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Sánchez se hunde y Rivera no remata en un debate que no será decisivo

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El único debate a cuatro, celebrado este lunes 7 de diciembre en las cadenas de televisión Antena 3 y La Sexta sin el candidato Mariano Rajoy, tuvo como uno de los protagonistas al presidente del Gobierno de España. Tanto Pedro Sánchez (PSOE), que por sorteo fue el primero en intervenir, como Albert Rivera (C´s) y Pablo Iglesias (extrema izquierda -Podemos-) arrancaron sus intervenciones mencionando a Mariano Rajoy y enviándole «un saludo», en el caso del líder de extrema izquierda.

LD / Soraya Sáenz de Santamaría iba con la lección bien aprendida. Lo primero que hizo fue dar la cara por Mariano Rajoy, que delegó en ella el debate y en esos momentos iba camino a Doñana tras protagonizar una jornada paralela de mítines, paseos electorales y paella. «Somos un equipo», repitió en varias ocasiones. «Un equipo amplio con responsabilidad compartida», añadió, consciente del gran protagonismo que está teniendo en esta campaña electoral.

A la vicepresidenta se le vio más cómoda en el primer bloque, el económico, sacando pecho de la hoja de servicios del Gobierno y esos «1.500 puestos de trabajo» que hoy se están creando a diario. «Hablar es muy fácil, gobernar es muy difícil», dijo, enfatizando que no se han congelado las pensiones.

Con los presentadores, Ana Pastor y Vicente Vallés, tratando de centrar los temas con mayor o menor manga ancha con los candidatos, los primeros minutos estuvieron marcados, en efecto, por las cifras que se espetaron unos a otros sobre el déficit, las subidas de impuestos y el paro. Fue el mejor momento de un Pedro Sánchez que fue de más a menos. La euforia se apoderó de la dirección socialista en la primera parte; luego se haría el silencio. En los primeros minutos, el candidato socialista desveló, en contra de lo anunciado, que su rival en el plató no era otro que quien le arrebata la segunda posición en las encuestas: Albert Rivera. Contra él dirigió su primera crítica de pretender «un despido libre» bajo la coartada de su contrato único. Y una segunda al preguntarle a Rivera cómo se va a financiar el complemento salarial que figura en el programa naranja.

En el bloque sobre Economía y Empleo también hubo espacio para las críticas entre los miembros del bipartidismo cuando Sáenz de Santamaría sacó pecho del «saneamiento de las cuentas» realizado por Rajoy frente a su predecesor socialista: «Hay gobiernos de gastar y deber y hay gobiernos de pagar». Sánchez devolvió el golpe con una de las promesas electorales del PP: «Quien diga que va a bajar impuestos, miente», replicó Sánchez a la vicepresidenta a quien ‘rogó’ «que no tirásemos de argumentario».

Tras el baile de datos económicos, el segundo gran bloque fue el de la Educación, en el que el debate se hizo más intenso. Rivera, recuperado y lejos del «encorsetamiento» que, según reconocía esta semana su equipo, sufrió en el debate anterior, estuvo rápido de reflejos contestando a sus rivales. Cuando Soraya Sáenz de Santamaría defendió la LOMCE y argumentó que en Cataluña se respeta la educación en castellano, Albert Rivera contestó diciendo: «Artur Mas debe estar riéndose si nos está viendo». Después, recordó a Iglesias lo que dice la ONU sobre la autodeterminación que propone Podemos: «Pablo, Cataluña no es el Sáhara». Y apuntó que tiene los mismos escaños que el PP catalán cuando el líder podemita hablaba de los populares como una fuerza marginal.

La corrupción: Bárcenas… y Monedero

El candidato centrista, que esta vez no era, gracias a Sánchez, el único con corbata, se movió mas que sus oponentes y sacó más papeles, por ejemplo un gráfico con los datos de paro de los Gobiernos de PP y PSOE o una portada de El Mundo sobre el caso Bárcenas, y que puso en apuros a la candidata popular.

En la lucha contra la corrupción, Sáenz de Santamaría tuvo que soportar la crítica de todos sus contrincantes, cuando ella siempre ha tratado de esquivar el peliagudo asunto durante toda la legislatura. «Pague, señor Monedero», contestó cuando escuchaba de Iglesias el famoso «Luis, sé fuerte» escrito por Rajoy. Rivera le sacó la portada sobre los supuestos sobresueldos, y Santamaría le echó en cara que hiciera uso del ‘y tú, más’ mientras mantiene en el poder al PSOE en Andalucía. «El verdadero motivo por el que no ha venido aquí Rajoy» es la corrupción, zanjó Rivera.

Pedro Sánchez, mientras, pasaba inadvertido, sin lograr fijar su adversario en Rivera, ante la ofensiva que comenzaba a recibir de su flanco izquierdo: Pablo Iglesias. El candidato morado se lanzó contra él repitiendo hasta tres veces: «No tienes el poder suficiente en tu partido». También utilizó la ley electoral: «Creo que tal y como están las cosas, no te va a venir mal que cambiemos el sistema electoral».

