Mariano Rajoy se volvió a equivocar. Creyó que José Manuel Soria, su amigo, podría irse al Banco Mundial sin que se montará mucho revuelo. Pero la presión fue enorme, externa e interna, y el exministro tuvo que renunciar a un sillón en el que nunca llegó a sentarse. «Tenía que renunciar, y punto», admitieron en la cúpula del Partido Popular. Soria puso énfasis en aclarar que da un paso atrás por petición del Ejecutivo.
Los barones más importantes de la formación habían reclamado su cabeza. En la Moncloa, Soraya Sáenz de Santamaría encabezó al grupo de ministros que se negaban a dar la cara por la decisión. Si bien, en un primer momento, Rajoy intentó restar importancia a la crisis. «Soria no está inhabilitado (…) ¿Entonces de qué vives? ¿Se le echa de España? Hay que ser un poco justos», defendió en una charla informal, camino a China, con el exministro ya en todas las portadas.
La polémica saltó apenas unos minutos después de que Rajoy saliera del Congreso, tras fracasar en la segunda votación de investidura el viernes por la noche. Algunos vicesecretarios generales se quedaron de piedra al conocer la noticia. El sábado por la mañana, durante el Comité Ejecutivo, nadie le sacó el tema a Rajoy, que se fue al G20 convencido de que todo pasaría pronto.»Hay que ser un poco justos, esto es muy fuerte», añadió Mariano Rajoy en la citada charla informal. Luis de Guindos, también en la comitiva, defendió la decisión, y dijo que fue administrativa.
Todo fue a más, y en Génova empezaron a sonar los teléfonos. Alberto Núñez Feijóo y Alfonso Alonso, los candidatos a las gallegas y vascas respectivamente, mostraron su indignación y reclamaron una salida antes de que diera inicio la campaña. Las críticas de Feijóo, a micrófono encendido, fueron demoledoras para el ánimo del Partido Popular.
Las quejas que aumentaban por parte de Ciudadanos también han sido claves. En la Ejecutiva del Partido Popular, Mariano Rajoy anunció que quería preservar el pacto con Albert Rivera, pero el caso Soria lo trastocó todo. «No nos la podemos jugar», deslizaron fuentes de la dirección popular. «Se sienten un poco engañados», reconocieron, aunque en público «siempre son más agresivos» que en privado.
En paralelo, Soria mantenía una línea de contacto con sus próximos en el PP y la Moncloa. Al principio, le dijeron que estuviera tranquilo, que guardara silencio. Aunque el lunes, tras la rueda de prensa de Rajoy en China, el clamor ya era tal que fuentes populares empezaron a deslizar que todo acabaría pronto. Fue aterrizar Mariano Rajoy en Madrid, y se produjo el desenlace.
Oficialmente, la decisión fue de Soria, que presentó su renuncia a la candidatura para el puesto de director ejecutivo del Banco Mundial en una carta enviada al secretario de Estado de Economía.
Una renuncia que, según el afectado, se produce por la «desproporcionada» utilización política que se ha hecho de su designación y a petición del Gobierno.
El antiguo titular de Industria señaló también que toma esta decisión a pesar de que no está ni imputado, ni investigado, ni condenado por ninguna instancia, ni inhabilitado para el ejercicio de ese cargo en el Banco Mundial.
