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De algunos gestos y deseos

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Por Eduardo López Pascual para elmunicipio.es

Pues bien, ahora que está de moda el hacer gestos, políticos, a la sociedad española, al pueblo español que asiste inerte a una demostración más o menos espectacular y ofrecida casi buscando el aplauso del personal, la verdad, con las que en algunas ocasiones coincido en espíritu aunque la forma hubiera sido un tanto desconsiderada, (pongamos por caso el anuncio de ofrecer viviendas a los desahuciados o la retirada de los excesos monárquicos) , yo reivindico también el que los falangistas, cuando menos los que nos consideramos distintos de quienes pululan por otros grupos más convencionales, hagamos y ejerzamos algunos otros gestos, por muy mal que les siente a esos rutinarios camaradas, dicho esto sin ánimo de descalificar a nadie por más que yo piense que viven del pasado.

A mi se me ocurre que sería bueno que algunas cosas que aun se mantienen en la parafernalia falangistas desaparecieran por obsoletas, algunas, y por inconvenientes otras, que hay de todo, menos de modernidad o de sano aggiornamiento, como dirían los clásicos. Por ejemplo, soy un decidido opositor a continuar exhibiendo la camisa azul tanto en actos externos como internos, y no por un ejercicio de desamor a lo que representó en una época de la historia, no porque no cuadrara con la irrupción técnica del momento – al estilo Jaime Campmany en su famoso artículo ¿Madre donde guardo la camisa?-, no porque el neocapitalismo la viera fuera de lugar, los tecnócratas del Opus ya optaron por la camisa blanca), sino porque para muchos falangistas aquella camisa de gloriosa institución, se había convertido por mor de caciques y sinvergüenzas, de carceleros y de arribistas con sed de venganza, en un instrumento sucio y a veces criminal que llegaba a los ojos del pueblo como señal de miedo y dolor, del que habría que huir a prisa y sin maletas. Hoy, nadie se acuerda de que significaba el color, calor y olor del mundo del trabajo, sino de horas tristes.

O sea, por representar para millones de españoles la cárcel y la persecución, deberíamos tener la decisión de dejarla; creo que hay que ponerla en un rincón de nuestra casa y sustituirla, con amor, por una prenda más acorde con el tiempo que vivimos, y podría ser un simple pañuelo azul, discreto y popular. No más camisas de uniforme que además nos remite a un tiempo de sangre, o de inaceptable falsificación. Quizá solo sea un gesto, pero a la vista del pueblo, se ganaría sin duda en credibilidad. Y a esto, le seguiría, otro gesto que aunque, no fuera muy reconocido, ayudaría a encontrar a esa sociedad que nos evita social y políticamente, al menos, en demasiados lugares. Este otro ademán, podría sustituir nuestro saludo de brazo en alto, por una mano levantada al estilo nativo americano, es decir sin ninguna rigidez, sin extensión adelante sino llevándola hacia arriba de manera natural y en absoluto militarizada. Un saludo de paz, y no de guerra. Lamentablemente uno observa, con reservas, las repetidas muestras de esas estampas de camisas y brazos alzados que siempre atemorizan, más que confortan-

Por las mismas razones, y no lo digo por nosotros que caminamos por otras formas de entender a Falange, mi deseo sería que todos los grupos nacional sindicalistas- así se definen algunos-, excluyan definitivamente el tradicional “A tus órdenes”, que de vez en cuando se escucha por ahí como si fuera una relación jerárquica, que hoy no tiene sentido en las políticas actuales. La Falange, cualquiera que sea, no puede utilizar ni un vocabulario cuartelero ni un ropaje uniformista porque, entre otras cosas, su espíritu era y es de paz y convivencia

Y ya, para terminar por ahora- que no quiero que me vean como un perverso iconoclasta, Falange tendrá que suprimir el viejo tuteo, que tanto daño hizo, no sé si hace todavía-, al normal desarrollo de las condiciones políticas del partido, o de los partidos azules. Es verdad que casi nadie lo usa en estos días, pero nadie trata de usted al dirigente o al afiliado de base, porque se creen con el derecho de esa proximidad que en muchas ocasiones solo conducen a una devaluada interpretación de la camaradería. Se trata de tú al amigo, al compañero, pero se respeta la dignidad de la persona y de su cargo, si no, se cae en un igualitarismo nada auténtico y representativo.

De forma que yo también, por lo que veis, soy partidario de algunos gestos, pero dentro de nosotros; pienso que imprescindibles en los años que vivimos. No son actos grandiosos ni trascendentes, pero seguro que ayudarán a construir la nueva imagen que las Falanges necesitan como agua de mayo. Y claro, no vamos a dejar a los demás que solo ellos las hagan y además a su antojo. Nosotros también vivimos.

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3 COMENTARIOS

  1. Es razonable la propuesta que nos trae López Pascual. Son otros tiempos. No podemos estar con las mismas formulas ni vestimentas iguales que llevamos durante el siglo pasado. Nuevos tiempos, nuevas formas.

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