El actual régimen de Monarquía de partidos que reina en España ha ocultado el 40 aniversario de un magnicidio que conmovió al mundo y del que todavía hoy quedan muchos cabos sueltos en su investigación. Y es que forma parte del “relato oficial” de la Transición: el 20 de diciembre de 1973 moría víctima de un atentado el quinto presidente español, almirante Carrero Blanco. Antes que él murieron otros 4 presidentes: el general progresista Juan Prim (1870) y 3 políticos de diferente signo que también alcanzaron la presidencia: el conservador Cánovas del Castillo (1897), el progresista Canalejas (1912) y el conservador Eduardo Dato (1921).
Espía en el Congreso / Es indudable que los autores materiales del atentado que acabó con la vida de Carrero Blanco pertenecían a ETA, sin embargo, es más difícil mantener que sólo la organización vasca estuvo implicada en su asesinato. Las ramificaciones del sumario 142/73 fueron ocultadas y se intentó simplificar las conclusiones del mismo atribuyéndolo simplemente a la organización terrorista. Según ese sumario 142/73, las investigaciones realizadas por seis periodistas y los propios protagonistas del suceso, “La Operación Ogro”, como fue denominada por los integrantes del comando, implicó al menos a 30 integrantes de ETA que se estuvieron paseando por Madrid, de “fin de semana”, durante un año, como relata el periodista Manuel Cerdán, en su libro “Matar a Carrero. La Conspiración”. Y Eva Forest, miembro del comando, describe en su libro “Operación Ogro” que la idea de matar a Carrero Blanco fue “sugerida a ETA por personas ajenas a la organización y que algunas de ellas eran extranjeras”.
Nadie pudo aclarar quién era el misterioso personaje que entregó en el Hotel Mindanao, en la calle San Francisco de Sales, un sobre con información sobre las actividades rutinarias del presidente del Gobierno, a Argala, jefe del comando. Entre ellas, su asistencia diaria y metódica a la Iglesia en cuyas cercanías fue asesinado. ¿Hubo alguna fuga de información dentro del régimen? “Las cosas van de mal en peor, Arias le quita el sueño, López Bravo no es leal y el Gobierno está lleno de traidores” –se quejaba Carmen Polo, la esposa de Franco, mientras que la de Juan Carlos entonaba otro tipo de quejas: “El almirante es la persona que va continuar el régimen, es la única persona que puede hacerlo. ¿Qué hubiera ocurrido si no hubiera sido asesinado? No lo sabemos ni lo sabremos nunca, pero es posible que no hubiera dado paso al Rey”, elucubraba Sofía. Y lo confirma Juan Carlos, según Josep Ramoneda: “el rey Juan Carlos se me acercó a un palmo, como si fuera a hacerme una confidencia. Y me dijo: “Si esto no hubiera ocurrido tu y yo no estaríamos ahora aquí”. “Yo no, usted no lo sé”, contesté. “Yo tampoco”, me dijo. E insistí: “¿Por qué?”. “Porque las condiciones que Carrero me habría puesto yo no las habría podido aceptar”.
Pero la ruta diaria y la mínima escolta de Carrero Blanco lo desvela y proporciona un misterioso personaje a la escritora Eva Forest, pareja del dramaturgo Alfonso Sastre. Luego, por indicación de ésta, el etarra Argala, un bilbaíno de familia franquista, lo recibe por escrito en un sobre en la cafetería del madrileño Hotel Mindanao. El etarra se está quedando a dormir en casa del matrimonio formado por la actriz que trabaja en TVE, Mari Paz Ballesteros, que se siente ingenuamente “la novia de la izquierda”, y el director de teatro Vicente Sainz de la Peña, un falangista que odia a Franco desde que siendo joven lo expulsaron de la Academia Militar por introducir un retrato del general en el water. También viven allí Juan Manuel Galarraga Pocholo, junto con “el Tanque” y “el Tupa”, que se dicen comunistas allegados a Eva Forest, la cual le ha confesado a la hospitalaria y candorosa actriz: “No te digo quienes son y mejor que no preguntes”.
