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Un Sargento de los Mossos acusa a Torra de querer un enfrentamiento armado

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Sargento de los Mossos Juan Jose Torrente
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Un Sargento de los Mossos acusa a Torra de querer un enfrentamiento armado

Se llama Juan José Torrente, tiene 39 años, ha estado un año de baja y quiere irse a la Policía Nacional: «Yo me hice policía, no policía político fuera de la Constitución»

Su padre, milagroso superviviente de una emboscada de ETAen la que murieron acribillados cuatro policías, le animó a integrarse en los Mossos d’Esquadra. Hoy, 17 años después de ingresar en la Policía catalana, este barcelonés desmenuza en voz alta y a cara descubierta las razones de su marcha. O de su intento: «Me quiero ir de los Mossos porque el presidente de la Generalitat está llamando a un enfrentamiento armado en Cataluña y yo no quiero colaborar con eso. Yo me hice policía, no policía político fuera de la Constitución» .

El Mundo / Se llama Juan José Torrente, tiene 39 años, es sargento de los Mossos d’Esquadra, ha estado un año de baja y quiere irse a la Policía Nacional. O a la Policía local. O a cualquier otra Policía que no sea la del Govern.

«Si puede ser a una Policía de Cataluña, mejor, porque ésta es mi tierra y aquí está mi familia. Pero si no, que sea fuera. En los Mossos ya no. Es un cuerpo politizado y yo no concibo la politización de mi trabajo».

Su nombre es conocido en círculos sindicales porque es el secretario general del CSIF-Mossos, desde donde pelea mejoras laborales y clama para que sus compañeros puedan cambiar de Policía como dice la ley. Pero es la primera vez que Juan José Torrente expone su identidad para contar que es uno de los «entre 300 y 500» agentes que quieren dejar los Mossos, aunque el Estado lo está impidiendo, y que no abren la boca en público por lo que les pueda pasar.

Él, en cambio, habla hoy. Aquí.

«QUERÍA SER POLICÍA COMO ÉL»

La historia de Juan José Torrente tiene tanto que ver con la de su padre que hasta los dos se llaman igual. «Yo quería ser policía, como él». Y eso que los primeros recuerdos del niño Juanjo son los de un padre cicatrizado por las balas y oscurecido por la depresión. «Durante mucho tiempo yo tuve un padre ausente. Estuvo ocho meses ingresado; mi madre vivía en el hospital con él. Y cuando volvió a casa era un hombre marcado por el atentado. Estaba ausente… ver a tu padre llorando como un niño… siempre en tratamiento…».

Los puntos suspensivos son lágrimas. Este mosso en combate se acaba de derrumbar y busca un pañuelo para sus mejillas. Más adelante nos contará que a su padre le han operado otra vez la espalda y que, de vez en cuando, se le sigue desanimando la vida. Pero, de momento, al mosso Juan José le dejamos sollozar sin preguntar más por su infancia.

Todo cambió el 14 de septiembre de 1982. El policía nacional Juan José Torrente llevaba casi un año destinado en el País Vasco y había trasladado allí a toda la familia desde Cataluña. Aquella mañana, Torrente y otros cuatro compañeros circulaban en un coche patrulla y en otro camuflado hacia Rentería por una carretera estrecha cuando, desde un montículo, un comando de ETA los ametralló. «Dispararon más de 100 balas y mataron a cuatro. Uno quedó herido y fue recogido por un camionero, pero los terroristas le siguieron, le pararon y remataron al policía. Mi padre recibió siete tiros en el tórax, el brazo, la espalda y una pierna. Quedó inconsciente y los etarras le dieron por muerto. Desde aquello tiene una pierna más corta y hoy tiene una discapacidad del 86%».

Juan José Torrente (hijo) tenía dos años aquel día. Había nacido en Esplugas de Llobegrat y llevaba un año en el País Vasco por el destino de su padre cuando ETA redirigió su vida. La familia regresó a Cataluña y el niño Juanjo empezó a vivir otra vez. Las conversaciones con su padre y el «compromiso por garantizar la seguridad ciudadana» fueron calando en Juanjo una pasión: ser policía.

«PUDE IR A LA GUARDIA URBANA»

Y fue su padre, tan catalán como él, quien le aconsejó ser mosso. «Me dijo que era un cuerpo joven, con más competencias y seguridad de vivir en Cataluña». En 2002, Torrente ingresó en los Mossos d’Esquadra. «También pude ir a la Guardia Urbana, pero preferí los Mossos».

