Si les preocupara la fe no permitirían que sea dinamitada todos los días en sus diócesis por gentes aparentemente de Iglesia. Y eso ocurre con Masiá, la Forcades, González Faus, los curas de Entrevías, los que no confiesan o hacen confesiones colectivas, los que protestan de la adoración al Santísimo, los liturgistas «creativos», los que niegan la Resurrección corporal de Cristo, los que enseñan en los seminarios doctrinas erróneas, los que venden en sus librerías textos averiados, los que niegan el pecado, los milagros, la obediencia, la castidad…
Y todo ello ante el silencio generalizado de nuestros pastores. Que permiten además, impasible el ademán, que se crucifique al hermano rara avis que defiende la fe de su rebaño.
Me parece por tanto una broma de muy mal gusto que nos hablen de la transmisión de la fe. Hagan primero lo que tienen que hacer, impidiendo que por gente, repito que aparentemente eclesial, se socave la fe del pueblo de Dios y después, si quieren, hagan los documentitos que les dé la gana, que por otra parte no va a leer nadie. Trabajo más inútil y desperdiciado será difícil encontrar en el mundo. Múltiples redacciones, consideracines y reconsideraciones por las Plenarias de los obispos y el parto de los montes.
Defiendan de verdad la fe, apóyense en éso unos a otros, cesen los escándalos permanentes con los que nos maltratan a diario, y si luego les sobra tiempo dedíquenlo si quieren a textitos inanes e inútiles contradichos además por su conducta.
Yo no creo que las Conferencias Episcopales sean una maldición de Dios sobre su Iglesia. Pero tampoco se esfuercen tanto en demostrarnos lo contrario. La de horas perdidas en los secretariados de las Comisiones episcopales para la nada con sifón o incluso sin él. Y con la carencia de curas que hay en España. Mañana cierra Añastro y no pasa nada. Incluso algo se ganaría seguramente.
Prediquen ustedes, que sus curas les secunden al unísono en esa predicación, que los colegios religiosos eduquen en la fe, que desaparezcan las monjas trabucaires y los sacerdotes incrédulos y verán como esto cambia. Y, sobre todo, recuperarían la credibilidad. Que hoy está bajo mínimos. Porque no se puede enseñarnos blanco y darnos negro. Que somos ovejas, sí, pero no tan tontas.