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“El trabajo precario le ha robado la esencia a los jóvenes”

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“Cualquier trabajo tiene hoy las mismas condiciones que el de speaker o mascota de marca de chocolatinas”, asegura Javier López Menacho, autor de ‘Yo precario’, un libro que retrata el escenario laboral de los jóvenes en nuestro país.

La situación es “dramática”. Lo dice Bruselas cuando habla de empleo juvenil en España. Y lo hace en base a unos datos, los de la última Encuesta de Población Activa, que pintan un desempleo entre los jóvenes que alcanza el 57,22%. Es decir, más de la mitad de los jóvenes quieren trabajar pero no pueden porque no consiguen un empleo.

A estos datos contribuye un aumento del paro en 30.200 personas entre quienes tienen menos de 25 años. En total, 960.400. Y el de otras tantas decenas de miles de jóvenes que, por tener más del cuarto de siglo, no entran en esta estadística discriminada por edad. Por ejemplo, los 880.800 de entre 25 y 29 años –el 35,92% de la población activa-. O los 895.900 de hasta 34 años –el 27,63%-.

El colectivo de los jóvenes es uno de los más golpeados por la crisis. Y, quienes trabajan, lo hacen a veces en unas condiciones que se resumen en un concepto: la precariedad.

“Tengo casi treinta años y siento que me han robado la esencia. Tiene que ver con el trabajo”. Así comienza ‘Yo, precario’ (Los Libros del Lince, 2013), la obra del jerezano Javier López Menacho. Un joven con experiencia y de vasto currículum en desempeños laborales de alarmante temporalidad y siempre insuficiente remuneración.

Pero Javier traza su relato a través del humor y la acidez; la ternura y la desesperación; y va contando cómo es su vida laboral. Si es que se puede llamar así.

Sevilla Actualidad.- Su sentencia inicial es verdaderamente rotunda…

Javier López.- Es cierto. Quizá es una de las frases más duras del libro. Pero, por desgracia, somos una generación de entre 20 y 40 años que lo estamos pasando muy mal por la situación laboral del país.

SA.- Su situación hoy no es la misma que hace unos años. ¿Cómo era?

JL.- Hace apenas un año deambulaba de trabajo en trabajo, siempre en precario, con contratos que duraban días, semanas y, rara vez, meses. Por supuesto, estaban mal pagados y socialmente mal considerados.

SA.- ¿Es su libro el retrato de una generación perdida?

JL.- No, me parece injusto decirlo así. Creo que nuestra generación está formada, con mucho valor y llena de aportes a la sociedad actual. Los que pierden este potencial son los que están más arriba y han forjado los cimientos de la sociedad que ahora se tambalean. Más que nuestra generación, pierden los que están arriba. Porque, los jóvenes, si no pueden desarrollarse en nuestro país, lo harán fuera.

SA.- Pese a que traza un retrato fiel de lo que sucede en nuestros días, su tono es optimista.

JL.- Pretendí hacer un reflejo no triste de la realidad. Por eso las crónicas están llenas de ternura, optimismo, son reflexivas. Intenté que no fueran un retrato depresivo de lo que está pasando pero que, a la vez, denunciaran una realidad pueril que viven muchas personas que, con su trabajo, no son capaces de vivir dignamente, porque no pueden tener un techo, no tienen para comer y no tienen acceso al disfrute de la cultura.

SA.- ¿Se puede contar esta ‘historia’ en clave de humor?

JL.- A veces lo hago. Intento fijarme en elementos que puedan ser más llevaderos a la hora de describir la realidad. Por eso cuento, por ejemplo, que estuve trabajando como mascota de una conocida marca de chocolatinas. Me ataba el disfraz a la espalda e iba dentro de una carcasa dando chocolatinas a los niños. Esa parte es muy divertida y muy potente.

SA.- Luego te hiciste speaker…

JL.-¡Y de la selección española! Como digo, no son más que elementos para hacer más llevadera esta crítica constructiva de la sociedad que estamos creando. Y creí que era necesario hacerlo dándole un toque de humor, con ironía, y que sirviera para entretener al lector, sin dejar de darle profundidad.

