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La fuente del terrorismo islamista

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Por Alejo Vidal Quadras

La República Islámica de Irán y el ISIS comparten objetivos, métodos e incluso lenguaje. Ambos lanzados a un expansionismo voraz sobre los países árabes desgarrados por conflictos internos…

Los Gobiernos occidentales, con el norteamericano a la cabeza, se enfrentan al caos sangriento de Oriente Medio con preocupación y angustia. En su percepción, el problema más urgente y grave lo plantea el autodenominado Estado Islámico de Siria e Irak (ISIS), que controla amplias franjas de territorio en estos dos países e importantes ciudades de población sunita. La crueldad y la barbarie de las fuerzas del ISIS superan nuestras peores pesadillas, decapitaciones en masa, prisioneros quemados vivos, torturas, mutilaciones, violaciones, son sus prácticas habituales para imponer la sharia mediante la coacción violenta. Ante este despliegue de agresividad vesánica, las cancillerías de las democracias en Europa y en Estados Unidos han desarrollados dos ideas igualmente peligrosas, una es que el fundamentalismo sunita y el chiíta son distintos y que hoy el primero es más dañino que el segundo, y la otra consiste en creer que al menos temporalmente el régimen teocrático iraní puede ser un aliado útil frente al ISIS.

Aunque es verdad que en apariencia la República Islámica de Irán y el ISIS están enfrentados y se disputan la hegemonía en la región, un análisis más profundo revela que comparten objetivos, métodos e incluso lenguaje. Ambos están lanzados a un expansionismo voraz sobre los países árabes desgarrados por conflictos internos, como Irak, Siria, Líbano y Yemen, ambos recurren a la limpieza étnica, a la cosificación degradante de las mujeres y al empleo de milicias fuertemente armadas que arrasan  y asesinan sin contención alguna allí donde operan, ambos se proponen establecer un califato universal destruyendo las monarquías de la zona y ambos ven a los Estados Unidos como su principal enemigo. Tampoco se puede olvidar que tras la caída de los talibanes en Afganistán, los ayatolás iraníes prestaron refugio a los líderes de Al Qaeda que huyeron del país para enviarlos posteriormente a combatir en distintos puntos de su vecindario. Significadas figuras del régimen teocrático de Irán muy próximas al Ayatolá Supremo Jameini han declarado recientemente que su enemigo no es el ISIS, que no desean ser arrastrados a una guerra con el ISIS y que su verdadero enemigo es Estados Unidos.

Por consiguiente, si se examina la situación con la mirada puesta en el medio y largo plazo, la pregunta que surge es la siguiente: ¿Qué es peor, un califato sunita del ISIS sobre Irak y Siria o un califato chiíta que abarque además Irán y que posea armas nucleares? Porque es evidente que si las potencias occidentales cometen el error de libro de abrir la puerta de Irak y Siria a los guardias revolucionarios iraníes, donde ya se encuentran infiltrados en número considerable, con el fin de que combatan al ISIS, después será imposible hacerles salir del territorio conquistado.

La conclusión es que la estrategia correcta en estos tiempos de confusión radica en actuar militarmente contra el ISIS, bloquear cualquier intento iraní de penetrar en los países concernidos, intensificar la presión diplomática y las sanciones económicas sobre Irán, impedir a toda costa que los ayatolás dispongan de arsenal nuclear y apoyar política, logística y financieramente a la resistencia democrática iraní en el exilio y en el interior. Si se cae en la trampa de colaborar con la dictadura jomeinista para frenar al ISIS y se continúa marginando a la oposición iraní para complacer a Jameini, nos espera un futuro sombrío de desbordamiento imparable del terrorismo fundamentalista que mana de una fuente principal: la teocracia totalitaria iraní, modelo de referencia para todos los grupos, sunitas o chiítas, que están empeñados en dominar el mundo al servicio de una interpretación perversa de la doctrina coránica.

Artículo de Alejo Vidal Quadras en el diario La Gaceta.

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