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EL LEAL FALANGISTA QUE FUSILÓ FRANCO

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El leal falangista que fusiló Franco

Al querer ocultar nuestra verdadera historia se simplifica la grandeza y la bajeza de actos pasados que nos interesa saber para no caer en los errores de siempre o para repetir y mejorar las consignas que nos han hecho mejores.


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Ciertos intereses actuales han creado una serie de métodos que ocultan e inventan la historia de España, con el peligro y las grandes pérdidas culturales, sociales, de conocimiento y de identidad que ello supone.

Quiero contar una historia que sucede en una época convulsa y dolorosa de nuestro país, pero que ahí está y me parece bueno rescatarla.


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En septiembre del año pasado, en 2016, en una casa rural de Gredos, concretamente en Navalsauz (Ávila), tuve el honor de conocer a Celia Domínguez junto con unos amigos que allí coincidimos. Ni se me pasaría por la cabeza cuando me la presentaron que iba a descubrir una historia tan conmovedora y trascendental para los designios de nuestro país en los años de la posguerra y de la segunda guerra mundial.

Gracias a las palabras de Celia, a las Tribunas del MFE y a un artículo que Alfredo Amestoy escribió en El Mundo, he corroborado una de las historias más impactantes e interesantes que he encontrado en mi vida.

Amestoy lo titulaba “el falangista que fusiló Franco”, yo añadiría la palabra “leal”; “el leal falangista que fusiló Franco”.

Celia es hija de Juan José Domínguez Muñoz, un falangista que a sus dieciséis años queda seducido por el mensaje de José Antonio Primo de Rivera y no duda trasladarse en bicicleta desde Sevilla hasta Madrid para escuchar el discurso del fundador de la Falange.


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Juan José sería fusilado diez años más tarde, cuando contaba veintiséis años de edad, por orden del General Franco. Su hija se quedó huérfana de padre a los tres meses y medio.

Al casarse de nuevo su madre, Celia vivió con ellos y su abuela materna en la provincia de León. Celia escuchaba anonadada lo bien que su abuela hablaba de su difunto padre, la señalaba una estrella y la decía, “mira Celia esa estrella que tanto brilla es tu padre”. Todo lo bien que hablaba su abuela de su padre, no lo hacían los demás. Lo que más llega al alma de Celia y lo que más la duele, es que un día, “al no traer muy buenas notas” la dijeran que eso no era sorprendente al ser la hija de un terrorista. Eso hizo que tomara la decisión de irse voluntaria interna a las Teresianas y allí empezar a investigar a su padre. ¿Qué había pasado con su padre?, ¿por qué era un terrorista?, ¿qué había hecho?

Localiza a la familia de su padre con una guía telefónica de Sevilla “de la calle Álvarez Quintero” y llamó del número uno de la calle al veinticinco, hasta que aparecieron un hermano y una hermana de su padre, a los que ha querido con locura y según sus propias palabras “se han portado de diez”.


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“Mi padre fue uno de los que quitó una bandera Roja en el Ayuntamiento de Aznalcóllar para arriar la bandera Nacional (Republicana)”, se refería Celia a los sucesos del municipio sevillano de Aznalcóllar antes de la guerra los días 29 y 30 de marzo de 1935 entre falangistas de Sevilla e izquierdistas de Aznalcóllar. Se produjo una pelea de más de dos horas en la que, debido a una pedrada en la cabeza, cae al suelo el falangista Manuel García Míguez, siendo rematado por un disparo a quemarropa. También muere en el mismo enfrentamiento el izquierdista que remató al falangista. El saldo final es de dos muertos y cinco heridos.

Después de la retirada del pueblo sevillano, varios falangistas entre los que se encontraban Juan José Domínguez y su gran amigo Narciso Perales, fueron detenidos. En el juicio son defendidos por José Antonio Primo de Rivera.

El cadáver de Manuel García Míguez primero quedó allí tirado y después fue llevado al cementerio municipal en el carro de la basura del pueblo siendo sometido a insultos, pedradas y vejaciones.

