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TODOS FUIMOS CULPABLES

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Por José María García de Tuñón para elmunicipio.es

Es el título de un libro que escribió el diputado socialista Juan-Simeón Vidarte., fallecido en el exilio de Méjico en agosto de 1976. Sin embargo parece, por la reacción que está teniendo toda la rojería, que aquí en España, los únicos culpables de la Guerra Civil estaban en el lado contrario al de ellos. Olvidan éstos que a los pocos días de proclamarse la República produjeron la quema de conventos en varias ciudades de España: Madrid, Málaga, Valencia, Alicante, Sevilla, Córdoba, Cádiz, etc. son algunas de las que sufrieron esta barbarie que trajo como consecuencia, entre otras desgracias, la pérdida para siempre de muchas obras maestras. Y en Madrid, por ejemplo, fue pasto de las llamas la biblioteca de los jesuitas con más de 80.000 volúmenes, entre ellos incunables y primeras ediciones de las obras de Lope de Vega, Quevedo, Calderón, etc. Olvidan también la Revolución de Asturias que trajo, entre otros, los asesinatos de 34 religiosos, entre ellos los hermanos de La Salle, asesinados en la localidad minera de Turón, que daban clase a los hijos de sus verdugos y que ellos mismos procedían de familias humildes, con seguridad más humildes que las de sus propios asesinos. Olvidan que el edificio de la Universidad de Oviedo fue totalmente arrasado por el fuego quedando solamente en pie, como si fuera un símbolo, la estatua de su fundador, el arzobispo Fernando Valdés Salas, siglo XVI,  algo que provocó en Miguel de Unamuno una de aquellas frases tan características en él: «Allí estaba Valdés, advirtiéndonos con el dedo: “Ya os lo dije yo”». Vino después la voladura de la Cámara Santa, etc. etc. Para terminar, casi dos años después, con el asesinato del jefe de la oposición, José Calvo Sotelo.

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Sin embargo, a pesar de todas estas atrocidades, salvajadas y brutalidades, cometidas por la izquierda española durante lo que para ellos fue la idílica II República, no se cansan de seguir homenajeando, de distintas formas y en muchas ocasiones con la ayuda de la derecha, a personas o entidades de aquel nefasto periodo de tiempo. No hace mucho el alcalde mierense Anibal José Vázquez (IU-Los Verdes) descubría una placa en homenaje a uno de aquellos revolucionarios al mismo tiempo que pronunciaba estas palabras: «Hay que recordar la historia sin arrancar ninguna hoja». Nada, pues, tengo que decir en contra de estas palabras, pero sí recordar, una vez más, que la izquierda vengativa, en algunas ocasiones, repito, con la ayuda de la derecha más ruin, no sólo han arrancado todas las hojas de la historia que han podido, sino que, incluso, han talado todos los árboles que han querido, y siguen en la misma labor sin descanso alguno. Prueba de ello es este documento gráfico que recogemos de hace unos pocos días y que fue publicado en un diario de Oviedo, La Nueva España, cuya cabecera perteneció, hace muchos años, a Falange Española de las JONS. Vemos en la copia que reproducimos,  que el Ayuntamiento asturiano de ese pueblo de Nava, con el apoyo del PP, ha mandado retirar esas placas ya que, según el alcalde Emilio Ballesteros, «había que quitarlas porque eran un documento político de gran calado, y manifestaban la postura de la Iglesia, que es de todos». Es decir, una Iglesia que, por lo visto, es de todos cuando les conviene y cuando no pues a quemarla como hicieron en otros tiempos.

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De todas las maneras, le preguntaría a este alcalde, por poner sólo un ejemplo, si las Brigadas Internacionales son de todos dado que su nombre lo llevan algunas calles de ciudades españolas,  incluso se le ha levantado algún monumento. Unas brigadas de las que Jacinto Benavente, en el diario La Vanguardia Española, escribía el 18 de julio de 1950, en primera página: «Acordaos del desfilar insolente de las Brigadas Internacionales, el desecho y la hez de toda criminalidad del mundo, presidiarios indultados a condición de venir a combatir contra España». Para rematar la faena, utilizando un símil taurino, el Gobierno del nefasto Rodríguez Zapatero, ―El Maquiavelo de León, se titula un libro de José García Abad― a los supervivientes de esas brigadas les concedió la nacionalidad española.

                                                            JOSÉ MARÍA GARCÍA DE TUÑÓN AZA

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4 COMENTARIOS

  1. ¡¡¡Gracias, a D. José Mª Tuñón de Aza, que nos ayuda a ver la diferencia en ter un argumento y un grito.!!! Coherencia. Sólo así nos mantendremos en pie y con la ayuda de Dios y algún político honrado, que los hay, España será la Patria que tantos deseamos y queremos. ¡¡Siempre adelante!! Mercedes Colubi

  2. Siempre que leo al historiador, por méritos, García Tuñón de Aza, recupero la confianza de que la historia pondrá en su sitio a los manipuladores. Lo que nos dice el autor del artículo es tan verdad que no puede ser ocultada por mucho que lo quieran, pero que gracias a textos como el suyo, podremos ir con la cabeza alta y los oteros, los embusteros, se verán despreciados. Muy bien por su artículo.

  3. yo no tengo la esperanza de que la historia ponga en su sitio a los manipuladores . me baso para pensar asi en la direccion que ha tomado el pp que apoya siempre las peticiones de estos manipuladores. vease; el apoyo al nombramiento como hijo predilecto de gijon del marques de paracuellos. la desaparcicion, tras mentir, de la estatua de division azul, la eliminacion de la calle que daba nombre a un heroe como el capitan almeida etc. hay que agradecer al insigne historiador garcia de tuñon sus articulos. gracias

  4. Para la izquierda, la historia tiene un hilo conductor que ellos han descubierto. Y su misión es alcanzar el ideal del socialismo y del comunismo manipulándolo para hacerlo más acelerado. Todo aquello que favorezca sus metas políticas es exacerbado. Todo aquello que la entorpezca es combatido. No importa su veracidad o falsedad. Solo hay «interés de clase». E imbuidos de una fe mesiánica en el carácter inexorable de sus pretensiones históricas, «transmiten» los mismos sentimientos de continuidad en la eterna «lucha de clases» siendo su principal meta, en dependencia de la realidad en la que se desenvuelven, con sus diversos grados, elevarla hasta la más encarnizada confrontación. Es el enemigo de clase al que hay que exterminar desde sus cimientos económicos hasta «su superestructura» que abarca desde el arte a la ética y la moral. Como dice una estrofa de su himno revolucionario, la Internacional, «la ley cultura y el estado opriime y sangra al productor». Por ello no nos debe de asombrar su comportamiento actual sobre hechos que sucedieron hace casi un siglo. Y tampoco el que llegado el momento, las «condiciones objetivas» les lleve a «ejecutar la acción revolucionaria» con el mismo contenido de siempre. Si se necesita sangre, la violencia es la partera de la historia. Es el mismo combate. Y no cejarán hasta conseguir sus objetivos «o morir en el intento». Quede claro.

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