Por Carlos León Roch para elmunicipio.es
Fue, sin duda, la mayor victoria jamás lograda sobre la «pérfida Albión». En Cartagena, en la otra maravillosa Cartagena del otro lado del atlántico, el almirante vasco, español, Blas de Lezo, infringió una terrible derrota a una potentísima armada que intentaba apoderarse de ese puerto, fundamental para la defensa de toda la América hispana. Era el año 1741. Tras la dura batalla el almirante Vernon tuvo que retirarse con terribles bajas, y con la vergüenza de tener que retirar una medalla conmemorativa -ya troquelada- de su «esperada» victoria.
Los ingleses nunca han «recordado» esa gran derrota, que prolongó, durante un siglo, la poderosa presencia de las provincias y virreinatos españoles en América…
Y Blas de Lezo, el «medio hombre» guipuzcoano, tan lleno de limitaciones físicas como de grandeza en la defensa de España, moriría en su Cartagena defendida y querida, un tanto abandonado, como suele ser frecuente en nuestra desdichada patria.
Pero, como oportunamente afirma mi admirado Juan Manuel de Prada, no se puede consentir que la corrupción partidista madrileña que en la actualidad ahoga a la clase política se identifique con el nombre de uno de los mayores héroes, verdaderos héroes de origen vasco y popular, que nos enorgullecen a los que -aún- amamos a España, aunque (¡o «porque»!) no nos guste.
