso, su anunciado fracaso es la mejor noticia para el país. España gana y ustedes pierden», proclamó el jefe del Ejecutivo, arropado por los suyos. 

LD / Al presidente se le vio cómodo en su réplica a Podemos, con un discurso muy bien preparado. El primer golpe de efecto llegó al tomar la palabra tras Montero, antes de que Iglesias interviniera. «Le hemos descolocado», sacaron pecho desde su entorno. «Se presenta una moción, pero, sin duda para no inquietarnos, se nos advierte de que no va en serio, que no se pretende cambiar de gobierno, que no es más que un gesto, un juego, un desahogo político-sentimental», empezó Rajoy, que rechazó el «cuadro tenebroso» esbozado por los representantes de Podemos. «El trampantojo que nos han pintado no resiste la comparación con la realidad se mire por donde se mire», resumió el presidente.

Cuanto más duraban los discursos de Montero e Iglesias, más satisfacción transmitíanen el Gobierno. «Peor que mentir es aburrir y eso se ha hecho por partida doble», en palabras del equipo del presidente. A través de las redes sociales, el PP se burló de ellos. Con la primera, lanzaron un tuit solicitando el regreso deÍñigo Errejón. Con el segundo, emplazaron a que volviera a subir a la tribuna Montero. «El debate nos ha salido bien. Podemos ha aburrido hasta los suyos mientras que Rajoy ha estado conciso. Contundente y sin perder el perfil de presidente», según Moncloa. El Gobierno quería huir de la algarabía que se vivió en la Asamblea de Madrid la pasada semana, y consideró que cumplieron el objetivo. 

La réplica a Pablo Iglesias

Con Iglesias, Rajoy fue muy duro. «Aquí se acaba su recorrido. No debe ser presidente del gobierno porque su devoción por la política como un mero espectáculo le incapacita como gobernarte», proclamó. A sus ojos, la realidad desmonta la fotografía que Podemos ofrece del país, en todos los ámbitos. «¿Se ha parado a pensar cuál tendría que ser la realidad española para que su discurso de división y revancha fuera atractivo?», le dijo directamente.

Durante su intervención, presidente explicó por qué, a su juicio, Iglesias «no debe ser presidente del Gobierno». «Por el sucedáneo de programa de gobierno que nos ha presentado a esta cámara, pero también por lo que ha dicho y hecho hasta el día de hoy», avanzó, para echar mano de la hemeroteca en varias ocasiones. Citó expresamente cómo en su día elogiaba el régimen de Venezuela. «El problema es que cuando usted y yo hablamos de democracia, hablamos de cosas muy distintas. Yo no tengo la misma visión que usted de lo que es un sistema democrático», subrayó.

Según Mariano Rajoy, a Iglesias la democracia le gusta «con reservas». «Esconde sus intenciones, usted no es fiable», alertó, en una intervención que llevaba escrita. E insistió: «No comparto su visión sobre nuestro país, su proyecto económico y social y su peculiar manera de concebir la democracia». «Lo que usted pretende no solo es ser presidente del Gobierno, sino que además aspira a compatibilizarlo con la presidencia del Tribunal Supremo. Tal es su manera de entender el principio democrático de la división de españoles», aseveró, volviendo a hacerse eco de un entrecomillado del secretario general de Podemos. También sacó a colación sus críticas sobre los medios de comunicación privados.

Capítulo especial dedicó a la amenaza separatista, el mayor problema al que se enfrenta actualmente el Ejecutivo. El presidente preguntó cara a cara a Iglesias: «¿Cree usted en la soberanía nacional o piensa que tenemos que suprimirla?». «Usted tiene ahora aquí una magnífica oportunidad para aclararse y para aclararnos a los demás lo que en realidad piensa sobre nuestro país», le emplazó. «Aquí no caben ni ambigüedades, ni medias tintas ni cálculos políticos» y por eso «quiero aprovechar aprovechar para desmontar esa falacia biensonante del derecho a decidir y llamar a las cosas por su nombre: referéndum para la secesión de una parte de España», razonó.

Con Montero e Iglesias, Rajoy asumió todo el protagonismo mientras sus ministros, preparados para intervenir en cualquier momento, permanecieron inmóviles. El presidente no rehuyó el tema de la corrupción, pero censuró las «exageraciones» de Podemos. «Ha querido amontonar resoluciones judiciales firmes o no, con portadas de periódicos, noticias oficiosas y algunos infundios, todo revuelto para usarlo como material inflamable. Pero, por lo que a mí respecta, las sentencias las acato, los periódicos los leo y las habladurías las desprecio», contestó a Montero. 

El presidente, que rivalizó con Iglesias para ser el último en tomar la palabra, quiso retratarle: «Es usted una ficción estratégica al servicio de una ideología que oculta sus intenciones. Todo su discurso político se basa en hilvanar supuestas evidencias que siempre son exageradas y habitualmente falsas. Siembra división entre los españoles y muestra unas ideas inquietantes sobre la democracia, la soberanía nacional y la libertad». Y auguró que su caída política está cerca: «Tiene usted prisa porque siente que la ocasión se le escapa y su principal antagonista se recupera. Como decía Galileo, el movimiento siempre se acelera cuando se va a detener», destacó.

En síntesis, una «parodia de censura» que Rajoy utilizó para intentar recuperar aliento político. Sin duda, el grupo popular quedó satisfecho con su estrategia de dar la cara y ser muy duro con Podemos. «Pintan a España de negro y describen una sociedad de abusos, de corrupción y de miseria. Porque necesitan las malas noticias como el comer y si no las hay, se fabrican. Esa es la España que necesitan. Su discurso de rencor sólo se sostiene sobre el pedestal de una realidad insoportable. Sin ella, se desmorona», resumió. Para el presidente, «han degradado la moción hasta convertirla en una herramienta más de agitación social».

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