«Lo siento Alteza, pero no cuento con usted». Con estas palabras un alto cargo de la Casa del Rey comunicó a la Infanta Cristina que no la llamarían más para participar en actos oficiales de la Familia Real, como consecuencia de la investigación que el juez José Castro había abierto en torno a los negocios presuntamente irregulares de su marido, Iñaki Urdangarin, duque de Palma. Con esta decisión los responsables de Zarzuela intentaban establecer un cortafuegos y evitar el desgaste que la instrucción del caso estaba provocando a la institución.
La hija menor de Don Juan Carlos no lo encajó mal. Al contrario, entendió esa decisión, aseguran a Europa Press fuentes de Zarzuela. No fue tan comprensivo Urdangarin, que no se explicaba cómo la Casa del Rey le daba la espalda cuando en diciembre de 2011 el jefe de la Casa, Rafael Spottorno, anunció a los medios de comunicación que el duque de Palma quedaba apartado de la agenda oficial por su comportamiento «no ejemplar». Urdangarin llamó a Zarzuela para quejarse de que con esas manifestaciones sobre su conducta le estaban condenando de antemano.
«¿Y qué pasa con la Infanta Cristina?», preguntaron entonces los periodistas. «Ya veremos», les contestó Spottorno. Lo cierto es que desde ese mismo momento Doña Cristina también quedó fuera de los actos de representación de la Familia Real, por los que llegó a cobrar algún año hasta 72.000 euros de la partida que los Presupuestos Generales del Estado reservan cada año para el mantenimiento de la familia y Casa del Rey.
Los casi tres años que lleva abierto el sumario del caso ‘Nóos’ han sido dolorosos en Zarzuela. Al fin y al cabo, afectan a la hija y hermana de Juan Carlos I y Felipe VI, al tiempo que han supuesto un enorme desgaste en el prestigio de la Corona.
El ‘caso Nóos’ vino a demostrar lo que desde hace años pensaban en la institución, la inconveniencia de que un miembro de la Familia Real cobrase de los Presupuestos Generales del Estado una cantidad que, por no equivaler a un sueldo, compaginaba con otras actividades remuneradas en la empresa privada.
En Zarzuela querían diferenciar entre el núcleo central de la Familia (Juan Carlos, Sofía, los entonces Príncipes de Asturias y sus hijas), los únicos que vivían exclusivamente del presupuesto del Estado, de las Infantas Elena y Cristina que, aún siendo miembros de la Familia Real, tendrían que tender poco a poco al papel que desempeñaban las hermanas del Rey, las Infantas Pilar y Margarita.
Un alto cargo de Zarzuela reveló esta estrategia en diciembre de 2011, en pleno estallido del caso Nóos. La noticia fue bien recibida entre la opinión pública pero cayó como un jarro de agua fría en el domicilio en Washington de los duques de Palma.
Un día después de que toda la prensa llevara en sus portadas que Zarzuela estudiaba limitar la Familia Real a los entonces Reyes, Príncipes y sus hijas, la Casa del Rey rectificó y destituyó al jefe de prensa, Ramón Iribarren, que en pocos días abandonará su puesto, ocupando su puesto Javier Ayuso.
Pero la presión de la opinión pública sobre Zarzuela, pidiendo una reacción ante el escándalo por los negocios de Urdangarin, no hacía más que crecer. Unos días después se produjo el famoso encuentro de Spottorno con los medios en los que reconoció que el comportamiento de Urdangarin, que según le acusa en la instrucción el juez Castro, se valió de su condición de yerno del Rey para obtener jugosos contratos con las Administraciones balear y valenciana, había sido poco ejemplar.
EL POLI MALO
Este diplomático que desde septiembre de 2011 dirige la Casa del Rey, y que será relevado esta semana por el abogado del Estado Jaime Alfonsín, ha tenido que hacer en numerosas ocasiones de poli malo. Así por ejemplo, le llovieron las críticas cuando Zarzuela decidió situar por vez primera a la Infanta Elena fuera de la tribuna presidencial, donde se sitúa la Familia Real, en el desfile militar del 12 de octubre de 2012.