José Antonio Primo de Rivera, recordaba en un discurso así estos hechos:

“…Esa es nuestra tarea: educar a una generación para el sacrificio con tal que las otras reciban una Patria más grande. Casi diría, no que vamos lográndolo, sino que lo hemos logrado: no hace dos años que empezamos, y contad ya nuestros muertos, nuestros heridos, nuestros presos… En estos días han muerto dos camaradas magníficos, uno en Salamanca, otro en Aznalcóllar; mientras estamos aquí reunidos, trece de los nuestros sufren cárcel en Sanlúcar la Mayor. Así todos los días, una juventud escéptica, perezosa, se va convirtiendo en una juventud militante.

Estad seguros de que este ímpetu nuestro triunfará al cabo. Entonces veremos cuántos alegan que nos acompañaron desde el principio. Veremos cuántos se apresuran a ponerse camisas azules. Pero las primeras, las de las horas difíciles, no se confundirán con estas camisas retrasadas. Aquéllas tendrán olor a pólvora y rozadura de plomo; pero tendrán también la virtud de que les broten de los hombros alas de imperio.” (Ovación.)

Domínguez sería recompensado;

“Resolución de la Junta de Recompensas de FEJONS de 20 de Octubre de 1935:

El Aspa Blanca para Juan José Domínguez Muñoz.

Firma la resolución: José Antonio Primo de Rivera.”

Durante la guerra bate una auténtica marca cruzando, en misiones arriesgadas, seis veces de la zona nacional a la zona roja, con los correspondientes retornos, por lo que fue capturado en varias ocasiones.

Al concluir la guerra civil, Domínguez se dedicó al Servicio de Información. Las condiciones económicas en que vivía hacen descartar su condición de agente doble. Hicieron creer a Franco que trabajó para el Intelligence Service americano. En realidad trabajaba para la inteligencia naval alemana, quizá, y lo dejo en el aire porque aunque tengo indicios no lo he podido corroborar, podía estar preparando un ataque alemán a Gibraltar.

“Mi padrino de bautizo fue el embajador alemán en España”, nos dijo Celia. Cabe destacar que ni todos los alemanes eran nazis, ni en esos años se conocían las atrocidades y barbaridades que cometió Hitler y que el mundo conocería tras el final de la segunda guerra mundial. “Mi padre era una buena persona que daba de comer a cualquiera del otro bando que viera pasando hambre” nos relataba Celia orgullosa de la bondad de su padre ya que cualquiera que lo conoció se lo hizo saber a Celia.

Marcaría el final de Juan José Domínguez los rocambolescos sucesos de Begoña en Bilbao, que tuvieron lugar un 16 de agosto de 1942. Celia nos contaba como su padre fue a Bilbao a recibir a un grupo de divisionarios que regresaban de Rusia, “mi padre estaba de paso por allí, fueron a un merendero cercano, cuando los dijeron que había follón. Se estaban metiendo con unos falangistas y fue allí a dar la cara, no a poner bombas, ni a matar a nadie”, Celia decía la verdad. Lo que ocurría era que en el Santuario de Nuestra Señora de Begoña, en Bilbao, presidido por el General Carlista José Enrique Varela, entonces Ministro del ejército, un numeroso grupo de carlistas que se encontraban allí congregados comenzaron a proferir insultos contra la Falange, contra Franco y a favor de la legitimidad de la monarquía. Al producirse un enfrentamiento a golpes entre los requetés y ocho falangistas, Juan José Domínguez lanzó una granada de mano para defenderse y esto causó setenta heridos leves. A partir de aquí, Domínguez fue acusado de atentar contra el ejército en la persona del General Varela, que estaba escondido en la Basílica y hasta allí no llegaron los daños, y juzgado por un Tribunal Militar que presidió el General Castejón. El 24 de agosto fue condenado a muerte junto a Calleja, otro camarada al que se le conmutó la pena por tener condición de mutilado de guerra. “Castejón me pidió perdón”, afirma Celia, y él mismo dijo que firmó sentencia contra su propia voluntad.

Exponía Alfredo Amestoy en El Mundo: [Un mes antes de estos sucesos, Alemania ya tenía preparada la Operación Ilona para invadir, primero, el País Vasco y luego toda España. El 7 de junio, el Führer había comentado que “los curas y los monárquicos se habían confabulado para hacerse con el poder en España”. Si la Guerra Civil estallara otra vez no le extrañaría, decía, “ver a los falangistas obligados a hacer causa común con los rojos para librarse de esa basura monárquicoclerical”.