Argala acude al Hotel Mindanao acompañado del etarra Wilson. Un hombre de unos 30 a 35 años, alto, moreno, elegante, con gabardina, traje gris oscuro, gafas y una cartera, sin decir una palabra, extrae un sobre cerrado, se lo ofrece a Argala, y, tras darle la mano, se va. Dentro hay una cuartilla escrita a mano y con mayúsculas: “El almirante Carrero Blanco va todos los días a la misa que a las 9 de la mañana se celebra en la iglesia de San Francisco de Borja, sita en la calle de Serrano, frente a la embajada de los EE.UU, con poca escolta”. Posteriormente los dos etarras certifican que Carrero entra en la iglesia con un solo escolta (por entonces solo le acompañaba su conductor y un policía) y Argala llega incluso a comulgar detrás de él para comprobarlo.
Lo cierto es que, en efecto, el secretario de Estado norteamericano, Henry Kissinger, se ha entrevistado con Carrero la víspera del atentado y la cita ha terminado como el rosario de la aurora: después de seis horas de conversación no hay acuerdo ni sobre las bases militares, ni sobre la transición con “asociaciones políticas” (la posterior “ventanilla Arias” con la que ya tragaba el PSOE), ni sobre el incipiente programa nuclear que se había iniciado tras incautar y examinar la bomba de Palomares. La periodista Pilar Urbano escribiría años después más de cuatrocientas páginas para acreditar como la CIA permitió a ETA hacer su trabajo, convirtiendo una arriesgada “chapuza” en un “crimen perfecto”.
Los avisos respecto al posible atentado fueron además múltiples: los periodistas Carlos Estévez y Francisco Mármol relatan que un antiguo jefe del servicio secreto militar francés dio la noticia cinco meses antes del atentado. Igualmente, el periodista Manuel Campo Vidal da el nombre de José Espinosa Pardo, agente de los servicios de información españoles condenado por el atentado al independentista canario Antonio Cubillo, que en otoño de 1972 avisó que ETA preparaba un atentado contra Carrero Blanco. Las fuerzas y cuerpos de Seguridad del Estado habían detectado una presencia inusual de miembros de ETA en Madrid. En varias ocasiones tanto la Policía como la Guardia Civil estuvieron a punto de detener al “comando”, pero órdenes superiores lo impidieron siempre. La periodista Pilar Urbano también insiste en esta versión en su libro “El precio del trono”, como antes lo había insinuado el periodista Ismael Medina.
Nada más suceder el magnicidio, la caja de seguridad que el presidente del Gobierno tenía en su casa fue inexplicablemente vaciada. Días después del atentando comenzó a instruirse un sumario que fue de una instancia a otra y desapareció. Quienes juraron que habían sido los ejecutores nunca fueron juzgados. Los periodistas Estévez y Mármol descubrieron que el sumario se encontraba en una caja de seguridad del Tribunal Supremo, tras una llamada telefónica anónima, y que el mismo estaba incompleto.
El 20 de Diciembre de 1973, en París, poco después del magnicidio, Álvarez de Sotomayor, ministro plenipotenciario de la embajada española en París, recibe una llamada a altas horas de la madrugada: su interlocutor es el comisario Botariga del DGSE (el Servicio de Inteligencia Exterior Francés). En ella le comunica que los terroristas de ETA, responsables del atentado, están en Francia y que podían ser detenidos. Sotomayor se lo comunica al embajador Cortina Mauri en ese momento; éste responde que no son horas y que ya habrá tiempo para realizar las gestiones. Sotomayor consigue el nombre de los terroristas del comisario Botariga y se lo comunica por la mañana al embajador. Este considera que el asunto no tiene trascendencia y que no lo va a comunicar a sus superiores en Madrid. En ese momento decide que va a tomarse unas vacaciones. En el último momento, Sotomayor consigue en el aeropuerto que Cortina Mauri firme un telegrama dirigido a Laureano López Rodó, ministro de Exteriores. Del documento cifrado, Sotomayor nunca recibirá una confirmación de la recepción. Cortina Mauri sería nombrado días más tarde ministro de Asuntos Exteriores.