Con el fin de mostrar que el núcleo central de la Familia Real lo componían sólo los Reyes y los Príncipes, sentaron a Doña Elena a lado del jefe de la oposición, Alfredo Pérez Rubalcaba, lo que soliviantó a los ‘elenistas’, el grupo de seguidores que tiene la primogénita de Don Juan Carlos y Doña Sofía.
Con la llegada al trono de Felipe VI, la Infanta Elena ha dejado de ser miembro de la Familia Real, aunque en el entorno de Zarzuela se contempla la posibilidad de que su hermano pueda encomendarle alguna tarea puntual y se apoye en ella en ciertos actos.
Los gestos que tuvo que hacer Zarzuela para marcar distancias con los duques de Palma no se limitaron a apartarlos de la agenda oficial. En noviembre de 2012 la Infanta Cristina e Iñaki Urdangarin visitaron en el hospital al Rey, intervenido de la cadera. Su presencia junto al resto de la Familia Real confundió a la opinión pública. Zarzuela se apresuró a dejar claro que fue una decisión estrictamente de la Infanta Cristina, que se lo había comunicado previamente a su padre sin contar con nadie más.
Unas semanas después la Casa del Rey eliminó el perfil de Urdangarin de su página web, en un intento de volver a marcas distancias. Y hasta ahí los gestos, porque cuando el juez José Castro citó a declarar como imputada a la Infanta en abril de 2013, Zarzuela, lejos de desvincularse, manifestó su «sorpresa» por la decisión.
El propio Rey Don Juan Carlos intervino en la elección del abogado que representará a la Infanta, el exsecretario general de Convergencia Democrática de Cataluña y ponente de la Constitución Miquel Roca, amigo personal del Rey desde los tiempos de la Transición.
Ahora, a pocos días de que el juez Castro cierre la instrucción del caso ‘Nóos’ y decida a qué imputados se debe procesar, la sucesión en la Corona ha conseguido alejar aún más a la Infanta Cristina de Zarzuela, pues como hermana de Felipe VI ya no es miembro de la Familia Real. Su perfil ha desaparecido de la web y ni siquiera estuvo presente en el acto de firma de la abdicación de su padre ni en la proclamación de su hermano. EP.
“Sin yugo y sin flechas”
Elo nuevo rey, Felipe VI, en uso de sus atribuciones, ha decidido suprimir el yugo y las flechas del escudo real, así como algún otro pequeño símbolo heredado. Y parece coherente con la situación actual.
Como todos sabemos, los citados “yugo y flechas” proceden del emblema de los Reyes Católicos, simbolizando, a su vez, la unión de los reinos originarios de la nación española; los de Aragón y Castilla.
Pero, junto a ese origen heráldico e histórico, muchas generaciones de españoles hemos reconocido en ellos dos actitudes representadas por la frase “ la unión hace la fuerza”. La unión de los bueyes en un esfuerzo solidario y la proyección hacia las estrellas -luceros decimos algunos- de unas flechas que representan el futuro, el progreso, la competitividad y la ilusión. ¡Lanzad la flecha a la luna! Esa era la mejor garantía de lograr un lanzamiento lejano…
Probablemente, su majestad el rey habrá meditado lo que representaban esos símbolos y la incongruencia de mantenerlos en esta hora de debilidad nacional. ¿ cómo reclamar a separatistas recalcitrantes, a estalinistas revividos, a tibios y dubitativos políticos mayoritarios que se humillen ante el yugo del esfuerzo común? ¿Cómo reclamar ilusión y grandeza cuando millones de españoles deambulan por las calles ayunos de trabajo y de esperanzas? ¿Cómo soñar con una España alegre y esperanzada? ¿Cómo mencionar a los Reyes Católicos sin temer al islamismo extremo o al indigenismo trasnochado?
Ante esas realidades – tristemente evidentes- , ante una masiva e irresponsable reclamación, no de una república como la de 1933 sino la del odio , la de la sangre y la del desastre de 1936, es lógico que el Rey renuncie a la que sería utópica ilusión. Es lógico que suprima el yugo y las flechas.
Algunos las recogemos.
Carlos León Roch
Comedido comentario de Carlos León, que refleja la realidad de nuestro tiempo.,