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Tertulia de la Ballena Alegre el miércoles 18 de marzo de 2015

«José Antonio Primo de Rivera, superviviente»

Por Enrique de Aguinaga

El 29 de octubre de 1944, en el periódico de la Escuela Oficial de Periodismo, se publicó un artículo titulado José Antonio, el hombre  y subtitulado Meditaciones de un camisa nueva. Era mi primer artículo impreso sobre José Antonio Primo de Rivera y, por eso, más meditado que mis anteriores soflamas en las radios locales y en los periódicos murales.

Lo escribí, recién cumplida la mayoría de edad, veintiún años. Niño republicano, del Madrid de la guerra, con sus extensiones a Valencia y Barcelona, tras la catástrofe familiar, mi madre y yo recalamos, en 1940,  en Orense donde descubrí a José Antonio en el tocho de las Obras Completas y en la camaradería del SEU de Santiago, con tres veranos en el Albergue Universitario de Bergondo, al pie de una pintada que era todo un programa idealista: Vivir no es necesario; navegar. si.

El artículo dice, palabra por palabra:

Sí , yo soy camisa nueva. No sé si con esto soy más o menos afortunado. Pero, aunque tengo, como todos, la añoranza de los tiempo primeros, de la presencia viva de José Antonio, de aquel clima heroico, creo que esto no es lo fundamental.

Para todos -viejos y nuevos camaradas- ahí está la lección conmovedora de José Antonio. Lo otro es anécdota, y si de veras nos interesa conocer su figura no lo conseguiremos por vía de lo pintoresco.

Nos lo han contado muchas veces; lo hemos leído con la emoción del descubrimiento. En una noche clara, con chisporroteos de fuego campamental; en la soledad del espíritu deslumbrado: Era una mañana dominguera, era un día gris de otoño madrileño, era el 29 de octubre … Nos lo han dicho con sencillez, con énfasis, con apasionamiento. Pero lo único inmutable es una oración que empieza diciendo de un hombre nefasto y termina con un amanecer presentido en la alegría de nuestras entrañas.

Para mí, esto es lo único que vale. El detalle, el color de la mañana, son pinceladas nostálgicas, algo así como el césped y el arroyo, y yo, que no conocí a José Antonio, recelo en aceptar estas referencias que con su apasionamiento han ido deformando su figura, haciendo un cromo o -lo que considero peor aún- un mito de lo que por encima de todo fue Hombre con todo su profundo significado.

Creo que el mito es peligroso. En primer lugar porque origina una conciencia irreal de las cosas. A las nuevas generaciones hay que darles la auténtica versión de José Antonio; el hombre extraordinariamente sereno y armónico; pero esto no esporádicamente sino logrado a, través de una severa disciplina mental.

José Antonio posee un cerebro magníficamente dotado. Su inteligencia tiene el perfil de lo clásico, y así su obra. El movimiento de Falange Española no fue el resultado de un arrebato, sino el fruto de una madura reflexión. A través de sus escritos, el mismo evidencia la lucha intima y tremenda entre su vocación individual y su entrega al servicio de España.

La arquitectura ideológica de la Falange es la madurez de un pensamiento hondamente reflexivo que rechaza lo espontáneo. Soy enemigo de las improvisaciones, igual en un discurso que en la muerte. La improvisación es una actitud de la escuela romántica, y no me gusta.

Aprendamos a ver en José Antonio esta organización mental antes que nada. Para nosotros José Antonio debe ser el Hombre y el Político. En lo demás -Profeta, Vidente, Poeta…- hay algo de zarandaja y tufarada, Sobre todo en lo de Poesía.

José Antonio trajo una nueva dialéctica, una oratoria y un estilo que tuviesen la virtud de mover. A los pueblos no los han movido más que los poetas. Pero-¡cuidado!-que esto se ha traído y llevado mucho- José Antonio no  dijo que estos mismos poetas fuesen los conductores. Atribuye, certeramente, a la Poesía una facultad de exaltación, pero no una facultad rectora y en último término conserva siempre su posición intelectual cuando atribuye al cerebro modos de amar desconocidos por el corazón. La Poesía no puede considerarse como la esencia del Movimiento por la misma razón elemental que nos dice que la música de órgano no es la propia iglesia. Esto es la forma, pero no la entraña.