Torrente tira de nostalgia. Buenos años en los Mossos. «Había muy buen ambiente, hacíamos seguridad ciudadana y orden público, siempre cumpliendo la ley. Tengo grandes amigos, muchos desde el principio».

Este licenciado en Criminología señala una frontera en el tiempo, un antes y un después en la historia de la Policía catalana: el asedio al Parlament, en 2011. «Todas las manifestaciones eran contra Mas y la Generalitat. El Govern y la derecha de CiU se hundían y decidieron patrocinar con dinero público al independentismo, o sea, a Òmnium y la ANC».

– ¿Cómo cambian los Mossos?

– Cambian hacia la permisividad. Hasta entonces, ibas a una manifestación y actuabas sin excesos, pero conforme a la ley. Sólo dabas un palo cuando te había caído de todo. Por ejemplo, cuando los okupas nos tiraban garrafas de orina. Pero a partir de la financiación del independentismo sube la permisividad policial. Y cuando la CUP entra en el Govern, más. Se pasa por alto que rompan cajeros, se permiten acciones contra bienes materiales, se deja hacer a los manifestantes… Y se demoran las órdenes. He visto a compañeros heridos pidiendo permiso para actuar y esa orden no llegar nunca. Se nos retiraron las pelotas de goma, pero no se reforzó la plantilla. Resumiendo, se amplió el margen de tolerancia.

ACTOS CON UN FIN POLÍTICO

En Torrente fue entrando la idea de que, aun sin órdenes directas, los actos de los Mossos empezaban a tener un fin político. Y en ese run run íntimo acontece la última noche del verano y todo aquel otoño de 2017, la historia reciente de Cataluña marcada en cifras y letras: 20-S, 1-O.

«El 20 de septiembre el movimiento independentista impidió trabajar a la Guardia Civil, que tenía una orden del juzgado para garantizar el paso de la comitiva judicial. Y la intervención policial de los Mossos se dilató en el tiempo. Parecía que Jordi Sànchez mandaba más que la Policía, había una connivencia entre la ANC y Òmniun con la Generalitat».

– ¿Cómo se vivió el referéndum desde el interior de los Mosssos?

– El 1-O fue una vergüenza. Sentimos impotencia. No se activaron todos los efectivos. No se clausuraron previamente los colegios, aun a sabiendas de que iba a celebrarse un referéndum ilegal. Teníamos prohibido actuar, salvo que nos agredieran directamente. ¿Nos estaban pidiendo que no hiciéramos nuestro trabajo? Había un auto judicial y se incumplió. Dos compañeros que estaban en un colegio pidieron apoyo y ni les contestaron por la emisora. Los mandos sabían lo que iba a pasar y siguieron adelante. Aquel día, a compañeros que se habían definido constitucionalistas les dieron vacaciones, los enviaron a vigilar calabozos 12 horas o los cambiaron de turno. Como a mí, que me mandaron a la noche. Aquellos cambios fueron una acción premeditada. El 1-O iba a haber permisividad y a los mossosconstitucionalistas que no íbamos a tragar nos echaron fuera. El 1-O dejamos de ser policías para ser los muñecos rotos de los políticos.

Cataluña siguió haciendo muescas en la Historia: la independencia, el artículo 155, la huida de Puigdemont, las urnas del 21-D, el encarcelamiento de los políticos. Y un 2018 y 2019 de lazos amarillos, dos presidents y juicio al procés. «Cogí una baja psicológica. Los políticos echaron a la gente a la calle sabiendo que iban a fugarse a Waterloo. Jugaron con las personas y crearon frustrados en los dos lados. Fracturaron la sociedad. Y así seguimos».

Torrente ha llegado hasta Barcelona desde un pueblo de Tarragona donde tiene cerca el mar. Allí, este tardío estudiante de Derecho se sumerge en el buceo menos veces de las que quisiera, más acostumbrado desde hace años a la apnea de la lucha sindical. Desde la jefatura de CSIF-Mossos, Torrente pugna con el Estado para que apruebe el Reglamento de la Ley de Policía, una norma de 2015 que permite a los agentes el cambio de cuerpo. Es la llamada pasarela, el salto de un cuerpo policial a otro. Y eso incluye a los Mossos d’Esquadra. Pero nada se mueve.

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