Los ministros de Exteriores de Irán y las seis grandes potencias han iniciado su primera sesión plenaria en la recta final de las negociaciones nucleares, a menos de dos días de vencer el plazo establecido para conseguir un acuerdo.
Agencias de noticias / El inicio de la reunión a siete bandas estaba previsto para las 09.00 hora local (07.00 GMT) en el hotel Beau Rivage de Lausana, en Suiza. Desde el pasado jueves los negociadores tratan de limar las últimas diferencias y cerrar un acuerdo marco que permita en los siguientes tres meses precisar los detalles legales y técnicos del acuerdo que ponga fin a una década larga de disputa nuclear.
Las grandes potencias e Irán han buscado durante dos años un acuerdo que permita que la República Islámica pueda desarrollar un programa atómico civil, al tiempo que se garantiza que no se hará con un arsenal atómico.
¿Cuál es el problema?
Irán desarrolló durante 18 años actividades nucleares clandestinas (entre 1984 y 2002), lo que despertó el temor en la comunidad internacional a que ese país pudiera hacerse con armas nucleares. Las denuncias de un grupo opositor en el exilio llevaron a que se conociera en 2002 que Teherán había realizado esas actividades no declaradas, fuera de su programa nuclear civil.
El Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA) ha sido hasta ahora incapaz de dar garantías de que las ambiciones nucleares de Teherán persigan fines exclusivamente pacíficos. La agencia nuclear de la ONU ha demandado en repetidas ocasiones a Irán más cooperación para esclarecer sus dudas.
¿Por qué se ha prolongado tanto tiempo el conflicto sobre el programa nuclear de Irán?
Las dudas sobre el programa nuclear de Irán surgieron cuando se reveló en 2002 la construcción, no declarada, de una planta de enriquecimiento de uranio subterránea en Natanz y la de un reactor de agua pesada en Arak. Ambas plantas podrán generar, una vez estén en funcionamiento, combustible nuclear (uranio y plutonio). A partir de 2003, Teherán accedió a someterse a las inspecciones del OIEA, pero cuando llegó al poder en 2005 el conservador Mahmud Ahmadineyad empezó una época de desencuentros y falta de colaboración.
En 2006, la Junta de Gobernadores del OIEA envió al Consejo de Seguridad de la ONU a Irán por su falta de colaboración. En los siguientes años, el Consejo de Seguridad impuso sanciones a Teherán por no detener sus trabajos de enriquecimiento de uranio.
A partir de 2012, la Unión Europea y Estados Unidos aplicaron sanciones adicionales a la economía iraní, sobre su sector financiero y petrolero.
La victoria del moderado Hasán Rohaní en las elecciones presidenciales de 2013 abrió una oportunidad para buscar una salida diplomática a la disputa. El 24 de noviembre de 2013, Irán y el denominado Grupo 5+1 (EEUU, Rusia, China, Francia, el Reino Unido y Alemania) firmaron en Ginebra un histórico acuerdo interino que han permitido las actuales negociaciones.
¿Qué se firmó en ese histórico acuerdo de Ginebra?
En Ginebra se firmó un acuerdo interino por el que Irán accedió a congelar sus trabajos de enriquecimiento de uranio por encima del 5% y diluir sus reservas con una pureza de un 20%. Para lograr una bomba atómica, el uranio debe de estar enriquecido al 90 %. Los analistas subrayan que dominar el proceso para purificar ese material al 20% permite después elevar su enriquecimiento hasta los umbrales de uso militar.
A cambio de esas medidas, las potencias levantaron parte de sus sanciones y desbloquearon activos de la venta de petróleo por valor de miles de millones de euros. El 20 de enero de 2014 empezó a aplicarse este pacto por un periodo de seis meses para dar con una solución definitiva. Para el 20 de julio de 2014 no se logró ese objetivo, pero los avances logrados hicieron que ambas partes ampliasen el plazo hasta diciembre. Tampoco entonces se pudo cerrar el esperado acuerdo y el plazo volvió a extenderse hasta el 30 de junio.
¿Qué diferencias obstaculizaron llegar a un acuerdo?
El punto clave que ha bloqueado las negociaciones es el alcance que tendrá el programa nuclear iraní tras este acuerdo. En el centro de las discusiones está la amplitud del programa de enriquecimiento de uranio.
EEUU pretende que Irán renuncie a un parte significativa de las casi 20.000 centrifugadoras que tiene ya instaladas para purificar uranio, mientras que Teherán se niega. El límite a la producción de plutonio -otro material con posible uso militar- en la planta de agua pesada en Arak, cuyo cambio de diseño se está discutiendo, es otro asunto candente.
Además, persiste el desacuerdo sobre el período en el que las actividades nucleares de Irán deberían ser sometidas a controles exhaustivos. Mientras que Estados Unidos parece dispuesto a aceptar una década, Francia exige que la validez del acuerdo sea de 15 años, algo que Irán rechaza. Finalmente, las partes tampoco se ponen de acuerdo sobre el ritmo y las modalidades para levantar las sanciones internacionales que pesan sobre Irán. Aparte de las dificultades técnicas que conllevan diseñar un acuerdo, EEUU tiene que hacer frente a las críticas y presiones de algunos de sus aliados, como las monarquías árabes del Golfo Pérsico, especialmente Arabia Saudí, competidor regional de Irán. Israel, otro aliado tradicional de EEUU, también sigue desconfiando de las intenciones de Teherán y teme que la comunidad internacional acabe aceptando lo que califica como un «mal acuerdo».
¿Qué va a pasar?
Los diplomáticos implicados han venido advirtiendo de la dificultad de lograr un acuerdo definitivo debido a las diferencias que separan a ambas partes. Todos los ministros que participan en las negociaciones destacan que se han producido avances y que las posiciones se han acercado, especialmente en las últimas semanas.
Al mismo tiempo, los dos principales actores, los gobiernos de EEUU e Irán -que carecen de relaciones diplomáticas- se enfrentan a las críticas de los «halcones» en sus respectivas capitales. Si no se logra un acuerdo, el presidente de EEUU, Barack Obama, podría salir debilitado dada su defensa de las negociaciones.
Además, Obama puede usar sus poderes ejecutivos solo para levantar ciertas medidas punitivas, para eliminar el resto, necesita el visto bueno del Congreso. A su vez, la posición del presidente Hasán Rohaní en Teherán también corre peligro de debilitarse por las críticas de los «halcones» iraníes, que consideran cualquier acuerdo con Occidente una derrota, mientras que la población iraní espera con impaciencia un final del aislamiento internacional que sufre su país.