Dos matrimonios de etnia gitana vieron el pasado 3 de mayo cómo se les negaba la entrada a un restaurante de Odivelas, a las afueras de la ciudad de Lisboa, donde habían reservado mesa con una semana de antelación. Se presentaron allí a la hora de la comida y entonces sobrevino la prohibición.
ABC / Una de las dos parejas llevaba un niño en brazos, y esta circunstancia les indignó aún más, al comprobar que les cerraban las puertas exclusivamente por ser gitanos.
Los hechos acontecieron en el restaurante Marisqueira Queda de Água, desde donde los afectados se dirigieron a SOS Racismo para solicitar su amparo. Así se fraguó la denuncia tramitada ante la Comisión para la Igualdad y Contra la Discriminación Racial (CICDR).
De acuerdo con el texto de la queja formal, estas personas se quedaron estupefactas al escuchar por parte de los empleados del local: «No servimos a gitanos. Es una orden de la administración». Antes de acudir a SOS Racismo, anotaron su protesta en el libro de reclamaciones del restaurante y llamaron por teléfono a la comisaría de Policía más cercana.
Pero la situación se repitió en el citado establecimiento solo unas horas después. Con el turno de cenas ya abierto, otros dos matrimonios se personaron allí, acompañados de sus cuatro hijos y de un familiar. De nuevo se les rechazó, con unas palabras disuasivas muy similares, que fueron exactamente las mismas que escuchó un hombre el 5 de mayo cuando trataba de reservar por teléfono una mesa para seis.
El libro de reclamaciones y la visita a una comisaría se convirtieron igualmente en los dos primeros pasos a seguir por estas dos parejas, tan visiblemente contrariadas como las dos primeras. Y, a continuación, una nueva queja en la oficina de SOS Racismo, como explicó en una emisora de radio José Falcao, portavoz de esta organización.
En todos los casos, las denuncias se acompañaron de las grabaciones telefónicas de las conversaciones mantenidas a las puertas de la Marisqueira Queda de Água, en vista de que los ciudadanos conocían perfectamente sus derechos y no estaban dispuestos a tolerar semejantes muestras de discriminación, según manifestaron.
Se da la circunstancia de que dos familias de Odivelas habían vivido un episodio de parecidas características hace un mes en la localidad de Setúbal, a unos 48 kilómetros de Lisboa.
Entraron en el restaurante Pinga Amor y fueron invitados a sentarse. Cuando comenzó a llenarse el comedor, la dueña cambió de opinión y les dijo: «No tenemos sitio para todo el mundo. Aquí, en esta casa, mandó yo, es un espacio privado».