Lo fundamental, la base del sistema, es el Hombre. Y aquí está la suprema creación joseantoniana: un tipo humano completo. Y él mismo es substancialmente el arquetipo, pues si descubrió la verdadera dignidad humana y trajo el yugo del Servicio como norma, él supo llegar hasta su forma suprema con la misma gallardía con que le dedicó su vida en una dolorosa evasión de la torre marfileña. Y, aun en ese tremendo momento, no se deshumaniza, no hace una frase para la galería, sino que con sencillez y sinceridad profundamente humanas surge la confesión: Nunca es alegre morir a mi edad.

Este era el hombre. Bienaventurados los que le conocieron. Pero más bienaventurados aún los que sin verlo lo amaron y creyeron en él.

Así lo escribí, con todos sus balbuceos e ingenuidades, hace setenta años. ¡Setenta años, Dios mío ! En la inmediata posguerra, en medio  del ardor heroico de los vencedores, en medio de la retorica apabullante de combatientes y camisas viejas.

A primera vista, el simple hecho de que una persona persista setenta años en una devoción algo quiere decir, más que un puro empecinamiento. Mucho más, cuando son tantos los emocionantes empecinados, como nuestro Ceferino, de apellido Inasequible al Desaliento; como nuestro Jaime, de las Proezas, la más intelectual: dilucidar el legado de José Antonio. Él solo; es decir, con Beatriz, otra empecinada de cuidado.

Algo habría, efectivamente, en aquel principio para que, en medio de aquel énfasis, un principiante, un camisa nueva, reclame la hombría de José Antonio, por encima de las atribuciones gloriosas de poeta, profeta, mito (capitán o titular de doctrina, añado), y ¡sorpresa de las sorpresas! lo proponga ¿ por vez primera? como arquetipo, un año antes de que lo hiciera Eugenio Montes, solemnemente, en el diario Arriba:

Los puntos, los programas, la situaciones  pasan. Nunca José Antonio, cifra ardiente de una ensoñada España, será ceniza, porque ha trascendido a una arquetípica actitud ante lo humano.

Setenta años de mera supervivencia. Por supuesto; pero, al mismo tiempo, de maduración, de destilación, por debajo de constantes y contradictorias  vicisitudes. Desde  la arrogante euforia de un José Antonio subido a todas las paredes, de un José Antonio que se compra y se vende en el mercado, mientras los ríos falangistas, alegres como el agua en la pradera montaban campamento en las afueras y alguien planta las flechas yugadas a la entrada de todos los pueblos.

Pronto vendrían la confusión, el desconcierto y el silencio. Y la travesía del desierto, el tabú, el ostracismo, la demolición de monumentos.  También, el goteo, las hogueras a la intemperie, la insólita bibliografía, la catacumba, en fin,  de los camaradas empecinados.

Una nieta mía, universitaria, piensa y yo lo recojo en Mil veces José Antonio, que Franco se cansó de él , lo encarceló y después lo mando fusilar…

La ignorancia es flagrante. En el libro de cuarto curso de E.S.O. (Educación Secundaria Obligatoria), Lengua y literatura castellana, Editorial EDEBE, junto a un retrato de José Antonio, se lee: 1923. Sube al poder José Antonio Primo de Rivera, tras un golpe militar e impone una dictadura.

A pesar de todo, José Antonio sigue creciendo.

Cinco alturas advierto en este crecimiento.

La primera, la idea de que la Falange se identifica en José Antonio, jefe de una Falange minoritaria, minoría en sí mismo.

El traductor de Falange. Historia del fascismo español, Francisco Farreras, que se declara falangista desengañado, afirma en el prologo, apoyando al autor,  que José Antonio «es» casi él solo la Falange.