¿Fue esta información, que ignoraban incluso los falangistas que actuaron en Begoña, la que obligó a Franco a sacrificar a Domínguez? Porque, en el fondo, él, como Calleja, Rivadulla, Hernández Bravo y los demás, habían reaccionado en Begoña cuando oyeron “¡Viva el rey!”, “¡Abajo el socialismo de Estado!”, e incluso “¡Muera Franco!”. La situación demencial de aquellos días se concreta en la respuesta de Franco al obispo de Madrid, que le pide el indulto. “Tendría que condecorarle, pero le tengo que fusilar”.]

Nos contaba Celia que su padre se presentó en Comisaría voluntariamente para decir “he sido yo”. Una vez condenado y leal a sus ideales falangistas, estando como siempre a la altura de las circunstancias, llegó al extremo de negarse a aceptar una fuga que se había preparado.

Antes de fusilar a Juan José, la madre de Celia se despidió de él con un “hasta mañana” creyendo que volvería a verle al día siguiente, y a la pequeña Celia, que contaba con tres meses y medio de vida, la pasaron entre los barrotes de la celda para que Juan José Domínguez la tuviera por última vez entre sus brazos. Lo fusilarían esa misma madrugada, pero unas horas antes escribirá su testamento:

“Testamento mensaje a la posteridad Nacional Sindicalista:

Estoy condenado a muerte y espero orgulloso que fecho y confiado el momento ansiado de unirme en los luceros a nuestro José Antonio. No quiero recordar la monstruosidad de mi sacrificio fiel y disciplinado como mora permanente de la Falange.

Fui testigo de un atentado contra nuestro jefe nacional supremo, Francisco Franco Bahamonde, y respondí con cuanto pude a defender nuestros principios y los de nuestro supremo jefe. Él en estos momentos de vacilaciones impropias de la senda que señala José Antonio, inconsciente tal vez, se unió a nuestros enemigos seculares extranjeros, pero él sabrá responder ante Dios y ante la historia de una debilidad impropia de un General que ostenta la Gran Cruz Laureada de San Fernando y que grabó con letras de oro una etapa de resurrección nacional.

Juventudes españolas que os formasteis en nuestras doctrinas, que cumplisteis con arrojo y valor a crear corazones capaces de los mejores sacrificios, vigilad a los niños de hoy encausándoles hacia nuestro yugo y flechas, signos de unión y de imperio de una saga que supo morir y vencer ante los enemigos más fuertes del mundo; os pido que reivindiquéis mi nombre y sepáis ser como José Antonio, los forjadores de la Falange grande y libre que él soñara.

¡Arriba España!

Juan José Domínguez Muñoz desde la Prisión de Larriñaga”

El 1 de septiembre de 1942 fue colocado ante el piquete de ejecución, con la camisa azul y mientras entonaba las primeras estrofas del «Cara al sol», las balas amigas de la Guardia Civil acabaron con la vida del único falangista fusilado por el Caudillo. Ese mismo día Hitler concedía la Cruz de la Orden del Águila Alemana a Juan José Domínguez ridiculizando de esta manera a Franco.

La familia recalca que Domínguez no fue nazi nunca y que los “da vergüenza enseñar una condecoración con un águila, una cruz y varias cruces gamadas que Hitler no se la daba a nadie”. Lo que está claro es que el falangista fue leal a Falange, a España y a José Antonio. Que los alemanes habían ayudado a España a acabar con la barbarie comunista y en ese momento nada se sabía del holocausto ni de todo lo que fue después de la derrota alemana. Además la doctrina falangista rechazaba la idea racial y anticatólica del nazismo desde el momento de su fundación, el mismo José Antonio tras un viaje a Alemania lo reafirma.

El suceso serviría a Franco para destituir a los tres ministros más influyentes del Régimen, Galarza, de Gobernación, Varela del ejército, y a Ramón Serrano Suñer de Exteriores. Así el Caudillo aprovecha lo ocurrido para reafirmar su poder personal. Relevó a su cuñado Serrano Suñer, tres días después de que, por el referido fusilamiento, dimitieran los falangistas puros Narciso Perales y Dionisio Ridruejo, quienes dijeran a la familia que con la muerte de José Antonio y de Domínguez, moriría también la idea del nacional sindicalismo. Cuenta Girón de Velasco (Ministro de Trabajo) que se atribuyó a Carrero Blanco la sugerencia del cese de Ramón Serrano Suñer, algo que Franco quería, pero no sabía cómo hacer desde muchos meses antes.

