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Ayudando a la desaparición

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Ayudando a la desaparición

Por Eduardo López Pascual para elmunicipio.es

Recibo de un amigo, camarada de Madrid, la invitación para pertenecer a un grupo de WhatsApp, un Chat creo que se llama en el lenguaje informático, compuesto básicamente con personas procedentes del mundillo azul, afiliados o ex afiliados, simpatizantes, o cercanos tanto a Jose Antonio Primo de Rivera como a las diferentes siglas falangistas de ayer y de hoy. Como era de esperar en alguien como yo, que me considero falangista desde los quince años, y acabo de cumplir los 80, la respuesta ha sido evidentemente, afirmativa, y yo diría que hasta esperanzadora, al pensar que sería un buen intento de aglutinar personas e ideas, tal como entendí el ofrecimiento, a fin de procurar poner al falangismo a la altura, al menos, de cualquier opción política actual. Parecía un feliz repulsivo para encontrar una salida a la crítica situación en que se encuentra la “marca” Falange Española: Allí volví a leer nombres de muchos y antiguos camaradas que, desde su visión particular, expresaban sus  juicios y conclusiones sobre como estábamos y sobre qué debíamos de hacer.

Sin duda, pensé en la buena voluntad que animaba a todos cuantos pude leer en el chat, y me emocioné al comprobar el gran número de camaradas o de ex camaradas, manteniendo después de todo, un eco “azul” que francamente me llenaba de satisfacción. Resultaba muy amable el ver que todavía, aun después de tantas contrariedades, existían hombres y mujeres que hablaban de Jose Antonio Primo de Rivera y el Nacional sindicalismo con serenidad y con mesura. Después vino la prueba del algodón, vulgarmente conocido, a través de un breve cuestionario en donde se daban cuatro o cinco opciones para responder, y que serían objeto de un intenso debate, porque las preguntas y las distintas contestaciones, ya indicaban las grandes diferencias que desde siempre hemos portado los falangistas.

Para mi, estas opciones presentadas, parten todas de una premisa fundamental, desechar el nombre Falange Española, y solo la primera, habla de crear una nueva organización falangista renunciando al nombre y su simbología. Pero el espíritu que baña el test, me sabe a que una mayoría rechazaría el nombre de Falange Española. 

Naturalmente quien me conoce sabe que siempre he luchado por defender cualquier estructura nacional sindicalista siempre que asumiera, sin ambigüedad, la palabra Falange Española, porque en nosotros significa no solamente una marca, sino la esencia de nuestro mensaje. De nuestra historia. Claro, que desde un partido- a mi no me interesa los seudónimos, actualizado, moderno y democrático, pero sin amortiza nuestra historia. Me daba la impresión, al leer los wasaps, que todos -no sé si hay alguna excepción-, se decantaban por una 3ª opción que defendía una nueva organización con otro nombre- nada que oliera a Falange, pero si en su esencia. En definitiva, un experimento igual a Defensa Social, en la FA.

Debo decir que personalmente creo que esta opción, al margen de que entraña una actitud de fracaso y temerosa, se olvida de que no es nada novedoso y que hasta la fecha no se ha conseguido ningún resultado positivo, entre otras razones porque si quienes promueven esta solución son los mismos que militan o son señalados como simpatizantes falangistas, eso no lo tragan las gentes, y por otro lado, contribuye en exceso al progresivo desvanecimiento de Falange, a la vez que diluir las escasas fuerzas que pudiera tener el partido madre.

Las demás propuestas a votar son, desde mi punto de vista, obviamente decantadas hacia la desaparición de Falange Española, bien porque no lo ven objetivamente posible o, porque como lo entiendo, no se tiene fe en el proyecto falangista, en el mensaje joseantoniano, en la doctrina nacional sindicalista. Y por lo tanto no hay compromiso y no hay voluntad ni decisión. Por el contrario, de acuerdo con Gramsci, si actuamos como falangistas, sin avergonzarnos, – en todos los órdenes de la vida, social y profesionalmente, si personalmente obramos por y para el pueblo desde nuestra convicción falangista sin importarnos el tiempo y las falacias de unos y otros- primordialmente de quienes nos llamamos falangistas-, tendremos primero el respeto de la sociedad y más tarde, por qué no, el favor de los ciudadanos.

Desde los primeros años de mi activismo político, siempre he pensado que Falange es un partido como los demás, y si tenemos en nuestra historia episodios para olvidar, ¿Quién no los tiene?- El Psoe, mantiene su nombre a pesar de sus épocas negrísimas (colaboración con la dictadura del General Primo, Revolución de Octubre, Frente Popular y sus Checas); los Comunistas persisten en defender sus siglas- que no han desaparecido-, llevando a sus espaldas masacres en todo el país, la glorificación de genocidas: Lenin, Stalin, Trosky, o Carrillo, Díaz, etc. o ERC  en Cataluña con los seminazis Company, Badía, y demás,  o el PNV, xenofobo y capitalista en el País Vasco, por citar algunos que de ninguna forma renunciarán a sus nombres y viven orgullosos de sus siglas e historia.  Pues bien, si Falange se equivocó o no al plegarse a las directrices franquistas, no es más pecado que los que otros cometieron, de modo que no hay porqué sentirse prisionero de nuestro pasado y, desde este reconocimiento obrar, trabajar, actuar limpia y honestamente por nuestra alternativa. Renunciar a su nombre, es asentir a su desaparición y yo a eso, no jugaré nunca.

Es por esta razón por lo que agradeciendo la invitación que se me hizo para entrar en esa Tierra azul, no creo que pueda coincidir con ese objetivo que entreveo, aunque admita una buena voluntad en su hacer. Estoy para luchar por la dignificación de Falange, el partido, -nada de instrumento como si fuera una pieza de carpintería- creado por Jose Antonio Primo de Rivera para servir al pueblo español, pero jamás para contribuir a su desaparición. 

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