Twitter se ha convertido en un patio de vecindad donde la moderación no es la norma a seguir por determinadas personas. Se ceban en el teclado, colocan los 140 caracteres y después acaban arrepintiéndose de lo dicho anteriormente después del calentón.
Caso aparte es el independentista de extrema izquierda Gabriel Rufián, el provocador diputado de ERC, que se dedica a poner todo tipo de menciones para ver si le saltan a la yugular.
En esta ocasión, su víctima fue el exdiputado del Partido Popular Ismael Bardisa, hoy al frente de la empresa Falken, especialista en la producción de gas lacrimógeno. Pues bien, Rufián dejaba caer en la red social Twitter que el expolítico se estaba forrando gracias a un proceloso contrato con el Ministerio del Interior.