A propósito del plan de Ansaldo para deponer a José  Antonio de la Jefatura, Payne recoge el  rumor de que falangistas radicales pensaron llegar al asesinato. Y, cerca de la Navidad de 1934, documenta la confidencia de José Antonio: De no haber corrido ya la sangre, hoy licenciaba a la Falange. ¿Cuál sería el destino de estos chicos si triunfaran? ¿Cuál sería su empleo en circunstancias normales? A muchos tendría que mandarles al Congo.

Estrictamente son dieciocho meses (de octubre de 1934 a marzo de 1936) el tiempo que José Antonio ejerce la jefatura plena de la Falange. Dieciocho meses, con todo género de peripecias y tribulaciones, sin sosiego para armar una doctrina,  que Mercedes Fórmica y Jesús Fueyo reducen a pensamiento meramente incoado.

La segunda, la idea de que la Falange muere con José Antonio.

Se deduce directamente de la primera. Paul Preston, en este punto, reconoce la evidencia: José Antonio no puede ser enjuiciado por lo que se hizo con su memoria después de su muerte. Todo lo que viene después,  marcado con el yugo y las flechas, (insiste Fernando Márquez) no tiene el menor derecho a arrogarse una pretensión legitimista.

Falange y franquismo. Cuestión bizantina, poliedro de mil caras, sobre la que abunda la literatura política ( Thomas, Peñalba, Argaya, Payne, Preston, Alcoba, Casals, Ellwood, Lopez Cancio,…); pero aquí me atengo al juicio de un falangista prístino, David Jato: El final de aquella Falange fue el fusilamiento de José Antonio…y desde su muerte nadie pudo continuar ni siquiera en ínfima medida su obra: Así murió su Falange. Con él.

Sencillamente,  se decía en la calle: No existe la Falange, existen los falangistas.

La tercera, la idea de que la Falange ha fracasado.

Lo escribo en el quincuagésimo aniversario del fusilamiento de José Antonio, en 1986, en ABC. Ahí está, como prueba, la revolución pendiente. No me consta que antes lo haya escrito cualquier falangista. Lo escribe en su testamento periodístico Adolfo Muñoz Alonso, en 1974. Lo escribe Plataforma 2003 en su programa 2001-2002. Pero añado la paradoja de que el fracaso político de la Falange incorpora el éxito de constatar que la virtualidad de lo joseantoniano es una superación de lo falangista, salvada su índole histórica.

Cuarta, la idea de que José Antonio, salvado del fracaso de la Falange, deviene en patrimonio de todos los  españoles, sin militancia ni encuadramiento, como dominio público.

Madrugadoramente, el catedrático Carlos Alonso del Real es el primero que lo expresa, en 1957, en el diario Arriba, en un artículo titulado inequívocamente José Antonio para todos los españoles. Carlos se pregunta:

¿Por qué empeñarse en hacerle solidario de las concretas contingencias de un grupo político, cuando puede valer, en muchos aspectos, para todos los hombres; y, en todos,  para todos los españoles?

Lo recojo de palabra, en 1974, hace cuarenta años, en una conferencia titulada También la derecha ha fusilado a José Antonio.

También lo escribo en 1986, no como ocurrencia, sino como idea latente, que se desprende con naturalidad de nuestra mejor sustancia. Así lo escribí, va para treinta años:

Ya es tiempo de liberar a José Antonio de su secuestro. Ya es hora de transferirlo a todos los españoles como patrimonio general, sin manipulaciones, sin ataduras históricas, para una nueva confrontación en libertad, que nos pueda dar el valor actual de su pensamiento, la dimensión de su persona. Esta no es una idea repentina, una ocurrencia conmemorativa, sino la aspiración de veteranos campamentos y arduas travesías.

Y quinta, la idea de que la nacionalización  de José Antonio se inicia y se sustenta en su concepción como arquetipo.

