La República se desvió del buen camino y cayó en la anarquía y en la guerra”. No lo escribo yo. Lo dijo don Niceto Alcalá Zamora, en su libro “Régimen político de convivencia en España. Lo que debe ser y lo que no debe ser”, escrito en su exilio de Buenos Aires y publicado en 1945. Fue el artífice decisivo en la proclamación de la Segunda República, el 14 de abril de 1931. El único presidente legitimo, que fue desposeído de su cargo por las Cortes en abril de 1936, mediante un golpe de Estado parlamentario, que le obligó a emprender el camino del exilio con su familia.
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Dice más. Escribe en el prólogo que “el Alzamiento de julio de 1936 (…) fue republicano en sus comienzos”. “La insurrección fue una rebeldía legal – subraya – contra los que habían violado reiteradas veces la legalidad constitucional”.
Para Alcalá Zamora, la República equivale a una fecha: el 14 de abril de 1931. “Todo lo que vino después fue una desviación del espíritu originario, causada por los fanáticos de uno y otro lado”. Cuenta que después de la quema de conventos de 1931, convocó un Consejo de Ministros para tratar de la conducta a seguir con la Iglesia católica. El propuso, – según escribe -, “la paz religiosa, la separación de la Iglesia y el Estado y un nuevo Concordato”. Por once votos contra uno se acordó que esta seria la pauta a seguir. Sin embargo, semanas después, las Cortes y el Gobierno “se inclinaron por la persecución religiosa y el anticlericalismo del más rancio y desusado estilo”.
Luego, el eminente jurisculto, examina las mil y una ocasiones en que la Constitución de 1931 “fue deliberadamente violada y pisoteada por el Gobierno de la República a partir de febrero de 1936”. “De los 125 artículos de la Constitución – revela don Niceto – ni uno solo quedó intacto. Todos fueron conculcados por el Gobierno de Frente Popular”. Resume su denuncia con estas palabras: “¿Quién ha matado la Constitución de 1931? ¿Los rebeldes de julio de 1936? La verdad es que no han hecho sino disparar contra un cadáver que ya estaba apuñalado por las izquierdas republicanas”.
Los católicos de aquella época sufrieron la legislación laicista republicana con una terrible violencia totalitaria que trataba de arrancar a Dios de sus corazones. La República defendió el laicismo y tenía derecho a ello, pero no tuteló la libertad religiosa ni el pluralismo espiritual, requisito fundamental en un Estado democrático. Durante más de medio siglo se ha dado una interpretación exclusivamente política a la persecución violenta de la que fue objeto fundamental únicamente la Iglesia católica.
He aquí las palabras del cardenal Vidal y Barraquer al ministro Manuel de Irujo:
“Los fieles todos, y en particular los sacerdotes y religiosos, saben perfectamente los asesinatos de que fueron víctimas muchos de sus hermanos, los incendios y profanaciones de templos y cosas sagradas, la incautación por el Estado de todos los bienes eclesiásticos y no les consta que hasta el presente la Iglesia haya recibido de parte del Gobierno reparación alguna, ni siquiera una excusa o protesta”.
Así comenzó la persecución religiosa:
Año 1931.- (11-13.05): Más de un centenar de iglesias y conventos son incendiados y saqueados en Madrid, Valencia, Alicante, Murcia, Sevilla, Málaga y Cádiz. La fuerza pública no interviene.
Año 1932.- (16.01): Orden de retirar el Crucifijo de las escuelas. (19.01): El Gobierno suspende el diario católico El Debate (23.01)
Año 1933.- Enero: Continúan los incendios de edificios eclesiásticos. (17.05) Las Cortes aprueban la Ley de Confesiones y Congregaciones Religiosas.
Año 1934.- (04. 10): Comienza la revolución de Asturias. Los rebeldes entran en Oviedo, destrozan la catedral y otros edificios religiosos y asesinan 34 sacerdotes y religiosos. En Catalunya, el presidente Lluis Companys proclama el Estado catalán dentro de la Republica Federal Española.
Año 1936.- (19.02): Azaña forma el primer Gobierno del Frente Popular. Comienzan los incendios, asaltos, saqueos y destrucción de iglesias y conventos. Atentados y asesinatos de personas en toda España. A la persecución política se une la persecución religiosa.
En Tarragona, primera víctima de la persecución religiosa, el sacerdote Jaume Mir Vime es asesinado en el Monte de la Oliva. (24.07): La Generalitat cesa a los funcionarios no adictos y decreta el cese de los concejales desafectos al Frente Popular.
Año 1937.- (1, 7, 28. 01 y 20.02 ): La Generalitat elimina los nombres de Santos de las denominaciones toponímicas. (19.03): Pío XI publica la encíclica Divini Redemptoris contra el comunismo y la persecución religiosa en España.
Año 1938.- (11.02). El ministro Manuel de Irujo (PNV) invita al cardenal Vidal y Barraquer (exiliado por la República) a regresar a España. (30.04): Respuesta del cardenal: “Yo no debo regresar a mi diócesis mientras haya un solo sacerdote en las cárceles. No pueden hermanarse la libertad del pastor con la prisión de sus sacerdotes”.
Conclusión: Siete mil sacerdotes asesinados; diez mil templos devastados; miles de familias católicas enlutadas. El cardenal Vidal y Barraquer, exiliado. ¿Quién tendría que pedir perdón por esta barbarie? Ustedes mismos…
Por Francesc Basco, publicado en Diari de Tarragona el 25/11/2013