Por Fernando Sánchez Dragó
«Hay dos clases de fascistas: los fascistas y los antifascistas», decía con la pluma mojada en tinta ácida el antifascista Ennio Flaiano, que escribió los mejores guiones de los años de esplendor del cine de su país. Fue, en Italia, el equivalente de lo que aquí eran Berlanga y Azcona. Tres nombres que no dirán nada al energúmeno iletrado que hace unos días asesinó por la espalda a un hombre de bien cuyo nombre ya figura en el copioso elenco de los caídos por España. ¿Querían un muerto quienes cometen, siempre desde el lateral izquierdo o separatista, un constante delito de odio a ésta? Pues ya lo tienen, y otros llegarán. Gajes de vivir en un país okupado por lo peor de cada familia y por la gentuza que quiere sustituir el Código Penal por la Ley de Lynch.
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Sería desmesurado comparar el asesinato de Víctor Láinez con la muerte, ochenta y un años atrás, de quien pasó a la historia con el agridulce sobrenombre de Protomártir, pero hay paralelismos simbólicos que traza el corazón aunque la razón los rechace y asociaciones de ideas inevitables en un país cuya última guerra civil no ha terminado. Los muertos, decía Eugenio D’Ors, siempre son los mismos. Los asesinos, digo yo, también. Lo que clama al cielo de la sensatez y de la ecuanimidad es que la prensa mamporrera y el grueso de los políticos insistan en atribuir la autoría de la violencia política a la llamada ultraderecha, que en España es, por ahora, residual y casi nunca belicosa, y pasen por alto la evidencia de que los responsables del 84% (sic) de los desmanes cometidos en los últimos 30 años, sin contar los del terrorismo, son los francotiradores antisistema y los palurdos separatistas.
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Unos y otros gozan no sólo del favor de muchos medios de información, de la impunidad garantista, de los vientos de popa del tolerantismo y el relativismo, de la chabacana complicidad de las Redes y de la errátil demagogia de quienes cortan el jabugo del poder político, sino que gallean en las Cortes, en los gobiernos de las Taifas y en no pocos ayuntamientos, incluyendo los de las cuatro ciudades más importantes del país. Cierto es, por desgracia, que lo mejor ya ha pasado, como sostuvo Flaiano en la que quizá sea su frase más celebrada, pero lo peor, añado yo, está por llegar. ¿Nos cruzamos de brazos o hacemos algo? ¡Víctor Láinez! ¡Presente! Una de las dos Españas -la de las checas, los paseos y los tiros en la nuca- acaba de helarte el corazón.
Artículo de Fernando Sánchez Dragó en el diario El Mundo