Por Eduardo López Pascual para elmunicipio.es
Creo, me parece que, con razón, que una de las mentiras más repetidas y usadas contra los falangistas, es sin duda el mito del señoritismo en la Falange, con lo que se quería dar la imagen de un partido político meramente instrumental del caciquismo pujante desde la Restauración. El mantra- por usar la terminología de moda-, de que Falange Española en razón del origen noble del fundador, José Antonio, y la procedencia social de sus militantes, fue utilizado por sus adversarios de la derecha tradicional como de izquierda marxista (hablamos de tiempos de la II república), como un lastre que de alguna forma invalidaba sus propuestas sociales y económicas. Olvidando que el propio partido bolchevique de Rusia contaba entre sus militantes a varios miembros de la aristocracia.
Un partido de señoritos, según la descalificación torticera, formado por elementos de clase alta, y algún intelectual del mismo tono, era y por desgracia aún sigue siéndolo en alguna parte, la prueba de su supuesta distancia con el verdadero pueblo.
De siempre los falangistas hemos rechazado tan taimada acusación, por la simple razón de sus primeros y más comprometidos representantes. La presencia de los Nicasio Álvarez, Orcina, Mateo, Durruti, y tantos, en puestos de dirección y acción política desmontaba ya aquella falsa denuncia, siempre esgrimida por los falangistas de la primera hora y por nosotros durante todo el tiempo. Sin embargo, el dogmatismo ideológico imperante primaba sobre la verdad y la historia.
Una verdad que hoy, se abre paso desde los análisis y estudios realizados por un conjunto de historiadores que, en base a un trabajo serio y riguroso, que bien relata el investigador Manuel Chacón en una revista actual de Historia, rebate con cifras y porcentajes toda la farsa que sobre ese mito del señoritismo falangista ha campado por años y años.
El profesor Chacón, recoge en su artículo sobre la base social de la Falange, sus propios trabajos hechos en distintas partes del suelo español, principalmente en el sur, pero extrapolados al resto de las regiones, enriquecidos por la aportación de numerosos textos de historiadores como Parejo Fernández, López Villatoro Torres García o Ángel David Martín Rubio, con sendos estudios en provincias andaluzas, en Alicante o Badajoz, dejan meridianamente claro con intensa documentación como listas de afiliados por profesiones o cuotas asignadas, que el falangista de la época- que poco tenía que ver con la marea gratuita del Partido unificado, pertenecía a las clases medias o bajas, situando su composición, por ejemplo, en Sevilla, con un 23% de estudiantes, un 25 % de empleados, el 15 % de obreros, un 6% de comerciantes, 7% de jornaleros o un 5% de otras profesiones: chóferes, carpinteros, hortelanos, poetas, etc. Datos que se pueden trasvasar a prácticamente todas las regiones españolas. En Cantabria, el historiador Puente Fernández, asegura que la filiación allí, sería mixta de labradores y obreros, seña que se podría trasladar a casi todas las tierras de España.
Autores extranjeros como Mann, descartan el mantra del señoritismo falangista que manejaban los marxistas Sourthwordh y Prestón, desacreditados ya como historiadores objetivos.
Ojalá los trabajos de los profesores Chacón, Parejo, Quirosa, y oros compañeros y colegas historiadores, contribuyan definitivamente a enterrar por fin, la falacia de una Falange que nunca fue elitista, sino abierta al mundo del trabajo, sindical y obrerista de José Antonio Primo de Rivera. Nosotros, desde aquí, debemos luchar por dar a conocer esta realidad nacional sindicalista.
Venga ya Edu eres muy mayor para pretender vender lo blanco negro. El marqués de Estella mostró sobradamente su señoritismo cuando en octubre de 1934 teniendo concentrados 22000 patriotas frente al Congreso dio un discurso de buenas intenciones y apoyo al derechista gobierno Lerroux asesino de obreros siendo incapaz de incitar a la conquista del Estado y hacerlo revolucionario. Por este motivo el fundador del Nacional-Sindicalismo y sus camaradas abandonaron FE en enero de 1935. Desde entonces FE y la persona del marqués de Estella han sido un lastre derechista para el Nacional-Sindicalismo y los Nacional-Sindicalistas. Menos culto a la personalidad, sobre todo cuando esta es insalvable, y más acción sindicalista revolucionaria. Esta acción además solo la puede llevar y la lleva a la práctica la juventud no antiguos trasnochados amortizados.