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Muere Federico Fuentes, el último combatiente del Alcázar de Toledo
A las 5.30 horas de este miércoles ha fallecido en Toledo, a punto de cumplir los 100 años de edad, el general de Brigada Federico Fuentes Gómez de Salazar, último combatiente del Alcázar de Toledo. El funeral se celebrará este jueves a las 9.00 horas en el Tanatorio de la capital de Castilla-La Mancha y posteriormente sus cenizas serán depositadas, como él quería, en la cripta del Alcázar de Toledo, de cuyo museo fue director una veintena de años.
ABC / En 2010, con motivo de la inauguración del actual Museo del Ejército, espectacular y moderno recinto adosado al mítico baluarte, Federico Fuentes concedió una entrevista a ABC. En ese momento, el general, de exquisita educación, era el único combatiente que quedaba con vida protagonista de los sucesos que tuvieron lugar entre el 21 de julio y el 27 de septiembre de 1936, esos que fueron bautizados como el «asedio» o la «gesta» del Alcázar, cuando la Historia de España estrenaba uno de sus más tristes episodios, la Guerra Civil. «Estoy encantado porque el museo no podía estar en mejor sitio, y para el Alcázar es un honor por representar al Ejército español», dijo entonces a este diario.
Federico tenía 17 años cuando los avatares de aquella contienda fraticida le llevaron al Alcázar, donde se presentó voluntario para luchar por su bando, el de su familia, el de varias generaciones de militares, una detrás de otra…, «y yo, claro, quería ser militar, era mi vocación». Poco podía imaginar aquel jovenzuelo enjuto, fibroso y con unos ojos azules que atraían las miradas femeninas, que el día que entró en el recinto militar iba a ser el primero de un encierro de 72 días, los mismos que transcurrieron hasta que el bando vencedor liberara la fortaleza y con ella a las cientos de personas entre civiles y militares que resistieron a los casi dos meses y medio de tiroteos, primero, y bombardeos sin tregua después por parte de las tropas del otro bando, «el enemigo», como en todo momento, en lenguaje castrense, se refirió el general a los milicianos gubernamentales del Frente Popular.
La conversación
Al mando del Alcázar sitiado se encontraba el coronel José Moscardó, «un hombre alto y fuerte, un poco nervioso pero muy decidido»…El despacho de Moscardó estaba en el torreón suroeste del Alcázar. Mientras tenía lugar la entrevista con nuestro protagonista, este despacho no iba a poder ser visitado por el público cuando se abriera el Museo del Ejército. Esta decisión del Ministerio de Defensa, que por entonces dirigía la socialista Carme Chacón, al parecer derivaba del argumento de que tanto el despacho como la famosa conversación entre Moscardó y su hijo eran «falsos históricos», un montaje para turistas que no convenía exhibir en un museo de los ejércitos en el siglo XXI.
¿Y qué opinaba de esto el general Fuentes mientras conversaba con ABC? «Que me hace mucha gracia porque yo oí hablar a Moscardó, de modo que puedo dar fe de esa conversación en que el coronel mandó a su hijo a la muerte. Además, lo escuchó el telefonista, un muchacho que era soldado, y luego relató tal y como fue la conversación. Yo estaba al lado del despacho con un grupo de gente, un cadete, mi hermano y mis primos, pero sólo oímos hablar a Moscardó…, el hijo estaba en la cárcel».
Efectivamente, aunque el historiador Paul Preston cuestionó la veracidad de este breve diálogo entre padre e hijo, al otro lado del hilo telefónico, en esa cárcel a la que se refería el general Fuentes y que estaba en el edificio de la Diputación de Toledo, Luis Moreno Nieto, ya fallecido, corresponsal de ABC durante 50 años, estaba preso en la celda de al lado de Luis Moscardó. Según contó el recordado periodista a este diario, lo vio salir abatido después de la famosa conversación, que luego corroboraron tanto el portero de la Diputación –que estaba en el despacho de Presidencia- como el telefonista.
Curiosamente, en la actualidad, el despacho del general Moscardó es uno de los principales atractivos del Museo del Ejército, aunque no se puede escuchar la reproducción de la histórica conversación entre el general y su hijo el 23 de julio de 1936.
Triste guerra
El general Fuentes era un hombre elegante y caballeroso. Pulcramente vestido con una rebeca de fina lana y un pañuelo atado al cuello, llevaba caladas unas gafas Ray-Ban oscuras tipo aviador y conservaba una memoria espléndida, la misma que le ha acompañado hasta el día de su muerte, según ha dicho a ABC su hija Lola. Vivía rodeado del cariño de sus nueve hijos, quienes en todo momento estaban pendientes de él en sus actividades cotidianas.
En aquel verano de 1936, Federico Fuentes entró en el Alcázar a pesar de la oposición de su madre, quien, no obstante, «comprendía que era mi deber». A lo largo de toda la conversación, al general se le humedecían los ojos al hablar de aquellos tristes hechos: «Una guerra civil es lo peor que puede existir».
Mientras se declaraba el estado de guerra en Toledo, Federico entró de los últimos en el baluarte cuando ya casi se adivinaba el silbar de las balas. Fuera dejaba una novia y a gran parte de su familia, residente en el número 5 de la Bajada del Pozo Amargo. El cartel de «Puesto de socorro» que colgó hábilmente en el balcón uno de los vecinos, médico de profesión, los salvó de ser capturados por las tropas republicanas. Federico permaneció 72 días preocupado por su familia, de la que tan sólo le separaban «180 metros contando desde una esquina del Alcázar».
En campo enemigo
«Los bombardeos venían de dos frentes, y nos tiraban hasta del mismo Zocodover, nos tenían rodeados», contó. La experiencia fue dura y su audacia, patente. Vestido de paisano, con sólo una pistola, era de los pocos que se atrevían a salir a las calles internándose en campo enemigo para volver con algo de comida ante la enorme escasez de los alimentos más báscos. «Organizábamos salidas nocturnas, faltaban muchos víveres; íbamos con mucho cuidado porque al menor ruido comenzaban a disparar». El hambre llevó a los asediados a comerse algún caballo o algún mulo que eran sacrificados para luego repartirse la carne entre tantos: «Estaba riquísimo, pero tocábamos a poco». Federico fue herido en una ocasión y también trasladó a otros compañeros heridos hasta los sótanos del Alcázar, donde estaba el botiquín. «Yo no fui un héroe sino un voluntario que me apuntaba a todo. ¿Valiente? …pues sí, y es que tenía 18 años, lo mejor de mi vida, eso ya lo tengo grabado para los restos. Pero tengo un recuerdo agridulce por haber cumplido con un deber de patriota y triste por lo que ocurrió en uno y otro bando, porque también ellos me daban pena», decía el general con un atisbo de lágrimas en los ojos.
Cuando el 27 de septiembre de 1936 las tropas nacionales entraron en el Alcázar y lo liberaron, «aquella noche me fumé 18 cigarros de los gordos». Y es que a los dos días de iniciarse el asedio se agotó el tabaco dentro y Federico y sus amigos se fumaban las hojas secas de los árboles.
Toda una vida
El general Federico Fuentes salió ese día del Alcázar y se hizo militar, luchó con la División Azul y en un momento de su vida profesional ocupó el cargo de director del Museo del Alcázar. Antes de despedirnos, rehusó posar –humilde- ante el nutrido medallero que colgaba de la pared del salón. Y leyó unas palabras de Moscardó impresas en un trofeo: «Cada fortaleza tiene una leyenda y un fantasma. El Alcázar de Toledo, cargado de mitos, cuenta en cada piedra la legendaria Historia de nuestra Infantería».