Mariano Rajoy hizo un balance más que positivo del primer mes en acción de su Gobierno en minoría. A su juicio, el acuerdo alcanzado sobre el techo de gasto lanzó el mensaje que se puede «confiar» en España ya que «cumple» con sus compromisos, y «eso es lo importante». Una negociación con el PSOE y Ciudadanos que «no fue fácil», aunque se encuentra cómodo con sus interlocutores, en especial con Javier Fernández, a quien no dudó en saludar. «La clave es no contar» nada, zanjó en charla informal con periodistas, en los fastos por el 38 aniversario de la Constitución.
LD / Más que nunca, el presidente quiso ser cauto y cumplir con su regla de oro de no desvelar en qué momento se encuentra la relación con los partidos políticos a los que pretende acercarse. De nuevo, expuso que hay que ir paso a paso, y tras felicitarse una y otra vez por los pactos alcanzados, declaró que todavía «no» ha empezado a hablar de las cuentas públicas, por lo que desconoce cuándo se podrían aprobar. E insistió en la necesidad de que todo transcurra con discreción, aunque admitió que él mismo está en contacto con el PNV. A su lado, Soraya Sáenz de Santamaría corroboró que el deshielo político con los nacionalistas vascos es ya un hecho.
Albert Rivera, a Mariano Rajoy: «Ánimo»
A Mariano Rajoy se le vio relajado, haciéndose fotos con muchos invitados. Ya rodeado de informadores, se le acercó Albert Rivera, con el que tuvo un claro distanciamiento por su decisión de favorecer al PSOE en su negociación sobre el techo de gasto. «Ánimo», se le escuchó decir al líder de Ciudadanos. «Quiero que la legislatura dure» pero «no depende de mí», dijo, ya sin su aliado de investidura delante.
El jefe del Ejecutivo reconoció que se dará por satisfecho si, al final, logra acordar los que considera los grandes temas de Estado, como son la educación, las pensiones, la violencia de género y la financiación autonómica. Cuestiones «para los próximos 25 años», y de las que ya se está negociando, según quiso precisar. Esto es, quiere ser recordado como el hombre de los consensos. No incluyó en ese paquete la reforma de la Constitución, aunque fue el asunto que prácticamente monopolizó tanto los corrillos como su declaración inicial.
«La pregunta que hay que hacerse es qué queremos reformar», afirmó una y otra vez, sin querer aclarar en ningún momento qué cambios efectuaría. En todo momento, Rajoy dejó entrever que no hará movimientos bruscos y que, primero, se tienen que aclarar sus interlocutores. Más aún, dio la impresión de que espera no tener que abrir ese melón a corto plazo. «Que nos informen de lo que hay que reformar (…) Yo no tengo ningún problema, pero teniendo muy claro lo que hay que reformar y lo que no», arguyó, dando a entender que nadie le había remitido un papel concreto.
Antes de entrar al salón de pasos perdidos del Congreso, Rajoy hizo una breve declaración en la que ya avanzó sus reservas sobre posibles modificaciones: «Se puede hablar, pero debemos ser prudentes. Esto no es un asunto para ocurrencias ni para historias, ni para frivolizar. Es un asunto, como se hizo en 1978, para hacer las cosas muy bien», resaltó. «Estas cosas conviene hablarlas y pactarlas», insistió, sin ver claro «el principio y el final» de la historia. Rafael Catalá, el titular de Justicia, llegó a declarar que ve muy difícil que se acometan los cambios en la presente legislatura, pese al acuerdo con Ciudadanos y las reclamaciones expresas del PSOE.
«Ahora voy a convocar yo un referéndum», ironizó Rajoy, mezclando este tema con lo ocurrido en Italia. Según desveló, no ha despachado Matteo Renzi, con el que tuvo más de un encontronazo. En cambio, sí tenía previsto mantener una conversación con François Hollande, con quien sí mantuvo una buena sintonía. A su alrededor, todos esperaban para saludarle, principalmente cargos de su propio partido, entregados a su líder. Las cuestiones sobre el congreso nacional del PP se las dejó a Luisa Fernanda Rudi, también en el acto. No aclaró si María Dolores de Cospedal seguirá siendo su secretaria general.