Desaparecido Carrero de la escena, la CIA se dedica con ahínco a desarrollar su plan prediseñado para España: establecer un sistema “democrático” bipartidista que se integre en la OTAN. Este sistema implicaría, por un lado, a un partido democratacristiano y, por otro, a un partido socialdemócrata. Sin embargo, en la práctica, no existe un partido socialdemócrata español. El Partido Socialista Obrero Español (PSOE) había desaparecido prácticamente durante la dictadura y su ideología era marxista. La lucha contra la dictadura la ha dirigido el Partido Comunista de España. (PCE). En 1974 se produce la “refundación” del PSOE (PSOE-renovado) en Suresnes auspiciada por la CIA y el SPD alemán de Willy Brand. En este acto Felipe González Márquez alcanza la secretaría general del PSOE en contra del sector histórico de Llopis. Felipe González llegó a Suresnes escoltado por oficiales del SECED (el Servicio de Información creado por Carrero Blanco) que le había proporcionado el pasaporte. Años más tarde el PSOE renunciará a su carácter marxista en su Congreso Extraordinario de 1979, que era el propósito de la CIA.
El 23 de febrero de 1969, ante las Cortes Generales, el príncipe Juan Carlos había jurado los principios del Movimiento Nacional y es designado sucesor de Franco. Esta designación no está exenta de contrapartidas: una de las cuales fue que no pudo jurar la Constitución española porque habría sido perjuro. En marzo de 1971, tras su reelección, Nixon envió al agregado militar en Roma, el general Vernon Walters (después sería nombrado director adjunto de la CIA), con la misión de que comunicara a Franco que España era para ellos y la defensa de Occidente una posición estratégica y que no podían permitir la inestabilidad o un hipotético vuelco de la situación política del país. Los americanos estaban preocupados porque ni Franco, ni Carrero ni los sectores más duros del régimen estaban dispuestos a aceptar siquiera la creación artificial de una serie de asociaciones o partidos a la sombra del “deseo americano” para legitimar el régimen.
La idea de Walters y Nixon era la creación de una Ley de Asociaciones Políticas, ley que estaba bloqueada por Carrero Blanco. El almirante ya se había enfrentado al ejecutivo norteamericano cuando no permitió que las bases conjuntas hispano-norteamericanas en suelo español se usaran en apoyo a Israel en la Guerra del Yom Kippur. Carrero también se opone a que España firme el Tratado de Proliferación Nuclear (TPN), que según numerosos datos y tras obtener plutonio de la bomba caída en Palomares (Almería), le fue exigido por el Secretario de Estado norteamericano, Henry Kissinger, en su viaje a España, el 19 de diciembre, un día antes del atentado.
FUENTES
1) “La CIA en España” Alfredo Grimaldos. Editorial Debate, 2006.
2) “Las razones ocultas del Asesinato de Carrero Blanco” Carlos Estévez y Francisco Mármol. Ediciones Temas de Hoy, 1998.
3)http://www.alertadigital.com/2013/12/20/toda-la-verdad-sobre-el-magnicidio-de-carrero-blanco-al-descubierto-los-prolegomenos-del-atentado-3-de-7/.
4) Pilar Urbano: “El precio del trono”
5) “Operación Ogro”. Por Julen Aguirre (Genoveva Forrest y “Argala”). Ediciones Mugalde, Endaya, 1974. Y Ediciones Ruedo Ibérico, París.
6) “¿Donde está el sumario de Carrero Blanco?”. Ricardo de la Cierva. ARC Editores. Madrid. 1996.
7) “Golpe mortal: Asesinato de Carrero y agonía del franquismo”. Por Ismael Fuente, Javier García y Joaquín Prieto. Editado por “El País”. Madrid, 1984.
8) “Viernes 13 en la calle Correo”. Lidia Falcón, Editorial Planeta, Barcelona, 1981.
9) El informe del espionaje de Franco sobre Carrero Blanco
10) Más bibliografía sobre el atentado y sus lagunas
11) Juan Carlos y Carrero, según Ramoneda: “No hubiera podido aceptar sus condiciones”