Bendigo a Plataforma 2003, que ha dado audiencia y desarrollo a esta idea en la Escuela de Verano de Burgos (2011) y en escuelas sucesivas. La idea de José Antonio como arquetipo, mi idea de arranque, cristaliza en el artículo de 1986 y se convierte en leit motiv de mis  comparecencias: en las Mesas de cada 29 de octubre, en el coloquio de Intereconomia (2009) , en el Ateneo de Madrid (1997) en la Universidad de Trieste (1999) y en cuantas otras ocasiones he podido aprovechar.

Thomas Carlyle, pensador británico, publica, en 1840, Sobre héroes, culto al héroe y lo heroico en la historia. Para Carlyle,  que así crea el arquetipo,  los héroes son los grandes hombres, de los que deduce el culto al héroe. Culto al héroe que  no es sumisión sino asombro ante la verdad que ellos revelan, entusiasmo y gozo por la liberación, salvación y guía que ellos, por medio de aquella verdad, procuran. Los hombres que siguen al héroe forman con él una comunión, un todo armonioso.

No hay más que un templo en el Universo y es el Cuerpo del Hombre dice Carlyle, citando al poeta Novalis y sugiriendo la idea del Espíritu Santo (I Cor, 6.19)

¿Por qué pienso en José Antonio? ¿Por qué vengo pensando en José Antonio desde hace setenta años?  Para mí, José Antonio existe como arquetipo, como superación del fracaso, por encima del fascismo-antifascismo, que es una antigualla; por encima del franquismo-antifranquismo, que es otra antigualla; por encima de las cien falanges que son la babel de nuestro purgatorio,  sin que me molesten,  en cuanto  formas de vida, formas de mi vida: rosas y yerbas,  lirios y cardos, brisas y ventoleras, por todos los caminos.

José Antonio es grande, gran hombre. Ya es un signo que fuera, titulado, Grande España. En las mil opiniones sobre José Antonio, recopilación que hice con Emilio González Navarro, una de las palabras que más se repite es Grande y su variante Grandeza. Grandeza de alma. Así, la opinión de Lequerica:

José Antonio, para emplear un galicismo, “vio grande”. Vio todo lo contrario de la inmensa mayoría de sus contemporáneos políticos, metidos en reformas, adaptaciones, aprovechamiento de lo existente. Vio la necesidad de una nueva espiritualidad.

José Antonio es paradigma de un modo de ser. José Antonio es paradigma de renuncia, de innovación, de actitud religiosa y de hombría, en suma. José Antonio, por encima de todo, es arquetipo

Tengo un sueño ¿Quién no se emociona con el histórico discurso de Martin Lutero King, hace cincuenta años, en 1963? Martin Lutero King describe su sueño con la letra del Salmo: Llegó como un precioso amanecer para terminar una larga noche de cautiverio,

He tenido un sueño. He tenido un sueño el pasado lunes, día 2. He tenido el sueño de que la gente, la hermosa gente, tomaba posesión de José Antonio incorrupto.

Por la mañana, abro el ordenador por la pagina web de Casa del Libro y ¡que veo! un mosaico de portadas unánimes: los tres libros de Zavala (La pasión de José Antonio, La pasión de Pilar, Las ultimas horas de José Antonio), el libro de Cotta (Rosas de plomo). el libro de Torres (El ultimo José Antonio), el José Antonio de Gil Pecharromán, Obras completas y más…Diríase que la Casa ha rebuscado en los baúles para engalanar sus balcones.

Pocos días antes había funcionado el tantán: Esta noche Televisión habla  de José Antonio. Fue tardísimo, las dos de la madrugada, en el programa Cuarto milenio, entre historias del más allá; pero durante veinte minutos  José Antonio, por gran hombre, estuvo en la pantalla. Lo mismo en Onda Cero. También en ABC, a toda plana, sobre José Antonio y García Lorca, articulo ilustrado con las dos efigies,  a propósito del libro de Jesús Cotta. Lo firma Manuel de la Fuente, redactor de la sección de Cultura,  que escribe: Los dos [José Antonio y Federico] querían una España mejor y para todos.

Voy a la presentación del libro de Zavala. En el corazón de la Gran Vía, que se llamó de José Antonio, un escaparate exclusivo para Las últimas horas de José Antonio, editado por Espasa, con las flechas en el centro de  sus portadas rojinegras.

