“En 2001 pesaba más de 185 kilos. Intenté todas las dietas que se me ocurrieron para bajar de peso. Incluso estuve durante dos meses con el fallecido doctor Atkins –padre de la famosa dieta que lleva su nombre–, quien, después de cobrarme miles de dólares, lo mejor que podía hacer era gritarme por ser tan gordo”, explica Jon Gabriel, quien relata en Mind Body Green el método que siguió para perder casi 100 kilos sin ponerse a régimen.
El Confidencial / Durante años se esforzó en seguir a rajatabla cada dieta que se le presentaba. Eliminaba de su alimentación todo lo que le prohibían y acompañaba su régimen de ejercicio duro. “Pensé, ‘voy a perder peso gracias a la fuerza bruta y a la voluntad’”, cuenta Gabriel, “pero después llegaba un momento inevitable en el que no podía aguantar más y me daba un atracón. Fuese el que fuese el peso que había perdido con la dieta volvía a recuperarlo en cuestión de días e incluso una semana después era dos kilos más gordo que antes de empezar”.
Tras más de 10 años repitiendo este patrón de perder 4 kilos y acabar ganando 6 entre dieta y dieta, Gabriel había alcanzado la friolera de 409 libras –casi 186 kilos– llegando a su peso máximo. Pero el 11 de septiembre de 2001, cuando estuvo a punto de subirse a uno de los aviones protagonistas de aquel fatídico día, su vida cambió: “Esa experiencia me hizo sentir como si estuviera viviendo un tiempo prestado. Ahí estaba yo, matándome a trabajar en Wall Street con un nivel de estrés laboral que odiaba, y el universo me había dado una segunda oportunidad”.
Así que tomó una determinación: en lugar de obsesionarse con seguir un nuevo régimen, iba a averiguar por qué su cuerpo no dejaba de ganar peso una y otra vez y qué debía hacer para conseguir estar delgado de nuevo. “Armado con una sólida formación en bioquímica en la Universidad de Pennsylvania, invertí 12 horas al día en investigar todo lo que pude acerca de las hormonas, enzimas, neurotransmisores y mensajeros químicos que causan el aumento de peso”.
“Me enteré de que la pérdida de peso sostenible no se trata de contar las calorías, sino de conseguir que el cuerpo esté en el ambiente hormonal adecuado para adelgazar. El tema debe ser abordado desde una perspectiva que incluya mente y cuerpo. Hay que adoptar un enfoque holístico que observe nuestra vida psicológica y emocional, tanto como qué, cuándo y cuánto comemos”, explica también en su libro Visualization for Weight Loss: The Gabriel Method Guide to Using Your Mind to Transform Your Body (Hay House).
“En dos años y medio años perdí 99 kilos sin hacer dieta. Llevo más de 10 años en ese mismo peso desde y no sigo ningún régimen: como lo que quiero y cuando quiero”. ¿Magia? No. Presta atención porque estas fueron las claves de su transformación porque las personas que las han seguido han perdido una media de entre 20 y 90 kilos sin hacer dieta. Y son mucho más sencillas de lo que crees.
- Dejé de hacer dieta y comencé a nutrirme
Tras analizar el comportamiento de su propio organismo, Gabriel se dio cuenta de que padecía hambre crónica como consecuencia de sus bajos niveles de ciertos nutrientes y proteínas esenciales, como los ácidos grasos omega-3.
Trató de incluirlos en la mayor cantidad posible en su dieta, eso sí, sin dejar de comer dulces o patatas fritas siempre que le apetecían. Y su apetito fue cambiando: “con el tiempo dejó de gustarme la comida chatarra y mi cuerpo aprendió a preferir alimentos de alta calidad ricos en nutrientes”.
- Curé mis malas digestiones
Al estar escaso de determinados nutrientes, también padecía de problemas intestinales. Los problemas de digestión pueden causar inflamación, lo que se traduce en que las hormonas provoquen el almacenamiento de grasas. “Comencé a comer muchos alimentos fermentados y orgánicos y a tomar probióticos y enzimas digestivas para normalizar mi digestión”, explica Gabriel.
- Acabé con mi apnea del sueño
La apnea del sueño es una condición que afecta a muchas personas con sobrepeso. El hecho es que este problema respiratorio no sólo se traduce en escandalosos ronquidos sino que genera un ambiente hormonal en el cuerpo que estimula el aumento del peso al aumentar los niveles de cortisol, lo que, entre otras cosas, incrementa las ansias de comida chatarra.
Algunas personas se sienten más seguras con un peso extra en su cuerpo
“Resulta que tenía uno de los peores casos de apnea que los expertos de estudio del sueño nunca habían visto”, relata el autor, “pero desde el momento en el que me dieron una máquina CPAP –que sopla aire en la nariz y la boca para evitar que la tráquea permanezca abierta– empecé a tener más energía y menos antojos de comida basura. Y los kilos comenzaron a desaparecer para siempre”.
- Empecé a usar prácticas mente-cuerpo
Al igual que la apnea del sueño, el estrés aumenta los niveles elevados de cortisol e inflamación, con su consecuente solicitud de caprichos alimenticios y almacenamiento de grasas en el cuerpo. “Comencé a meditar y a visualizar mi día todas las mañanas y fue muy eficaz para reducir el estrés”.
- Creé una vida más sostenible
Quitarse preocupaciones económicas y los gastos innecesarios fue parte del proceso. Una casa más asequible en la que plantó un pequeño huerto para autoabastecerse fue clave: “Me encantaba saber que si tenía hambre en cualquier momento podía ir al patio trasero y comer algo fresco y lleno de vitalidad”. Adiós estrés, hola pérdida de kilos.
- Arreglé algunos problemas emocionales
“Algunas personas se sienten más seguras con un peso extra en su cuerpo, como si utilizasen esos kilos como un amortiguador de los problemas del mundo”, narra Gabriel, quien, al ser conocedor de ésto, empezó a realizar ejercicios de visualización para resolver algunos traumas del pasado y seguir sintiéndose seguro aunque perdiese peso.
El ya experto en nutrición cuyo método ha dado la vuelta al mundo, explica que cerca del 70% de los pacientes que trata padecen lo que él denomina “obesidad emocional”, que no es otra cosa que utilizar el peso como forma de protección. “Cuando se trabajan los problemas que la causan y se rompe con la idea de que grasa equivale a estar salvo, el cuerpo está mucho más dispuesto a perder peso”, explica.
- Desintoxiqué mi cuerpo
Tras perder casi 100 kilos de peso, Gabriel se dio cuenta de que algo se le había pasado por alto: las toxinas y cómo el cuerpo y se ocupa de ellas. “Resulta que el organismo utiliza las células grasas para almacenar el exceso de toxinas. Me di cuenta de que los últimos 18 kilos que perdí me costaron más porque mi cuerpo estaba aferrando ese almacén de toxinas acumuladas”, y le puso solución.
Un “estilo de vida desintoxicado”, como lo denomina él, en en que comenzó ingerir grandes cantidades de líquidos alcalinos –como el agua con zumo de limón, ensaladas y brotes, tés verdes– y observó el ritmo de pérdida de peso se aceleró. De hecho, Gabriel explica que se deshizo de aquellos últimos kilos aún más rápido que de los 20 primeros.