SA.- ¿Ha acabado el mundo laboral por adoptar las características de los antiguos trabajos temporales?

JL.- Por supuesto. El de la chocolatina es el retrato de un mundo laboral de empleos tremendamente cotidianos en los que a veces no reparamos: speaker, gancho de tiendas de móviles… Todos están adquiriendo ahora tintes de estos trabajos, con sus mismas condiciones precarias. Hemos caminado hacia la banalización y vulgarización del trabajo de las personas. Y éste es el camino incorrecto. Hay que reivindicar que el trabajo sea digno para todos. Aunque lo narrado en la novela sean trabajos muy en el extrarradio de la sociedad laboral, no es más que lo que esconde el microcapitalismo.

SA.- ¿Y estas condiciones sólo afectan a los jóvenes? Porque su libro se detiene en esta franja…

JL.- En absoluto. Estas condiciones afectan a todos los trabajos, en todas las edades. Ahí están los ERE, los trabajadores de más de 45 años en la calle… Todos estamos sufriendo las consecuencias de una dura realidad laboral. Mi mayor recompensa será que algunas personas se conciencien de cómo está la sociedad laboral en estos momentos y de lo que podemos hacer para mejorarla, con un trabajo digno y bien pagado. La gente merece vivir bien.

SA.- Cuando dice que le han robado su esencia, ¿a qué se refiere?

JL.- A mi espíritu, a mi sueño… Al ansia por mejorar. Cuando uno sufre una dura realidad laboral, pierde toda su fuerza y su ímpetu y se tiene que agarrar a los poquitos sueños que le quedan, porque está inmerso en la complicada tarea de vivir. En mi caso, la realidad me estaba quitando el ímpetu por desarrollarme a todos los niveles.

SA.- Aunque los relatos son autobiográficos, ¿cuánto de ficción hay en ellos?

JL.- Nada. No tienen nada de ficción. Todo lo que cuento ha sucedido y es verdad. Soy consciente de lo que me expongo con una obra de estas características, que está dando mucho de qué hablar.

SA.- ¿Cómo lleva lo de meterse en el papel de portavoz de los precarios?

JL.- No lo llevo nada bien, la verdad, porque en la obra únicamente me represento a mí, no soy quién para representar a nadie. Y es verdad que me lo preguntan mucho. Por desgracia, la realidad laboral que vivimos genera una empatía muy grande con este libro. En ese sentido, no soy nada más ni nada menos que todas las personas que viven este drama laboral.

SA.- Pero, al escribirlo, sabría que los más de dos millones de jóvenes sin empleo se sentirían identificados…

JL.- Alguna vez me han parado lectores que dicen que el libro les ha dado esperanza, positivismo y ganas de seguir luchando por sus sueños. Gente que, además, me trasmite su ánimo y su esperanza. También gente que no está de acuerdo con lo que denuncio… Y lo asumo, aunque un poco sorprendido, porque no esperaba la repercusión y el ruido mediático de este libro.

SA.- En el blog que dio origen al libro incluso invita a los internautas a que cuenten sus experiencias en precario…

JL.- Uno me llegó a contar que su dignidad laboral estaba 50 céntimos por debajo de la mía. Vio lo que yo cobraba y me dijo lo que cobraba él. Como se suele decir, la realidad supera a la ficción. Y esta realidad, tarde o temprano, tenía que llegar al mundo de las letras. Lo del blog fue un poco escribir a lo bonzo. Escribía una especie de crónicas periodísticas que luego fui novelando y estructurando hasta esbozar ‘Yo precario’.

SA.- Las ‘tapas’ de Manuel Rivas son un buen aval.

JL.- El prólogo de Manuel Rivas es magnífico. Y acierta en una palabra fundamental: testimonio. Que no significa denuncia panfletaria ni nada de eso, sino que hemos pasado por aquí, que somos mucha gente y que hemos dejado una constatación de la realidad. Nunca imaginé que sacaría mi primer libro y que Manuel Rivas lo prologase.

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