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Fue uno de los gobernantes más lúcidos de la historia y era hispano

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Marco-Aurelio
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Acuérdate en adelante, cuando algo te entristezca, de recordar que la adversidad no es una desgracia. Antes bien, el sufrirla con grandeza de ánimo es una dicha.

–Marco Aurelio, del libro de las Meditaciones.

El Confidencial / Con honrosas excepciones, la trayectoria del Imperio Romano podría estar presidida desde su constitución en su génesis, en su periodo monárquico allá por el 753 de la Era común, hasta sus últimos estertores en la primavera del año 1453 (con la caída de Constantinopla); por la famosa frase del detective privado Harper, encarnado por el extinto y venerado Paul Newman, «el fondo está sembrado de buenas personas. Sólo el aceite y los bastardos ascienden».

Pero a veces a la humanidad se le permite recordar los buenos momentos.

De los antoninos decía el historiador Edward Gibbon que probablemente fue «la época más feliz de la historia de la humanidad»

Una triada de emperadores hispanos o de origen hispano, Adriano, Trajano y Marco Aurelio (este último nacido en Roma) crearon una dinastía excepcional contraviniendo esta descarnada sentencia, una dinastía que llenó de grandeza su tiempo, mientras dejaba la impronta de su huella en este alejado orfanato cósmico en medio de la nada. Ciertamente hubo grandes en la grandeza de este imperio milenario, pero fueron contados. Quizás los Antoninos, fueran la excepción que confirma la regla. Sus cinco primeros miembros son conocidos por el sobrenombre de los Cinco emperadores buenos, definición adjudicada por Maquiavelo. De ellos, decía el historiador Edward Gibbon, que probablemente fue «la época más feliz de la historia de la humanidad».

Así que, en las huellas de los Antoninos se revela una de esas extrañas circunstancias políticas e históricas en las que el destino resuelve caprichosamente los nudos convencionales de lo establecido. Quiso la mala suerte, afortunadamente, que Nerva, Trajano, Adriano y Antonino Pío, no tuvieran herederos biológicos, por lo que la sucesión hereditaria establecida por inercia automática, se trocó en algo que inusualmente suele dar grandeza a los pueblos y a aquellos dirigentes de estatura y visión estadista; la sucesión por meritocracia.

Siglo de oro (y gris colofón)

Sólo Marco Aurelio, probablemente el mejor de este quinteto de ases, en oposición a su enorme lucidez, rompería esta noble tradición, al nombrar a su hijo Cómodo. Sin duda, una enorme equivocación a la luz de los acontecimientos posteriores, pues para desgracia de su pueblo, fue uno de los peores emperadores de Roma. A pesar de este gris colofón, no podemos dudar de que fuera el siglo de oro en la estela de este increíble imperio de construcciones imperecederas en el terreno de la ingeniería civil, la arquitectura, la política, el arte, la administración, lo legislativo y, por supuesto, en su brillantez militar, eje sobre el que pivoto su longeva hegemonía.

Como la sabiduría del agua, que nunca discute con un obstáculo, sino que lo elude y sigue su curso, Marco Aurelio hizo una política práctica, creativa y para el pueblo, erosionando la enorme e Itálica representación senatorial, en detrimento local y en beneficio de representantes de otras latitudes del gigantesco imperio que presidia, lo cual, se tradujo en una proporción de purpurados más equilibrada (cercana al 50% si incluimos las representaciones de “provincias”). Fue en definitiva, un emperador amado por ecuánime y justo.

Mientras Adriano tuvo fuertes diferencias con la clase senatorial, a la que sometió a una erosión constante, Trajano fue más conciliatorio; pero la diferencia con este prestigioso estamento de poder casi omnímodo, la señalo Marco Aurelio que supo atraérselos con su impecable oratoria y lucidez envidiable. No solo era un pensador nato, sino que además, era un seductor incuestionable.

Ya en el año 148 se acuñan monedas en las que su efigie –con barba–, hace una clara alusión a su condición de filósofo a través de este peculiar distintivo que retrataba a esta rara avis de escuela estoica y clara vocación de servicio al pueblo.

Mientras Adriano y Trajano llevaron al Imperio a su punto máximo, con Marco Aurelio comenzó el declive por su abrumador legado cultural e histórico

Mientras en su fuero interno creaba la “ciudadela interior”, un recurso mitad mágico, mitad místico, a caballo entre la serenidad y la paciencia que le caracterizó a lo largo de su vida, los limes se sentían afectados por las agresiones de los partos en oriente y de los germanos en el norte. Autores como Birley y Görlitz consideran que mientras Adriano y Trajano llevaron al Imperio a su punto máximo de expansión, con Marco Aurelio comenzó el principio del declive de aquel imperio de referencia por su abrumador legado cultural e histórico. Y no es que fuera un mal gestor; tablas tenía, pero a veces el infortunio se alía contra los mejores.

Llega la noche

Una suma de casualidades, un inusual desbordamiento del Tiber, una hambruna sobrevenida, enfermedades infecto contagiosas solapadas, una peste muy virulenta, la guerra que se recrudece simultáneamente en varios frentes, etc., crean un ambiente hostil y de difícil solución que a pesar de las dificultades, el emperador de origen hispano, afronta con solvencia y consigue reconducir.

Tras perder cinco legiones en la guerra oriental contra los partos, a duras penas se consigue estabilizar el frente y recuperar lo perdido detrayendo legiones desde el Danubio en una acrobacia harto peligrosa por la fragilidad en la que queda esta frontera. Curiosamente, y a raíz de la derrota de los incomodos partos, de manera más casual que otra cosa, se establecen relaciones comerciales y diplomáticas con China, hito que queda registrado en las crónicas de An- tum (Marco Aurelio) y que ocurre durante la dinastía Han, allá entre el año 200 anterior a la Era común y el 200 posterior a esa misma Era común también.

En Viena, un cáncer de estómago de voracidad implacable devora a este modélico hombre de estado. Otro cáncer, su hijo Cómodo, se apresura a tomar el mando del imperio y con él, la decadencia y el deterioro de aquella enorme maquina cultural y geográfica, se hacen más inquietantes.

Marco Aurelio, una referencia de buen gobierno y de eficacia y eficiencia administrativa y legislativa

Cuando él se fue, la noche se instaló calladamente tras la ausencia de este enorme filósofo y la áspera guerra y el horror, medraron y tomaron las almenas de aquel enorme esfuerzo de humanismo. El poder, el dinero y la represión rampante, desnudaron la naturaleza amable de aquella creación de orfebrería que Marco Aurelio pensó que sería su legado. Su incendiario hijo lineal sacudiría los cimientos de Roma como un viento feroz e implacable, y el incendio soberano y brutal, se llevaría por delante aquel intento de verdad posible, reflejado en una de las obras cumbre del pensamiento humano, las Meditaciones.

Marco Aurelio, una referencia de buen gobierno y de eficacia y eficiencia administrativa y legislativa, donde la justicia tenía un espacio propio y era considerada.

Fue un momento excepcional.

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