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Masonería laicista y masonería con tirilla

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Entre ayer y hoy las noticias nos llevan de la mano. En España se ha destapado una de las alcantarillas callejeras del submundo escondido de la masonería laicista, en cuyas manos hemos y seguimos estando desde los años ochenta.

Por tierras americanas y vaticanas se está “bendiciendo” y “pidiendo” que la marxista teología de la liberación sea rehabilitada y sus próceres sean elevados hasta un imaginario colegio cardenalicio eclesiástico y popular donde reine un aire de panteísmo religioso con aires caribeños y músicas sudamericanas.

Son dos masonerías complementarias de cuya unión las únicas perjudicadas son la sociedad y la Una y Santa Iglesia Católica Apostólica Romana.

Algunos se han llevado las manos a la cabeza cuando se han enterado que la masonería laicista manda, gobierna, juzga y enseña en España desde hace más de treinta años. A buenas horas mangas verdes, diría el castizo.

Aquella frase salida de la boca de un andaluz: “A España no la va a conocer ni la madre que la parió”, fue una confesión publica de sus intenciones que se han cumplido con la precisión de un reloj suizo: la familia, la infancia, la juventud, la edad madura, la tercera edad, han sufrido un cambiazo como el de las tortillas de patatas para que cuajen en la cocina en manos de todos los mejores masones españoles.

Cuando, algunos ilusos, como el firmante de este artículo, hemos dicho y escrito esta lenta degradación moral de la sociedad española, desde aquellos negros años ochenta, éramos unos profetas de calamidades y unos imbéciles obedientes al tradicionalismo católico español que habíamos enterrado con el régimen anterior.

En ese entierro oficiaron muchos eclesiásticos militantes de la masonería con tinte religioso, quienes infiltrados en las esferas del poder dentro de la propia institución eclesial, la han ido minando hasta llevarla donde está: a merced de conseguir derribar, desde dentro, la Una y Santa Iglesia Católica Apostólica Romana.

Los católicos pueden estar en la masonería y los eclesiásticos igualmente, lo mismo que los ciudadanos aparecen en las listas de un polideportivo con los colores de camiseta más queridos, saltándose la prohibición de la propia Iglesia Católica sobre la militancia en la masonería. La norma está firmada por el actual Papa emérito, siendo cardenal al frente de la Congregación de la Doctrina de la Fe, y con el visto bueno del Beato Juan Pablo II.

Los idiotas hemos seguido escribiendo y describiendo que la masonería religiosa tiene una fuerza feroz, una carita de azucena, una sutileza implacable, y una mala baba revestida del mandil andando a cuatro patas en el interior de las logias, que hemos sido víctimas de esta sombra de la viuda negra.

Ahora, a todos los que han abierto sus ojos a la realidad visible de la escondida masonería, les digo: Bienvenidos, al club de los tontos, donde llevo muchos años.

Prefiero vivir, pensar y actuar con libertad personal sin esconderme, con la libertad de los hijos de Dios, antes que inclinar mi identidad ante un triangulo y una escuadra.

Ruego al Señor permanecer en el pelotón de los tontos hasta el último suspiro de mi vida. Cuando acuda ante el Remunerador de vivos y muertos nunca me preguntará las razones de haber ido contracorriente toda mi vida, porque Él las conoce muy bien, pues es el mismo Dios.

Autor: TOMÁS DE LA TORRE, sacerdote.

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