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¿POR QUÉ SE PUDREN LAS SOCIEDADES?

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Por Pedro Conde Soladana para elmunicipio.es

Pueden ser varias las causas; pero hay una que permanece a través de la Historia como una constante: es la mala y torpe conducta de sus guías y conductores. Es de tal gravedad que aquélla recoge en sus páginas estrepitosos derrumbes de imperios que se creían con marchamo milenario. España va para casi tres milenios de historia desde sus primeros vagidos.

Cuando en la sociedad, como en el individuo, se pierden o debilitan los principios éticos o se prescinde de las referencias morales o se desguarnecen los cimientos históricos sobre los que están construidos su ser y existencia, la caída, con la desaparición que le sigue, se puede predecir sin poseer el don de un profeta.

Si una nación va dejando paulatinamente de parecerse a sí misma, si los perfiles que la configuran como tal se tornan borrosos y confusos y si el presente comienza a no identificarse con el pasado, el futuro no contará con ella; desaparecerá como las brasas de lo que fue un gran hogar común, apagadas por los inclementes vendavales de la Historia.

Este es, en España, un momento de esos en que los componentes y referencias anteriores, principios éticos y cimientos históricos, comienzan, como en un alcázar antiguo que se tambalea, a desprenderse sus escudos, sus emblemas, sus cornisas, sus piedras…, para caer sobre sus propios moradores.

Pero claro, una nación no está compuesta por seres petríficos que la hacen inerte. Son seres humanos, vivos, que van heredando y dejando en herencia, generación tras generación, con el implícito y explícito mandato testamentario de que cada una de ellas la entregue a la siguiente en las mejores condiciones y hechuras, como exige la altura de cada tiempo. Por eso, en una coyuntura como ésta que por nuestra existencia nos convierte en protagonistas del presente, miramos asombrados, espantados más que expectantes, el espectáculo que nos rodea de compatriotas o individuos que, sin querer serlo han nacido en esta tierra, cómo intentan, como bárbaros invasores, derruir con la piqueta en la mano “los muros de la Patria mía”. Mas, el asombro se convierte en belicosa rabia e incontenible furia cuando ves que quienes tienen la ineludible y constitucional obligación de parar tamaña osadía, se convierten en seres inertes, políticos flojos, ineficaces, perezosos, estériles e inútiles. Y, para un colmo sin sentido, ambiciosos. Pero ¿ambiciosos de qué?, ¿de la nada que nos espera? ¿Podrá haber tipos más mentecatos?, es decir, ¿de mente más corta y tullida?

Éste es el panorama actual de España, con una clase política compuesta, por una lado, de esgarramantas, presta a trocear su túnica inconsútil y, por otro, unos presuntos oponentes, con las riendas del poder en sus manos, de una cobardía, insolvencia intelectual e indecencia moral pública tales que han permitido que aquellos indocumentados contrapatrias se hayan convertido en poco más de dos años en un gravísimo peligro para la subsistencia de esta longeva nación.

Y ha tenido que ser en la tan añorada democracia, después de una larga, pero al final fructífera dictadura sobre la que se basó aquélla y su esperanza, en la que todos los vicios y demonios, que todas las naciones arrastran en sus arcanos históricos, se hayan desatado para intentar sepultarla con sus glorias y miserias, sus virtudes y defectos y con ella su propio ser y existencia; pero una nación, al fin, de talla universal.

Qué duda cabe que no es la democracia, como instrumento para la convivencia y las libertades, la culpable. Son y han sido los individuos elegidos por la ciudadanía para el ejercicio de la política los que han usado, manipulado y corrompido el instrumento de la democracia, desfigurándola y deformándola en beneficio de sus personas y sus partidos. Es tan evidente esto, tan diáfano en la hora actual de nuestra Patria, que en este impasse producido a raíz de las elecciones del 20 de diciembre del pasado año, los cabeceras de partido y sus secuaces han demostrado con su desnudez política, además de su inmensa medianía o quizá por ella, su talla de gobernantes liliputienses; por más que intenten disimular la incontenible ambición que los desborda.

Lo gravísimo de la situación no es la suerte que corran ellos y sus pesebres políticos, cuyo lugar físico debería estar ya en las sombrías ergástulas, lo muy grave es el inmediato riesgo en que están poniendo el destino de España sin que, por otro lado, los ciudadanos que supuestamente la aman hayan reaccionado ya con el honor que tal momento exige. ¿Por qué por el honor? Porque esta clase política corrupta que nos gobierna han manchado y están manchando ante el mundo el honor de nuestra Patria.

Quizá es que no sea llegado aún aquel otro momento en que otro alcalde de Móstoles de aquella Guerra de la Independencia grite: “Españoles, la Patria está en peligro, acudid a salvarla”. Ahora otra guerra de independencia lo es dentro y contra España. Cuando la Historia se repite, nunca es por el éxito, es, por desgracia, por el fracaso.

¡Ala, exagerado!

Pedro Conde Soladana

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2 COMENTARIOS

  1. Magnífico artículo, lo suscribo letra a letra. Felicidades. Yo también escribo artículos para esta publicación, y me satisface enormemente ver que no soy el único en decir estas cosas. Pues chapeau.

  2. Hacerse con España,como se están haciendo como pieza de trofeo para colgar a saber en que cuarto oscurecido e inquietante de cualquier país lejano es todo un triunfo para ellos.
    Lo peor es que la entreguen los hijos de España.
    La cosa va de globalización y de desmembrar los antiguos imperios y lo dicho, ahí España es una pieza codiciada.
    Y a nosotros nos odian,querido amigo Pedro porque saben lo que representamos,por ello en nuestro «jardín»no permitieron nunca que creciera la hierba.

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