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Por qué la extrema derecha europea menosprecia a los patriotas españoles

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Santiago Abascal y Marine Le Pen
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La extrema derecha europea

Hay una constatación que incomoda profundamente a los líderes y estrategas de la extrema derecha europea: España, el cuarto país más importante de la UE, uno de los más afectados por la crisis económica y puerta de entrada además de una parte de la inmigración africana a Europa, no cuenta con un partido fuerte de ultraderecha en el que referenciarse. Cuando Marine Le Pen​, Geert Wilders y Heinz-Christian Strache miran a España, tienden inmediatamente a compararla con Italia, y entonces no entienden nada. La perplejidad es tal que aprovechan los escasos encuentros con periodistas españoles para preguntarles, en primer lugar, qué pasa con Cataluña, y, a continuación, por qué no hay nada parecido a un partido anti-establishment, populista y contrario a la inmigración del otro lado de los Pirineos. En el entorno de Marine Le Pen, por ejemplo, hay muchas más preguntas que respuestas; pero, y este es el punto novedoso, hay una esperanza renovada en que aquí pueda pasar algo.

¿A qué se debe esta esperanza?

El Confidencial / La extrema derecha europea no esconde un cierto escepticismo respecto de Vox. Juzgan mejorable a su presidente, Santiago Abascal, y no les convence una línea política que estiman “excesivamente conservadora” y demasiado cercana al Partido Popular. Al mismo tiempo, consideran que es imprescindible que en España exista un “partido amigo” con representación parlamentaria. Alguien que pueda visualizar que en España este espacio político también existe. De ahí que estén dispuestos, ahora más que nunca, a aumentar sus contactos e influencia en Vox compartiendo con este partido conocimiento y estrategia.

De hecho, uno de los aciertos de la actual extrema derecha europea es haber constituido algo así como una Internacional Nacionalista (ya pueden imaginarse, con sus luchas de poder e influencia) donde ponen en común agenda, experiencia, estrategia y líneas discursivas. Matteo Salvini aprende de Marine Le Pen, Le Pen de Heinz-Christian Strache, Strache de Alexander Gauland, y Gauland de Geert Wilders. Y viceversa. La conexión y las transferencias son múltiples y continuadas porque la estrategia, recalcan, debe ser compartida. “Nos irá bien globalmente cuando nos vaya mejor a todos”, sostiene un miembro del equipo de Marine Le Pen.

No es casualidad que esta semana hayamos conocido que Stephen Bannon, el estratega de la campaña de Donald Trump y fundador de la alternative right, colaborará con Vox en la próxima campaña electoral. El pacto se selló durante la visita del pasado mes de marzo de Bannon a Europa, donde se reunió entre otros con Matteo Salvini y Marine Le Pen y de donde salió un acuerdo de colaboración. La idea es ayudar ahora a la extrema derecha española para que deje de ser la excepción europea y abandone la etiqueta de “páramo político”. Con este objetivo, los ultraderechistas europeos se proponen para asesorar a Vox y le recomiendan, por un lado, una política de alianzas alejada del sectarismo que ha presidido hasta ahora ese mundo político y, por otro, una estrategia de comunicación más ambiciosa. No se extrañen si Vox se llena de asesores de comunicación norteamericanos.

En un momento de herida nacional la clave es el patriotismo. Esta es la convicción que alimenta las esperanzas de Vox y de sus socios europeos. Se trata de hacer mirar a los españoles con los ojos de quien ha sufrido una afrenta intolerable. Y desde ese ángulo alimentar la ilusión de una nación recuperada, de un patriotismo nuevo y de un orgullo desacomplejado. Aquí el discurso que ha ensayado la extrema derecha europea tiene una enseñanza que aportar: el punto crucial es apoyarse en el sentimiento de haber sido maltratados hasta ahora (“a los españoles se nos ha olvidado por culpa del capricho de los nacionalistas”) y la voluntad de rebelarse ante ello (“no vamos a consentir ningún chantaje más”). Es la versión española de la síntesis catalizadora de emociones del Make America Great Again, del nuevo día de la independencia británico o del orden recuperado de la Francia de Marine Le Pen.

No en vano, basta con escuchar unos minutos a las principales figuras de Vox para darse cuenta del grado de esperanza que suscitó en ellos el fenómeno de los balcones en gran parte de las ciudades del país. La exhibición de la bandera rojigualda en domicilios privados fue interpretada por Vox como un signo de que no todo estaba perdido, de que seguía existiendo un “patriotismo natural” latente en los españoles que podía ser utilizado por su partido. Y que, en consecuencia, había que modular políticamente y dar una orientación bélica a toda esa pléyade de ideas, creencias y sentimientos que está detrás de la percepción de que “Cataluña no nos quiere”, “Cataluña nos desprecia”, “Cataluña nos humilla”. Por eso Vox reserva a Stephen Bannon el papel de intervenir políticamente en el discurso sobre la realidad del resto de España en la crisis catalana con el fin de consolidar el espejismo de la encuesta del CIS que en noviembre de 2017 otorgaba por primera vez un escaño a este partido.

