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CITANDO A BISMARCK

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Otto-von-Bismarck
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Por Pedro Conde Soladana para elmunicipio.es 

Sea apócrifa o no, esta cita del canciller Otto von Bismarck nos hace pensar en la vigencia y consistencia de la misma, dada la situación en que se encuentra hoy España: “Estoy firmemente convencido de que España es el país más fuerte del mundo. Lleva siglos queriendo destruirse a sí misma y todavía no lo ha conseguido”.

Pareciera, de ser cierta la tal cita, que los españoles que amamos a nuestra Patria estuviéramos diciéndonos ahora, a imitación de la frase popular: “lo dijo Bismarck, punto redondo”. Y con embelesamiento en la profecía de lo vaticinado, nos instaláramos en la comodidad, por no decir la pachorra, de dejar pasar el tiempo y las negras tormentas políticas que están abatiendo esta nación, cuyos truenos estentóreos retumban en nuestros oídos y los restallantes rayos caen a nuestro lado, sin preocuparnos en absoluto porque, como ya dijo aquel gran mariscal, España es poco menos que indestructible. Sin salirme del saber popular y sus dichos, fruto de la experiencia, deberíamos alertarnos con aquel otro de “fíate de la virgen y no corras”. Y es que últimamente, la invocación a la repetida cita, que aparece en las redes sociales, parece tranquilizar al que la hace correr por ellas buscando a su vez la tranquilidad de quien la lee, olvidando que todo pensamiento de este tenor ha de materializarse en el otro dicho de “rezando pero con el mazo dando”. La seducción, el engatusamiento que pueda producirnos un halago como el que se contiene en la repetida cita no puede llevarnos a la parálisis mental de los mentecatos. La política es acción y no éxtasis. Naturalmente, y así parece demostrarlo la Historia, España tiene madera de indestructible, pero es la acción, los cuidados, el tratamiento cálido y entrañable de esa madera milenaria por parte de sus hijos la que le dará esa consistencia casi eviterna.

Diseccionemos ahora parte de la frase para interpretar su sentido y contenido. “Lleva siglos queriendo destruirse a sí misma y todavía no lo ha conseguido”. Pero por qué, por quién, estas son las preguntas que suscita esta parte de la frase, que fuerza a identificar los protagonistas y las causas. ¿Por qué España, tan antigua nación, lleva siglos “queriendo destruirse a sí misma”? En el fondo, ésta ha sido la vieja cuestión que sus intelectuales han venido planteándose, sobre todo desde la llamada Generación del 98, la de los Unamuno, Baroja, Maeztu, Valle-Inclán, Machados, etc., sin que, prácticamente, detectadas las causas, le hayan seguido las soluciones porque las posteriores generaciones han continuado portando los gérmenes de la autodestrucción, a pesar también de los intelectuales de las siguientes, la de los Ortega, Marañón, Azaña…, o la del 27, ya más imbuida en algunos de sus miembros por las nuevas corrientes ideológicas, fundamentalmente el comunismo. Como respuesta al por qué y al quién no sería osado decir que es en la anquilosada e injusta estructura social de nuestra nación donde ha residido la primera causa que puede explicar el permanente estado de quiebra de la sociedad que la integra. Una sociedad clasista, con escandalosos extremos de riqueza y en la que unas clases altas, aristocracia y una alta burguesía que la iguala en egoísmo y necedad, frente a las masas obreras, incultas y hambrientas, abiertas por necesidad vital a cualquier corriente ideológica con presunción de salvadora, con sus demagogos al frente dispuestos a pescar en río revuelto, han explicado al menos en los dos últimos siglos ese riesgo de enfrentamiento y quiebra de España. Falta de pan y cultura es posiblemente la frontera que ha separado a los que presuntamente tenían ambas, las clases altas, de las que no tenían ni lo uno ni lo otro, ni cultura ni pan: las masas obreras.

Y en ese maremágnum, en ese inmenso río revuelto de la injusticia, las impetuosas corrientes de la historia se han arrastrado y alejado los principios y valores sobre los que debe asentarse la existencia de una nación con un destino común. Por lo que, quienes han sufrido del abandono, la ignorancia y el desprecio de los poderosos han venido a perder las referencias de la cuna y la Patria en que nacieron, sintiendo a ésta como una madrastra.

La injusticia no genera patriotismo.

Sin embargo, a estas alturas de los tiempos, las cosas, las condiciones materiales han cambiado para bien. Hablar del hambre de las masas queda ya en un recurso de politiquillos, aventureros de medio pelo, que pagados de sí o pagados en efectivo por potencias extranjeras, de las que son lacayos, o las dos cosas, salen a la calle con la sola intención de erigirse en caudillos de multitudes informes tan analfabetas en lo político y, en mucho, también en lo cultural, como ellos mismos. Denuncia que no tapa, sino todo lo contrario, la enorme, la culpable responsabilidad de los de enfrente, los gobernantes de esta nación, mediocres, viles, falsos patriotas, con no más intereses que los propios y partidarios, a los que la suerte de una nación con un destino común poco menos que les da la risa si se les recuerda. A tan baja calidad humana, ética y moral han llegado la mayoría de los individuos que han arribado a la política después de estos casi cuarenta años de envilecida democracia, y muy enferma, que pareciera que ésta hubiese forzado a parir a la madre patria generaciones enteras de seres enclenques, enfermizos y tontos de capricho.

La tensión entre esas dos partes, la de los demagogos que quieren destruirla y la de esos tontos de capricho que se enfrentan en el palenque de la política es la que sigue dando razón al canciller alemán en cuanto a la existencia del secular conflicto de esta nación.

Por tanto y a la vista de los hechos, la observación del eminente germano de que esta nación lleva siglos queriendo destruirse, sigue latente e intensa. ¿Por qué no acaba derrumbándose? Sería la pregunta colofón. Y la respuesta: porque hay una parte de ese pueblo español, se la conoce como Genio de España, que no ha perdido sus referencias históricas, nacionales, culturales y patrióticas, que, como un faro, guía sus actos y conductas en la singladura de un destino común, en una nave que lleva el nombre de Hispanidad. Es, finalmente, este tercer elemento en discordia el que puede dar también la razón a Otto von Bismarck en la primera parte de su cita: “Estoy firmemente convencido de que España es el país más fuerte del mundo”.

Pedro Conde Soladana

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2 COMENTARIOS

  1. Bonita disección de la famosa frase de Bismark, aunque de aquella generación de hombres, como la de los años treinta, apenas queda ya nada; la «democracia» nos ha amansado, y nos ha convertido en «votantes» y «ciudadanos». De las «masas obreras», el «lumpenproletariat», no podemos esperar tampoco nada.

  2. Un articulo que alegra pues a día de hoy cualquier político habla simplemente de «su partido»,lo mejor para «el partido»,»yo me someto a lo que diga el partido».Desde hace años ni un político que trace unas líneas como proyecto para una España que tenga la ambición de remontar y ser un país importante y no una mediocridad.Estamos en el tibio vivir o sobrevivir,esperando que al menos alguien haga saltar la chispa,esa que desencadena todo el sentir y el mito,capaz de movilizar a toda una nueva generación y con la ayuda y el apoya de otras generaciones anteriores.En la bandera «tenemos una verdad española».

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