«Él dice que no necesita consultar con nadie su política exterior, que para eso tiene un gran cerebro. Yo digo que esa afirmación es discutible». Quien hablaba era Barack Obama en referencia al actual presidente de los Estados Unidos (EE.UU) Donald Trump semanas antes de llevarse la mayor decepción de su carrera en las elecciones de EEUU.
El Español / Un estudio de la Erasmus University de Rotterdam le da la puntilla: Donald Trump, siempre preocupado por cuestiones de tamaño, no solo puede presumir del volumen de su masa encefálica, sino que ésta le habría otorgado una ventaja de partida sobre su contrincante Hillary Clinton.
Imputar una menor inteligencia a la mujer por el criterio morfológico de poseer un cerebro de menor tamaño fue durante siglos una argucia para respaldar prejuicios. El advenimiento de medidas estandarizadas como la del cociente intelectual fue desterrando a lo largo del siglo XX estos apriorismos discriminatorios. Por otro lado, la diferencia existe. Un estudio de la Universidad de Edimburgo publicado en BioRxiv describió un córtex más espeso para ellas frente a un mayor volumen de las estructuras subcorticales (hipocampo, tálamo o amígdala) para ellos.
Asimismo, la monitorización de las actividades de las distintas regiones del cerebro revela mejores facultades en el femenino en las áreas de lenguaje y reconocimiento, mientras que el masculino destaca en orientación espacial y cálculo. De ahí la base neurológica de la coletilla sobre hombres que son capaces de leer un mapa pero no de preguntar cuando se pierden. El estudio liderado por Dimitri Van der Linden sin embargo ponía de nuevo el acento sobre la controvertida teoría de una presunta disparidad entre sexos en la inteligencia general (g).
El estudio seleccionó a un millar de hombres y mujeres entre los 22 y los 37 años de edad. A través de imágenes por resonancia magnética se obtuvo la medida de su cerebro, entendida como su volumen total de materia gris y blanca. El resultado fue aproximadamente de un litro para las mujeres por 1,2 para los hombres. A continuación se les sometió a un abanico de pruebas cognitivas para abarcar distintas capacidades: memoria, cálculo, vocabulario, velocidad de procesamiento y de reconocimiento.
Los sujetos con cerebros de mayor tamaño obtuvieron mejores resultados. Los investigadores los separaron a continuación por sexos y, nuevamente, en dos grupos: los cerebros más grandes para la mediana de su género frente a los más pequeños. El primer grupo demostró rendir mejor que el segundo tanto en hombres como mujeres. Pero el cerebro masculino, al tener un mayor volumen relativo independientemente del tamaño del individuo, daba la ventaja al hombre.
El mayor espesor cortical femenino no demostraba compensar a la mujer; tampoco el resultado de las pruebas centradas en su mayor capacidad lingüística. Van der Linden llegaba a cuantificar en 3,75 puntos la superioridad en las calificaciones. «Si los hombres tuvieran un cociente intelectual de 100, el de las mujeres sería de 96» – declaraba a The Times.
Contradice el antecedente español
Van der Linden cita como precedentes varios estudios similares realizados en España que tacha como «inconcluyentes». Uno de ellos fue el realizado por Roberto Colom, Catedrático de la Universidad Autónoma de Madrid y publicado en el pasado año 2000. Se realizó sobre cerca de 7.000 aspirantes a ingresar en una «universidad privada de Madrid» entre los años 1989 y 1995. Partiendo de la hipótesis de que los varones deberían demostrar un cociente intelectual a razón del mayor volumen cerebral, se sometió a los sujetos a la tanda de pruebas de distintas capacidades cognitivas.
Las conclusiones del estudio fueron que la diferencia entre sexos era «inapreciable» («negligible») sobre la inteligencia general (g). Aunque la superioridad de cuatro puntos de los hombres sobre las mujeres se manifestó, la atribuyeron a especificidades en los tests que privilegian las facultades masculinas de razonamiento matemático y percepción espacial. Las diferencias por sexo se manifestarían «en los niveles modulares del cerebro», concluía el estudio, y no en el conjunto de correlaciones positivas entre tales funciones que dan lugar a nuestra inteligencia.
Información ofrecida por el diario digital El Español