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José Antonio Primo de Rivera: Del Madrid al cielo

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José Antonio Primo de Rivera
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Por José María Zavala

José Antonio Primo de Rivera y el fútbol

Los colores de la enseña nacional o los de su propio partido, Falange Española, lucieron siempre de manera inconfundible a su alrededor hasta poco antes de su fusilamiento, el 20 de noviembre de 1936, en el maldito patio número 5 de la cárcel de Alicante. Pero sobre esos otros colores que desataron también pasiones encendidas dentro y fuera de él –los colores de su equipo de fútbol– han existido controversias entre sus propios seguidores e incluso hagiógrafos, quienes, al no estar seguros del todo o tal vez para no suscitar desencuentros fuera del terreno de juego, han esquivado el asunto en sus biografías por considerarlo también delicado o demasiado frívolo en algunos casos.

La cuestión que ahora nos interesa ha permanecido así sin una respuesta clara y contundente durante más de 80 años. Se dice pronto. ¿Fue José Antonio Primo de Rivera y Sáenz de Heredia, primogénito del dictador Miguel Primo de Rivera, un hincha del Real Madrid o de cualquier otro grande o humilde equipo de la Liga nacional de fútbol? Y todavía más: ¿llegó a exhibir él su propio carné de socio en algún momento de su vida…?

Anarquistas y comunistas

Ahora, por fin lo sabemos. Como siempre, la Historia, incluida la deportiva, se escribe con documentos. En este caso, una desconocida carta fechada en Madrid, el 6 de diciembre de 1939, en el llamado «Año de la Victoria». Se trata de una comunicación por escrito del secretario general del Madrid Fútbol Club, P. Hernández, al delegado de la Federación Española de Fútbol en la Federación Castellana. Registrada en la Federación Española de Fútbol el 8 de marzo de 1940, tal y como se hace constar en un membrete del documento, dice textualmente así: «En cumplimiento de la circular número 6 ponemos en su conocimiento que los afiliados a este Club, caídos por Dios y por la Patria durante la pasada guerra contra la invasión roja, de que hasta ahora tenemos noticias fidedignas, son los siguientes: Directivos, D. Gonzalo Aguirre y Martos y D. Valero Rivera Ridaura. Socios, D. José Antonio Primo de Rivera, D. Luis Moreno Abella, D. Luis Rodríguez Agudo, D. Ramón Triano Arroyo, D. Teófilo Chico García, D. Nicolás Álvarez Bohórques, D. Estanislao Urquijo y Landecho, D. Felipe Jorge Linaje, D. Fernando Nadal Boquedano, D. Narciso Lambán del Río, D. Valentín Blas Matamala, D. Federico Labart Nardiz, D. Félix Córdova Córdova, D. Francisco Conteras Dueñas y D. José Merino Leonet». No existe ya así la menor duda sobre la predilección del fundador de Falange Española por la camiseta blanca, como tampoco sobre su inequívoco entusiasmo por el fútbol. Sin ir más lejos, durante su estancia en la cárcel Modelo de Madrid, antes de su definitivo traslado a la de Alicante, donde hallaría finalmente la muerte, se formaron dos equipos: uno de presos políticos y otro de comunes. En este último se alineaban anarquistas y comunistas, junto a los autores del atraco a mano armada contra un pagador del Ayuntamiento de Madrid.

Más fútbol que visitas

Calzado con botas de fútbol y enfundado en el jersey blanco que distinguía a su equipo, José Antonio pugnaba sin desfallecer para que el balón se colase en la portería contraria, pues él siempre jugaba de delantero centro, con Raimundo Fernández-Cuesta y Julio Ruiz de Alda como defensas. Era tal su pasión por este deporte, que el ordenanza de la galería de políticos, un antiguo legionario llamado Pepe, le avisaba sin ningún éxito cuando alguna visita aguardaba en el locutorio. «¡Diles que no estoy!», respondía José Antonio Primo de Rivera, con gesto malhumorado, sin dejar de mirar al balón. El funcionario no tuvo más remedio que disponer finalmente que nadie interrumpiese al jefe de Falange Española, José Antonio Primo de Rivera, cuando jugaba un partido de fútbol.

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La vida carcelaria rebosaba de anécdotas de toda clase, algunas de ellas incluso macabras. Cierta mañana, mientras el barbero de la prisión afeitaba a José Antonio Primo de Rivera, le confesó el verdadero motivo de su detención: había degollado a su novia, en la calle Goya, con una navaja parecida a la que posaba en aquel momento sobre su gaznate. En otras ocasiones, el líder falangista jugaba al ajedrez con Fernández-Cuesta, a quien ganaba sin dificultad. Pero con Ruiz de Alda era distinto, ya que el célebre aviador del Plus Ultra infringía a su jefe político y amigo verdaderas palizas sobre el tablero que causaban a éste gran indignación; la misma que si alguien le decía que jugaba mal al fútbol, aunque fuese cierto…

Artículo de José María Zavala en el diario La Razón.

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