Por Manuel Guerra Gómez
¿El príncipe Felipe, consciente del poderío político, etc., nacional e internacional de la masonería, trata de congraciarse con la masonería por medio de estos gestos y del laicismo de su proclamación como rey, o manifiesta así alguna vinculación peculiar con la masonería?
4.1. La proclamación laicista del rey Felipe VI
El Estado español, según la constitución española de 1978, no es laicista, sino aconfesional. Pero el nuevo rey de España, Felipe VI, pronunció un discurso muy importante el día 19 de julio del 2014, inaugural de su reinado. Cuando se pidió su calificación, alguien sentenció: “un diez por lo que dijo y por la forma de decirlo; un cero por lo que no dijo ni hizo”. No mencionó a Dios, ni a Jesucristo, ni a la Iglesia católica, ni ninguna otra religión (judaísmo, islam, protestantismo, etc.,), ni se refirió a la ingente labor caritativa, educativa, sociocultural, etc., de la Iglesia, ni a la fe cristiana impulsora de la historia de España (ocho siglos de la Reconquista, la evangelización de América, etc.,). Tampoco prestó su juramento sobre la Biblia ni ante el Crucificado[6]. ¿”Los tiempos nuevos”, fórmula usada varias veces en el discurso regio, son los marcados por el laicismo?
Hace pocas década solía decirse: “los españoles son más papistas que el Papa” por su entusiasta admiración hacia la persona del Papa y por la fidelidad a sus enseñanzas. Ahora podría afirmarse: “los gobernantes españoles son más laicistas que los promotores del laicismo, los masones”. Una prueba por comparación. Barack Obama, masón grado 32º cuando inauguró su primer mandato como presidente de EE.UU, prestó su juramento sobre un ejemplar de la Biblia y oró: “Que Dios ayude a Estados Unidos”. Lo mismo hizo al inaugurar su segundo mandato. Recuérdese la solemnidad de la coronación de la reina Isabel II en la catedral anglicana aunque su esposo era Gran Maestro de la Gran Logia Unida de Inglaterra, matriz de todas las Grandes Logias (una en cada nación y en cada Estado de EE.UU.).
4.2. Otros síntomas laicistas
Apenas fue aprobada por el Congreso de los diputados la abdicación de Juan Carlos I en la tarde del 11 de junio del 2014, los todavía Príncipes de Asturias visitaron la Residencia de Estudiantes en la colina de los Chopos (Madrid). Unos años antes, pocos días después del nacimiento de una de sus hijas, el príncipe Felipe visitó la Residencia de Estudiantes. ¿Por qué sus directivos no fueron al hospital a felicitar a los padres de la criatura como hicieron tantas otras personalidades? Es sabido que la Residencia de Estudiantes, “controlada” por la Institución Libre de Enseñanza, -creada por el masón Francisco Giner de los Ríos-, es un proyecto masónico como reconocieron los tres directivos del Gran Oriente de España en la presentación pública de la masonería en 1977 tras la muerte de Franco[7].
Con ocasión del discurso inaugural del reinado de Felipe VI, algunos medios de comunicación social han resaltado el hecho de que sus hijas estudian en un “colegio laico” y que no han sido matriculadas en clase de religión católica. Si su educación sigue en esta línea, ¿las futuras princesas, una de ellas reina de España, qué entenderán cuando visiten el Museo del Prado, las catedrales, etc., o lean las obras literarias del Siglo de Oro español, especialmente los autos sacramentales y los escritos de los grandes místicos castellanos? Como especializado en Filología Clásica he dedicado tiempo a contemplar las obras de tema mitológico del Museo del Prado, Louvre, etc. Las preguntas que a veces me hacían los desconocedores de la mitología grecorromana que por allí pasaban con cara de interrogación permanente y de indiferencia aburrida me ayuda a entender la frustración de los visitantes de esos mismos museos y de otros de temática predominantemente cristiana sin el conocimiento, al menos rudimentario del cristianismo, que puede adquirirse en las clases de religión.
4.3. Jesucristo, los gerasenos y la piara de cerdos
¿El príncipe Felipe, consciente del poderío político, etc., nacional e internacional de la masonería, trata de congraciarse con la masonería por medio de estos gestos y del laicismo de su proclamación como rey, o manifiesta así alguna vinculación peculiar con la masonería? Además, el rey conoce la suerte de su bisabuelo. El Gran Oriente de España propuso dos veces a Alfonso XIII su iniciación en la masonería. En una de ellas, doce miembros de la masonería internacional le presentaron un pergamino, firmado por uno de ellos, para que lo firmara también el rey. En el texto le pedían “su adhesión a la masonería; decretar que España sea un Estado Laico (laicista); para la reforma de la familia, legalizar el divorcio y decretar la instrucción pública laica (laicista)”. El rey respondió: “Esto jamás. Soy católico, apostólico y romano”. Al despedirse, el responsable replicó: “Lo sentimos. V.M. acaba de firmar su abdicación como rey de España y su destierro”[8].
No es rara la pregunta que trata de averiguar si una personalidad es o no masón. Si no conozco la respuesta con certeza, suelo recurrir a la estancia de Jesucristo en la región de los gerasenos cuando “la legión de demonios”, expulsada de un endemoniado por Jesucristo, poseyó una piara de cerdos y se lanzó acantilado abajo ahogándose en el lago de Tiberiades. Los lugareños, enterados del desenlace, se acercan al Señor no sin cierto temor de ser fulminados y le piden que se marche de su comarca (Mc 5,1-20 et par.). Entre Jesucristo y el poder económico, los gerasenos escogieron la piara de cerdos. Cualquiera se enfrenta a una elección semejante en cualquier tentación e incitación a pecar. Henry Ford, tras el acoso masónico, escogió la salvación de su empresa automovilística iniciándose en la logia de Detroit[9].
Artículo de Manuel Guerra Gómez publicado en Infovaticana.