Pablo Iglesias se atrevió incluso a decirle, frente a la presentadora Ana Pastor: «Te recomiendo, Pedro, que vayas alguna vez a El Objetivo». En clave catalana, se remontó a la época en que «los socialistas entendieron el problema catalán» pero dejó claro que «con todo el respeto, Pedro, tú no estás a la altura de eso». Sánchez no quiso entrar a responder a Iglesias más que en una ocasión al ser reprochado sobre las puertas giratorias y la presencia de socialistas en los consejos de administración de empresas privadas, incluido Felipe González. «Felipe González ya no es miembro de ningún consejo», replicó, «¿sabes a que se dedica? A defender a los presos políticos en Venezuela. Y creo que sólo un partido votó en contra de una resolución del parlamento europeo y fue Podemos». Entonces fue Iglesias quien calló.

Cataluña y los pactos

Con el modelo de estado llegó otro de los momentos clave. Rivera habló de los catalanes que quieren seguir siendo españoles y Soraya, del papel del Gobierno y las facturas pagadas. Sánchez habló de «soluciones políticas» frente al separatismo e Iglesias, subiendo el tono, arremetió contra el PP, convertido, dijo, en «una fuerza marginal» en Cataluña por no «haber entendido que la grandeza es la diversidad». Citó repetidamente Ocho apellidos catalanes como ejemplo de lo diverso, lo que suscitó mofas de Rivera. «Estoy alucinando», dijo.

La vicepresidenta, mientras, afirmó que sabe lo que ocurre en Cataluña, y rechazó que no se estén tomando medidas para garantizar la igualdad de todos. Además, descartó, como era previsible, una reforma de la Constitución por falta de consenso. En varias ocasiones, Santamaría levantó la mano para que le dieran palabra. Quería confrontar, y tuvo encontronazos con Sánchez, Rivera e Iglesias que animaron el debate. «Me dan miedo los tripartitos», zanjó tras no escuchar de estos que respetarán que gobierne la lista más votada. «Les oigo hablar de bipartidismo. Ojo, no sea que la sustitución del bipartidismo sea un tripartito de perdedores. Nunca ha funcionado bien en ningún lugar de España», afirmó. Utilizó en varias ocasiones con sorna la coletilla «es la nueva política» para dar a entender que Ciudadanos y Podemos son más de lo mismo.

Albert Rivera, entre tanto, ante las preguntas de los moderadores sobre la frustrada experiencia de otros presidentes catalanes (ninguno en la actual democracia) y la supuesta incompatibilidad entre no ser nacionalista y llegar a La Moncloa y sobre los pactos después del 20-D, estuvo resuelto. La primera interrogante la contestó citando a Camus: «Amo demasiado a mi país para ser nacionalista». La segunda, reiterando lo que buena parte de la prensa nacional para resistirse a entender: que en opinión del candidato centrista la lista más votada no tiene por qué ser necesariamente la que gobierne.

En cuanto al líder de Podemos, protagonizó algunos de los encontronazos más sonados y también dos meteduras de pata que dieron de qué hablar en las redes sociales. La primera cuando confundió el nombre de la empresa PricewaterhouseCoopers, la firma de servicios profesionales más prestigiosa del mundo, y pronunció «House Water Watch Cooper». Tuvo que rectificar minutos después pero ya era tarde: las bromas estaban en todas partes.

El otro cuando Iglesias utilizó la referencia al referéndum celebrado en 1977 en Andalucía, que según él sirvió para decidir si esta comunidad seguía en España.

Tras la última pausa y el único bloque que suscitó consenso, el de la violencia de género, llegó el turno a la política internacional y los minutos finales, el momento en el que cada candidato debía pedir el voto. Rivera e Iglesias hablaron de «ilusión» y «sonrisas», respectivamente. «No está en juego cambiar de gobierno sino cambiar de etapa», dijo el líder de Ciudadanos. Iglesias, encargado de cerrar, pidió, mientras, «no olvidar las tarjetas black». Sánchez se presentó como el único capaz de traer el cambio. Sáenz de Santamaría sacó pecho de «proyecto, equipo y experiencia».

Así lo vivieron los partidos

Las lecturas en las sedes de los partidos fueron desiguales. En el caso del PP, hubo pocas luces encendidas en la sede nacional. Se escucharon algunos aplausos, de miembros de Nuevas Generaciones que se reunieron para ver al debate. Pero la dirección del PP no se citó para ver a la número dos, cuya foto se ve por todos los rincones de Madrid. Para Rajoy, el importante es su cara a cara con Sánchez el próximo lunes.

Los socialistas, mientras, dijeron no estar preocupados por el resultado. Es más: la línea oficial asegura que el debate a cuatro «ha decantado voto en favor del PSOE» porque Pedro Sánchez «ha sido el candidato más propositivo, más tranquilo y más solvente». «Hemos llegado a contar hasta treinta propuestas» frente a un Iglesias que, consideran, «ha pinchado una vez más» y ha demostrado que «sólo gana en la universidad».

En Ciudadanos y Podemos también venden entusiasmo. Los de Podemos se declaran «contentos y satisfechos». En Ciudadanos, ven a un candidato más solvente que en la anterior cita. La próxima no les incluirá a ellos: será el lunes sólo con Pedro Sánchez y Mariano Rajoy.

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