«El problema estriba», afirma Serafín Fanjul en La quimera de Al Ándalus (Siglo XXI, 2004) al hablar sobre la supuesta tolerancia de la religión islámica, «en que la base del islam, el mismo Corán, exhibe exhortos y mandamientos de claridad meridiana (es la palabra de Dios, increada y eterna) y que ningún buen musulmán se atreverá a contravenir sin arrostrar el desprestigio público: ‘¡Creyentes! ¡No toméis como amigos a los judíos y a los cristianos! Son amigos unos de otros. Quien de vosotros trabe amistad con ellos, se hace uno de ellos. Dios no guía al pueblo impío'». Afirmaciones como ésta han procurado al historiador madrileño la calificación de islamófobo y, por supuesto, fascista, algo imposible de sostener si se lee su extensa obra académica. O incluso la ensayística y la literaria. O sus frecuentes colaboraciones periodísticas. Conocedor como pocos en nuestro país de la historia, la literatura y la religión islámicas, Fanjul sostiene que negar una realidad insoslayable edulcorando con buenas intenciones programas de integración social que no acometen el problema de raíz es la mejor forma de conducirnos a todos al desastre.
¿Existe un conflicto larvado entre las comunidades cristiana y musulmana en España?
Tanto como un conflicto, no, pero sí una separación. En el islam, la sociedad es mucho más hermética, más cerrada y menos dispuesta a admitir la relación distendida y natural con otras comunidades humanas. Que los árabes, con una lengua distinta y una cultura distinta, tiendan a encerrarse, tiene esa explicación primera. Pero luego hay otra que quizá es más determinante y es la propensión de los musulmanes a considerarse siempre un grupo a parte. Esto lamentablemente es así. Por parte de los inmigrantes musulmanes no hay deseo de integrarse. Intentan reproducir aquí sus formas de vida y la forma de organización que traen procedente de sus países. Ser del Madrid o del Barcelona, o pagar impuestos a Montoro, son formas de integración muy superficiales. La manera de integración verdadera, la que salva todas las distancias y rompe ese tipo de barreras es la fusión física, sexual, o sea, los casamientos mixtos de hombres y mujeres de las dos procedencias.
Pero de eso estamos aún muy lejos…
Hay que tratar por todos los medios integrar a las mujeres musulmanas, porque los hombres lo tienen más fácil, se pueden ir al fútbol, a la piscina… pero a la mujer la dejan en casa.
¿Ayudaría o perjudicaría a esa integración la prohibición del velo en lugares públicos?
Esa es una normativa lógica de seguridad en un país moderno. Hay ciertas cosas que son inadmisibles, porque el color del pelo, el color de las ojos y la forma de las orejas son los signos de identificación en todo carnet o pasaporte. Ni por la calle se puede admitir.
¿Y en las aulas?
Yo di clases en El Cairo a finales de los 60 y en aquel tiempo no había en Egipto una sola mujer con el velo, porque se había producido un descrédito de ese reaccionarismo y de esa forma de vestir. En 1923, a la vuelta de un congreso feminista en Roma, las activistas Hoda Shaarawi y Saiza Nabarawi, al llegar a la estación de El Cairo se quitaron el velo y lo tiraron, y a partir de ese momento, que me parece emocionante por lo que representa de búsqueda de libertad y de liberación, el velo empezó a desaparecer en Egipto. Pero luego, tras el asesinato de Sadat, que era un beato musulmán, los Hermanos Musulmanes introdujeron una corriente de islamización en un país que era ya muy islámico. Al principio empezaron regalando ropa a mujeres pobres; luego, crearon una red de asistencia social y médica, daban ayudas económicas, ropa, comida… todo con dinero que venía de Arabia Saudí, y de esa forma el tejido social empezó cada vez a inclinarse más hacia el integrismo. Uno de los gestos fue poner a las mujeres como estaban antes de 1923.
¿No es sorprendente que jóvenes que parecen integrados cometan actos como los La Rambla?
