Una realidad difícil de aceptar
Por Eduardo López Pascual para El Municipio
Estoy viendo con enorme tristeza, no por envidia a otros, sino por nuestra propia deficiencia, cómo políticos de partidos sin historia, recién venidos o casi, a la aventura electoral, hombres o mujeres de escasa experiencia en estas cosas de la política, han logrado no solo una visibilidad y acción considerable, sino que han llegado, como se dice ahora, para quedarse y en algunos como los casos de Arrimadas, de Rivera o- ejemplo paradigmático-, el del presidente de la novísima formación de VOX. Y esto, produce una sensación de incomprensión ante el espectáculo que estamos sufriendo los falangistas.
¿Cómo es posible que de la mano de personas no especialmente relevantes, hayan sabido aglutinar a un conjunto de simpatizantes y afiliados capaz de formalizar un partido político, como sucede en VOX, o Ciudadanos, por no decir a Podemos? ¿Como ellos, los Abascal, Rivera, incluso el francohispano Valls, presiden partidos o Plataformas con presencia en las instituciones, ayuntamientos, parlamentos regionales o Congresistas Diputados, y los Falangistas, con casi cien años de vida completa y compleja, ni siquiera ha podido presentar un líder con fuerza, formación e inteligencia para aunar las expectativas que los miembros de los distintos grupos nacional sindicalistas esperaban y esperan como agua de mayo?
Lo cierto es que desde que desaparecieron líderes de la categoría de Narciso Perales, Hedilla, Pedro Conde, – sin citar por lejanía a personas como Cadenas o Maestú, todos con muchos años a las espaldas, Falange en su conjunto no ha dispuesto de verdaderos líderes, y si hay gente –que los habrá-, con capacidades y condiciones para serlos, nadie da la cara y ninguno adquiere el compromiso de dirigir esta diáspora azul, huérfana y muy debilitada (cada vez más), porque se carece de un líder que supere rivalidades, tactismos, protagonismos irreverentes, y faltos de verdadero liderazgo. Triste, pero cierto. En estos cuarenta años de democracia, no hemos tenido ni un solo hombre o mujer, con la valía suficiente para llevar a buen puerto el menaje falangista.
Esa es, a mi parecer, la triste realidad de nuestra situación. Uno, que ha vivido toda esta malversación política, tiene ya demasiados años y poco peso político y profesional para intentar nada, pero a la altura de mis años, tengo la autoridad moral para quejarme públicamente y condenar la pobre conciencia política de quienes se llaman falangistas. Resulta increíble que, Falange, toda, no haya alumbrado un líder, mientras otros grupos políticos nos han arrebatado imagen, situación y lugar en la España del siglo XXI. Alguien pagará esta anomalía, esta traición -perdonad- pero es lo que siento. Naturalmente valoro los esfuerzos de los que con la mejor voluntad, pero faltos de recursos personales, sociales, o profesionales no dan respuesta a nuestra degradación organizativa e institucional. No descalifico a nadie, pero en política hay que tener además de voluntad, un buen equipaje político. Desde luego algo hemos hecho mal. Muy mal, para que no tengamos quién levante esta bandera.