Por Pedro Conde Soladana para elmunicipio.es
El mundo no va, España, tampoco. Podría enunciarse al revés: España no va bien, tampoco el mundo. La conclusión vendría a ser la misma; pero en el segundo caso parece dar razón al dicho popular de mal de muchos, consuelo de tontos o de todos los tontos. Y la verdad, me resisto a estar en compañía de este tipo de bobos que se consuelan tan fácilmente. Siempre he encontrado más alivio en la protesta. No te digo ya si te quieren volver, a la fuerza, bobo de baba.
Que el mundo no marche bien, me preocupa; mas, que España esté mal, me duele porque yo soy parte directa de ella, trozo de su cuerpo, y la enfermedad que le aflige es mi propia enfermedad.
A punto de morir el año, entre felicitaciones y buenos deseos del momento con el que coincide, que es lo contrario, la celebración del natalicio de un Niño, ese momento se convierte en tiempo de balance de cuentas, de las que las económicas destacan porque los números contables parecen más importantes que las palabras de que se componen los mandatos de la conciencia.
Cuando los políticos, desde sus cargos institucionales, se ven o se sienten obligados a presentar cuentas de final de año lo hacen desde la pura contabilidad del Debe y el Haber para justificar su actuación pública, mintiendo en muchos casos, tergiversando cifras, manipulando cuentas… ante una evidente realidad contraria y dolorosa como es el caso actual de España. Casi seis millones de parados son cifra suficientemente escandalosa como para que en vez de presentar cuentas numéricas presentaran confesión pública, al menos de su larga impotencia en el poder si no y además de su enorme responsabilidad y culpa por la ineptitud para resolver gravísimos problemas nacionales como es, entre otros y en nuestro caso, el riesgo inminente de la destrucción de nuestra nación.
Pero sería mucho pedir a quienes no tienen talla para ello que la dieran de hombres de Estado para en vez de cuentas hacendísticas presentaran balance de sus conductas de todo el año, reconociendo los errores u omisiones por los que tales graves problemas se han agudizado hasta extremos temerosos. Claro, eso sería pedir decencia a Monipodio y honor a Bellido Dolfos.
Así que para el balance final del próximo año, deberíamos pedir, sean estos los que mandan o sean otros, que además de números, presenten al pueblo español, y por escrito, las voces y palabras que por lo bajini les está diciendo su conciencia. Así contrastaremos si la realidad que sufrimos tiene algo que ver con la realidad que nos pintan y en la que ellos viven.
De lo contrario, prometámonos desde hoy mismo apagar el televisor a la primera frase o cifra de su balance final; si es que para entonces no han estallado todos los aparatos de radio y televisión.
Pedro Conde Soladana