No, porque no están integrados. Para que una persona arrolle con un camión a sus semejantes, ponga una bomba o coja un kalashnikov en una discoteca, tiene que haber habido una preparación. No es que un imam le haya comido el coco durante tres semanas, eso es una estupidez, es una infraestructura mental y de formación que reciben desde pequeños. En un momento pueden hacer el gamberro tomando alcohol y tratando de ligar con las barcelonesas porque ven que es divertido, pero de pronto eso se corta y esas personas vuelven al punto de donde salieron, porque el imam les dice que están haciendo mal, que se van a ir al infierno, que están deshonrando a sus padres… Como ocurre con los terroristas españoles o de cualquier lugar, a veces las familias tienen mucho que ver. En Cataluña, precisamente, se les ha dado a los inmigrantes musulmanes todo tipo de facilidades, de ventajas y de tratos de favor respecto a la población autóctona para que se sientan bien y para que se quieran sumar al proyecto separatista. Pero finalmente siempre anteponen la pertenencia religiosa a cualquier otro tipo de lealtad, lo cual puede ser comprensible, pero en una sociedad de otro tiempo. En una sociedad medieval aquí también era así. El fenómeno religioso separa mucho, y si son religiones tan herméticas como es el caso del islam, que es una religión inmune a cualquier influencia exterior, la cosa es todavía más dura. La integración musulmana es un problema muy serio.
¿Cree que en España hay ‘islamofobia’?
No. Tradicionalmente los españoles no somos gente xenófoba, al contrario, hay una admiración bastante bobalicona hacia los extranjeros que se supone que son listos y ricos. Hacia los pobres y supuestamente tontos, no, pero por pobres, no por extranjeros. Es más un problema económico y social que de visión islamófoba. En España la gente no sabe lo que es el islam, no sé si eso es bueno o malo.
¿De dónde viene el complejo de inferioridad de España hacia la dictadura marroquí?
El problema principal de España es la corrupción. Hay unos intereses económicos españoles muy fuertes que están impidiendo de hecho que la posición de España con respecto a Marruecos sea más dura. La debilidad viene de nosotros, de que el aparato político-económico dirigente en España no se siente seguro porque le pueden sacar cualquier cosa en cualquier momento y no es fuerte para actuar en el exterior. No puedo acusar directamente a nadie, pero hay empresas e inversiones en Marruecos… ¿por qué trajeron a principios de los años 2000 a miles de marroquíes a Cataluña? Eso no fue una casualidad. Si Pujol pudo traérselos para no traer ecuatorianos ni colombianos, que eso es evidente, tuvo que haber un permiso y una autorización del Gobierno central. Ahora se pagan las consecuencias de aquellas alegrías y permisividades. El caso de Marruecos es como el de Gibraltar, es evidente que hay españoles interesados económicamente en que eso siga.
¿Por qué el PP ha desaprovechado su mayoría absoluta para hacer más cambios?
Porque participa del consenso de los políticos, eso que llaman la unidad y que no es más que la unidad personal de los distintos grupos y las distintas facciones de los partidos. Les interesa más la unión entre ellos que los intereses generales. Rajoy es un señor que personalmente no me inspira la más mínima simpatía, no tengo inconveniente en decirlo. Es un señor muy soberbio, muy cobarde y muy vago, y la combinación de los tres elementos juntos… Le preocupa más llegar a un acuerdo en una subcomisión con los vascos y los catalanes que poner en su sitio a los separatistas.
¿Cómo es posible que haya dejado pudrir la situación en Cataluña de tal forma?
Porque no tomó medidas legislativas hace cuatro años cuando se veía venir la cosa. El otro referéndum dijo que no se iba a hacer y se hizo. Ahora dice lo mismo, ya veremos, de momento se limita a esconderse detrás de los jueces. Tiene que tomar medidas políticas. No sé si hay que aplicar el 155 o si hay que desarmar a los Mossos, pero el TC no va a impedir nada, no tiene fuerza material para hacerlo. Toda esta dejación de funciones es absolutamente gratuita e innecesaria, porque el Estado sigue teniendo elementos coercitivos muchísimo más fuertes de los que puede tener la Generalidad de Cataluña y no sólo legales, también económicos, propagandísticos… pero no utiliza ninguno.
¿El problema viene desde la Transición?