Seguridad-identidad-inmigración

Desde luego, Stephen Bannon es un gran fichaje a los ojos de la extrema derecha europea. Vox puede apuntarse un tanto. Pero ¿qué puede aportar al mundo de la extrema derecha española el exasesor de Donald Trump? Además de experiencia y un cierto savoir faire, Bannon puede dar ideas para intervenir en un momento en que España se replantea muchas cosas como país.

Actualmente, tras sus tensiones con una parte de la ‘alt-right’ tras su salida de la Casa Blanca, Stephen Bannon sigue haciendo hincapié en las ideas-fuerza que articularon la campaña de Trump: necesidad de la existencia de fronteras, regulación de la inmigración o identidad del país. “Hemos tenido ya bastante de los globalistas”, declaraba Bannon en el congreso del Frente Nacional en Marzo. La prioridad durante la campaña de Trump fue “parar la inmigración masiva”, atraer de vuelta a la industria estadounidense desplazada a China y conseguir defender los intereses propios de los estadounidenses, haciendo oídos sordos a las acusaciones de “racistas” o “xenófobos” que utilizaban, en sus palabras, “los medios del establishment”. Este programa es el que Bannon confía en importar ahora a Europa mediante la colaboración con Vox.

La ‘alt-right’, según explica José Javier Esparza, trata de realizar y llevar a la práctica mediante políticas concretas la propuesta “metapolítica” más amplia de renovación cultural e ideológica -en definitiva, una nueva “visión del mundo”- que la ‘nouvelle droite’ se dedicó a elaborar en Francia desde los años setenta. El advenimiento de la actual crisis, las dificultades de la globalización y el fin del Estado del bienestar habrían precipitado la necesidad de respuestas políticas nuevas ante un malestar ya insoslayable. La ‘alt-right’ querría demostrar que la alternativa al “pensamiento único” del capitalismo moderno global reside en la recuperación del énfasis sobre la identidad, “lo natural”, la comunidad y la soberanía. Esparza, que en su juventud se formó en Francia en el entorno del Grupo de Investigación y Estudio de la Civilización Europea (GRECE) de Alain de Benoist y posteriormente colaboró en medios como ABC, COPE, Intereconomía o La Gaceta, es uno de los contribuidores en España al desarrollo de este trasfondo ideológico.

¿Hacia una alt-right española?

Este fin de semana su ponencia ha cerrado las jornadas de metapolítica “Mayo del 68 y la Nueva Derecha”, que conmemoran el 50 aniversario de la fundación de GRECE (no por casualidad, en 1968). Allí se debatió sobre las dos renovaciones, de la izquierda y la derecha, que tuvieron lugar en esta señalada fecha, así como sobre la problemática actual de Cataluña. En un arco de posturas que abarcaba desde el falangismo clásico a las corrientes nacional-revolucionarias, pasando por un intento de réplica al independentismo desde la reivindicación de un catalanismo hispano, los ponentes concordaron en la insuficiencia de las medidas meramente represivas y en la necesidad de superar el enfoque centralista, castellanista y anti-catalán de una parte de la extrema derecha española, apuntando a una idea de España como unidad histórica y objetiva que alberga una diversidad de pueblos y lenguas. Esta derecha renovada no descarta, así, entrar al trapo del debate sobre la plurinacionalidad como parte de la tarea de “construir una patria” en un mundo que es “el imperio de lo efímero”.

En este espíritu, Esparza valora como necesario este paso para Vox si quiere sumarse a esta renovación y constituir una ‘alt-right’ española: “Vox es un partido con una fuerte carga liberal-conservadora (es decir, tradicional), pero ha hecho el análisis adecuado sobre la caducidad del viejo modelo derecha/izquierda y la convergencia general en torno al consenso socialdemócrata. Creo que es muy interesante ese acercamiento, aunque va a ser difícil explicárselo a la mayoría de la gente que apoya a Vox, que sigue viendo a Aznar como el referente pleno de su sensibilidad”. En todo caso, continúa Esparza, “si Vox realmente quiere convertirse en algo distinto a una especie de ‘PP Auténtico’, tiene que abrir campo y la experiencia de Bannon es fundamental en ese sentido.”

En estos próximos meses se verá cuál de estas vías abiertas decidirá transitar la extrema derecha española. No lo tiene fácil: a sus interminables disputas se suma la fuerte competencia que existe en estos momentos en el lado más derechista del tablero político español. Con el carril nacional parcialmente lleno, quizás Vox esté pensando en dirigir la vista en el clivaje campo-ciudad, con objeto de extender su propuesta más allá de la tríada aborto-nación-eutanasia y endurecer la batalla cultural (como le recomiendan sus socios europeos). Así podría entenderse su participación el pasado fin de semana en las concentraciones contra la “criminalización” del colectivo de cazadores organizadas por la Real Federación Española de Caza en más cuarenta ciudades del país. ¿Prepara Vox el terreno para las elecciones municipales en la España rural? Sea como fuere, el camino es más que incierto.

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