Gracias a Girón, madre e hija pudieron viajar en coche hasta Bilbao para despedir a Domínguez. En el entierro una docena de falangistas de Bilbao, más mujeres que hombres, presenciaron cómo se sepultaba el cuerpo en una fosa gratuita cavada en un descampado del cementerio de Derio. Al cabo del tiempo, sus restos fueron exhumados para trasladarlos a una sepultura más digna. Allí permaneció hasta 1988, cuando su viuda, la madre de Celia, adquirió una sepultura en el camposanto de Galapagar (Madrid).

El mismo Ramón Serrano Suñer se reuniría con Celia y su madre en el año 2002 para explicarlas que, “lo de Begoña fue un suceso lamentable, pero no hubo ni fuerza ni unión ni para salvar a Domínguez ni para mantener el poder. En aquel momento vivíamos con un dinamismo trepidante, pero Franco, en seguida se dio cuenta de que esos falangistas que parecían tan intransigentes, los Arrese, los Fernández Cuesta, los Girón, venían a comer de la mano. Y ése fue el principio del fin. El gran amigo de todas las horas, Dionisio Ridruejo, dimitió de todos sus cargos y lo mismo hizo Narciso Perales, Palma de Plata y el tercer hombre en el mando de la Falange después de José Antonio y Hedilla. Fue por eso por lo que yo propuse que la Falange fuera -dignamente licenciada-“.

Si me hubieran dicho aquel día que iba a conocer de boca de aquella mujer cercana, amigable, sana y comprensible, la madre de todo ese grupo que nos reunimos en Gredos, esta historia y que ella era la hija del principal protagonista, no me lo hubiese creído. ¡Gracias Celia!, por contarnos tu historia y por ser como eres.

Artículo de David Sierra publicado en la Tribuna Narciso Perales

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4 COMENTARIOS

  1. Es curioso comprobar como todos estos falangistas con Perales a la cabeza que iban tan de antifranquistas y demócratas de toda la vida en la transición apoyaron la entrada de España en la II Guerra Mundial al lado de Alemania. El tal Perales incluso incito a dos camaradas suyos a actuar en Gibraltar, para provocar la entrada de España en la guerra al lado de Alemania, y les costó la vida porque fueron fusilados por los ingleses.

  2. Por cierto que no sirve de nada que digan los defensores del tal Perales y Cía. que entonces no sé sabía nada del Holocausto, el fundador del Nacional-Sindicalismo ya condenaba el régimen hitlerista por los asesinatos del 30 de junio de 1934 en su obra Discurso a las Juventudes de España editado en 1935. Como también condenaba al fascismo en su otra obra Fascismo en España? editada también en 1935. Una prueba más que la falange del marqués de Estella ha ido siempre a la deriva a partir de enero de 1935 mes y año en que los Nacional-Sindicalistas se fueron muy acertadamente de ella.

  3. TUVE la ocasión de ver el video y ver también a la hija de Juan José Domínguez explicado todo esto.Por lecturas anteriores conocía aquel suceso que sin duda marcó un punto de inflexión en el papel de la falange en España.Meses antes se pudo ver en TV la serie que iba sobre el romance de Serrano Suñer con una joven aristócrata y donde en un capítulo salen aquellos sucesos llevados mas o menos fielmente a la pantalla,aunque a decir verdad,el pequeño grupo de falangistas «radicales» aparentan ser un poco los malos,mientras el general monárquico,evasor y amablemente cornudo llegan a enternecer.La verdad que me parece impresionante la historia de aquel joven tan imbuido de los ideales falangistas y nos hacemos una idea a día de hoy del enorme valor de toda una generación española,pues hablando de ideales,y no de otras muchas cosas,ya me gustaría hoy compartir con ese tipo de personas.Somos un montón de pasado y ojalá algún día podamos ser un montón de futuro.En aquel momento incluido el drama familiar murió algo muy importante en España y hoy todo sigue pareciendo nublado y gris,desértico de grandes valores.

  4. Un hombre de 26 años con esa personalidad y esa forma sencilla, humilde y noble de relatar un testamento con esa valentía sólo merece seguir disfrutando en situaciones similares o parecidas, de la vida eterna. Era huérdano muy joven de padre y madre y no mató a persona alguna.

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