Sí, porque se dejaron cabos sueltos creyendo que se iban a integrar los separatistas, que se llamaban nacionalistas y ahora soberanistas. Durante 40 años la estrategia ha sido darles dinero e impunidad para hacer con él lo que les diera la gana. Y lo han hecho. Y ahora salen los casos de corrupción de la familia Pujol. Pero sobre todo, las consecuencias políticas han sido siniestras. Como entregarles la Educación, no sólo a los catalanes, sino a todas las comunidades autónomas, o el orden público. Fue Aznar el que autorizó la policía catalana y ahora pagamos las consecuencias. Aznar fue un buen presidente pero cometió algunos errores.
¿Como cuáles?
El principal, suprimir la mili. Si se quita el servicio militar obligatorio se está mandando a la población el mensaje evidente de que la defensa nacional no es asunto suyo, que se va a resolver con mercenarios. Y eso es letal. Si en algún momento España tiene que responder a una amenaza militar exterior, y no está descartado que venga del único sitio de donde puede venir dada nuestra situación geográfica, nadie va a querer hacer nada. Una comunidad humana tiene que defenderse si lo necesita, una comunidad que renuncia a defenderse no merece sobrevivir. Yo soy pacífico, pero no pacifista. Ante una amenaza exterior hay que reaccionar. No digo mandar tropas fuera.
¿Ni siquiera para luchar contra el IS?
Interviene militarmente el que puede, no el que quiere. Y si además nosotros no queremos, no sé si tiene mucho sentido plantearlo.
¿Se puede considerar una guerra los ataques del terrorismo islámico en Europa?
Sí que lo es. Pero es una guerra en la que no se puede luchar con tropas ni divisiones, hay que luchar de otra forma, con inteligencia, en las dos acepciones, con medios y con dinero. Pero lo más grave es que la idea extendida es que no hay ningún motivo para tener que defenderse. Eso es gravísimo.
Ha denunciado en varias ocasiones la condena ciega y en bloque de la colonización americana.
Es culpa nuestra por no haber sabido contrarrestarlo con los medios que tenemos, y los que tenemos desgraciadamente no se dedican a eso. Cuando uno va a América se da cuenta de hasta qué punto fue una acción magnífica, ciclópea, de una grandeza enorme. El establecimiento de ciudades, el trasplante de cultivos, de acá para allá y de allá para acá, de fauna, la fundación de instituciones culturales, de sociedades de amigos del país, de canales comerciales, de arte, de cultura criolla… Y es sintomático que los florecientísimos virreinatos de México y de Perú al día siguiente de la independencia se hundieron. El siglo XIX es el siglo de la caída del PIB de lo que había sido Hispanoamérica. Hasta final del siglo no recuperan el nivel que había tenido antes de la independencia.
¿Cómo ve el estado de la Universidad española?
No es justo decir que todos los profesores son unos incompetentes y que ninguna de nuestras universidades figura entre las 200 mejores del mundo, como se repite tanto. Es injusto, porque los criterios con los que se hacen esos baremos los hacen los mismos tipos de Hong Kong y de Harvard, con arreglo a sus criterios y a sus propios intereses. Hay determinados departamentos de algunos centros muy buenos. El problema es que la universidad española se masificó a partir de los años 70 de una manera terrible, y hoy hay tal cantidad de alumnos y tal cantidad de profesores que no es funcional. No es lógico que España, con la mitad de población que Alemania, tenga porcentualmente el doble de universitarios, pero está mal visto decir que hay que poner ‘numerus clausus’ y que hay que reducir el número de estudiantes, el número de profesores y el número de universidades. Yo creo que hay que reducirlo. Por otra parte, el Estado autonómico, entre otras grandezas, nos ha traído que cada autonomía y luego ya cada provincia tienen que tener un aeropuerto, el AVE… y una universidad, como mínimo, y a veces incluso una editorial propia.
España es un país poco interesado por la cultura.
El hundimiento del conocimiento es un problema a escala global. En la cuestión cultural, quizá haya que ayudar, la idea de que no se puede subvencionar la cultura es culpa de la derecha liberal. De esa forma te cargas un montón de cosas, por ejemplo, todas las academias, menos la de la Lengua, por el diccionario. Si no ayudas a que se mantengan determinadas cosas, mueren. Y hay un monocultivo de subcultura anglosajona que nos está comiendo por completo.