Por Erik Encinas Ortega para elmunicipio.es
A menudo los separatistas utilizan el término “pueblo”, para referirse a la sociedad catalana, pero eso es una burda falacia, llena de egoísmo y aires supremacistas, ya que no todos los catalanes defienden la independencia de Cataluña, ni mucho menos, es más, la mayoría no la desea ni la ve una prioridad.
Por lo tanto, cuando una sociedad está realmente desquebrajada y con serios problemas que afrontar: políticos, económicos y sociales, entre otros. Pero la cuerda se están tensando (y de qué manera). Los separatistas ya no piensan en otra cosa que no sea la independencia de Cataluña respecto a España. Y más aún cuando muchas familias están fuertemente divididas por el “sí” o “no” de la fragmentación territorial, que como es evidente comportaría unas consecuencias inmediatas muy graves para Cataluña, como por ejemplo su salida del euro y de la Unión Europea, además de una alteración considerable de la inflación. Y sería también catastrófico para el resto de españoles.
La hostilidad puede salir muy cara, y de hecho ya nos está saliendo tremendamente onerosa. Por esa razón, más que ninguna, creo ese mismo como eje vertebrador, está provocando que a día de hoy algunos no sean ni siquiera conscientes de la magnitud a lo que todo esto nos puede llevar en un contexto como el actual y un futuro próximo. Tan solo hace falta saber historia y admitirla, para constatar a la tragedia que podemos llegar, sino se busca solución política tras el 1-O, además de aplicar la Ley en Cataluña.
Los hechos resaltan hasta ahora al detalle, lo que nos jugamos verdaderamente en este conflicto social, ya que los enfrenamientos aumentan continuamente y ponen fin a la paz entre catalanes, y esto puede ser muy, muy peligroso, tanto para la estabilidad de la propia región, como para España en su conjunto, y también por todas las cuestiones relevantes que se han de abordar no precisamente incumben explícitamente al mono tema, porque seamos realistas, hay que expandir todo más allá de la política o los temas principalmente sociales (fractura social, lengua, educación, sanidad…), ya que la problemática ahonda también en la economía y a nivel internacional.
Pero desgraciadamente el desafío independentista es total y la fiebre en el sector secesionista es considerable, mientras disminuye en número de personas asistentes tal y como se ha podido comprobar en la diada de este año. O también en las últimas manifestaciones independentistas, donde protestan contra la Guardia Civil y la Policía Nacional por haber entrado en territorio catalán.
Aun así no reconocerán que son muchos menos los que están dispuestos a poner sus vidas a disposición de religión política se ha fundamentado sobre todo en mentiras descaradas y en la búsqueda de un enemigo: Los españoles que no piensan como ellos.
También es cierto que últimamente, el separatismo catalán no para de perder feligreses, y los que la siguen ahora efectivamente se han radicalizado ante la respuesta de todos
Los constitucionalistas, pero sobre todo de los tribunales, quienes acatan y están regidos por el sistema democrático español, al que los independentistas también deberían obedecer al ser españoles, aunque no se sientan como tales. Sin embargo, a los separatistas les da igual el incumplimiento de la legalidad o los recursos jurídicos que se les interpongan, ya que aseguran vivir en otra realidad paralela a la real, amparada de momento en un Derecho Internacional que ninguna importante organización mundial respalda, y que luego pondrá en marcha definitivamente a otros régimen con la ley de Transitoriedad, la cual dará inicio a un hipotético Estado catalán, aprobado con una mayoría parlamentaria escasa, y alcanzada en las Elecciones Autonómicas de 2015, que recordemos, no logró ganar en votos ya en aquel momento.
En conclusión, la historia se repite una vez más y para mal, porque un problema que han generado en un primer momento los políticos con empecinamiento a lo largo de varias décadas, ya afecta a todas las capas sociales de una manera u otra, y un gran conflicto puede estallar en cualquier instante, y no se debe descartar de ningún modo, aunque se matice en ciertos lugares, ya que nadie desea un final amargo, y que podría pasar en cualquier periquete sin la menor duda, debido a la brutal crispación que existe actualmente en la sociedad. Y soy de los que piensa que una solución más contundente se debe buscar a este dilema, que ha pasado a ser ya el rompecabezas número 1 en la agenda catalana, cuando en la realidad hay otras prioridades y situaciones a mejorar, que no han sido abordadas y a les que se les debe dar también un remedio eficaz.