El derecho a decidir, al parecer, no rige cuando se quiere ser español.
Poco a poco nos vamos acercando al domingo y a la cita semiclandestina de los independentistas catalanes con las urnas.
A estas alturas no está claro si Mariano Rajoy impedirá la consulta o permitirá que se realice el simulacro de consulta para calificarlo después, con razón, de charada.
A fin de cuentas no va a existir el voto por correo, la consulta, si se celebra, no tendría ningún tipo de garantía jurídica, la identificación de los votantes y el recuento de votos la llevarán a cabo voluntarios independentistas sin que existan interventores… Es decir, el resultado sea cual sea carecerá de cualquier legitimidad democrática.
De todos modos, alguien podría recordar a algunos de los partidarios del referéndum que la voluntad de la gente que habita un territorio les resulta irrelevante a ellos mismos según cuál sea el territorio, la gente o su voluntad.
No es difícil encontrar declaraciones de líderes de ERC (y no sólo de ERC) refiriéndose a Ceuta y Melilla como “colonias”.
Al parecer, en estos territorios el derecho a decidir de sus habitantes palidece en comparación a la sagrada unidad territorial de Marruecos. Y eso que Marruecos no existía cuando Ceuta y Melilla ya eran españolas.
Así pues el independentismo catalán invoca para decidir un derecho en el que no cree cuando quienes deciden son otros o cuando no deciden lo que a ellos les gustaría.
¿Y qué pasa entonces con Gibraltar, las Malvinas, los colonos judíos en Palestina o Ucrania?
Tranquilidad, que quienes se supone que ensalzan el derecho a decidir como un absoluto metafísico sin matices son los independentistas, no el resto.
Información ofrecida por Navarra Confidencial.