Dentro, en Casa del Libro, en la tercera planta, se presenta Las últimas horas de José Antonio. Un matrimonio ilustrado, muy de calle: ella, Alicia, profesora universitaria; él notorio poeta y académico, Luis Alberto de Cuenca , hablan con naturalidad entusiasmada de la excelencia de José Antonio, de la grandeza de José Antonio, a un público tranquilo que asiente con la mirada. Los veo nueva gente, sociedad civil, no necesariamente de los nuestros, nada empecinados. Dejadme soñar.

Allí estaban, sin aspavientos, en fila, para la firma de ejemplares, silenciosos, paso a  paso hacia el estrado, instalado en una rotonda acristalada sobre la Gran Vía, exactamente, exactamente,  en el lugar en que tuvo su despacho Ortega y Gasset, cuando, al principio de los años veinte, era Director Editorial de Calpe.  Justo, lo que me faltaba para entrar en levitación. Y, por si fuera poco, me entero de que, para septiembre, en un teatro de la Gran Vía, está previsto el estreno del musical sobre José Antonio que con tanta valentía y talento ha acometido Álvaro Sáenz de Heredia.

Con el empecinado José María García de Tuñón, resurge activamente la Fundación José Antonio Primo de Rivera y se hace presente en Internet.

¿Es una primera y diminuta luz que anuncia la salida del larguísimo túnel? A algunos nos llegaría  moribundos, como al torero mortal que le llevan la oreja a la enfermería. Pero habrían   valido la pena los setenta años.

De las cuatrocientas cuarenta y ocho páginas del libro de Zavala podremos hablar con detalle, con su más y sus menos. Ahora solo diré que el libro y su autor no se cansan de proclamar que José Antonio es un gran hombre [un gran hombre] que supo vivir y morir por sus ideales . Ahora solo diré que el libro y su autor  han sido la causa eficiente de esta nueva agitación.

Ayer pasé por delante del teatro de la Comedia. Han quitado andamios y empieza a lucir la fachada. En ella, tras la protecciones de obra,  se entrevé el bronce recordatorio de que allí se alzo la bandera, el bronce que hasta ahora ha estado deliberadamente oculto. Nadie (estamos en elecciones) te dice cual será su suerte. Pero me empeño  en que hay un brillo en el horizonte.

Podría terminar con la alegría de nuestras entrañas, repitiendo el colofón del mitin de la Comedia. Pero, hechos a lo difícil, prefiero el verso del peruano Cesar Vallejo.

Está tomado del poemario España aparta de mí este cáliz, escrito en 1937. Es el poema duodécimo de quince, titulado Masa  y dedicado, como todo el poemario,  al ejercito republicano. Es un poema misterioso, no escrito para ser entendido como se entiende una ecuación. Es un poema enigmático que me seduce, al tiempo que me estremece y me deja perplejo y pensativo.

Dice Vallejo:

Al fin de la batalla,

y  muerto el combatiente, vino hacia él un hombre

y  le dijo: «¡No mueras, te amo tanto!»,

Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

 

Se le acercaron dos, repitiéndole:

«¡No nos dejes! ¡Valor! ¡Vuelve a la vida!»

Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

 

Acudieron a él veinte, cien, mil, quinientos mil, clamando: 

«¡Tanto amor y no poder nada contra la muerte!»

Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

 

Le rodearon   millones de individuos

con un ruego común: «¡Quédate, hermano!»

Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

 

Entonces, todos los hombres de la Tierra le rodearon.

Les  vio el cadáver, triste, emocionado.

Se incorporó lentamente.

Abrazó al primer hombre.

Se echó a andar…

 

Se echó a andar…

Visto en la página web de Plataforma 2003

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1 COMENTARIO

  1. Por muchas muertes que le den los listos, los tontos, los azules o los rojos, José antonio sigue vivo en la memoria y en el corazón de muchos herederos de su espíritu y manera de ser: Mitad monje y mitad soldado para hacer de España una Nación ejemplar que ahora no lo es.

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