“Alfonso XIII no solo era aficionado a la pornografía, sino que además era productor. Encargaba por medio del Conde de Romanones sus propias películas para disfrute y uso propio”, según ha desvelado Paco Gisbert en “La España de Víctor Ros”.
La serie ‘Víctor Ros’ no sólo está siendo interesante para el espectador por la notable calidad que desprenden sus guiones y su puesta de largo sino también por las muchas curiosidades que están deparando los especiales que se emiten a continuación de cada capítulo.
Por otro lado, el monarca Alfonso XIII encargó a los hermanos Baños, los primeros directores de cine para adultos en España, unas películas que protagonizaban siempre prostitutas y que terminaron apareciendo hace años en un monasterio de la ciudad de Valencia, y en las que hasta se permitía sugerirles los argumentos.
Paco Gisbert durante el reportaje analizó algunas de estas cintas como ‘El Ministro’, una feroz crítica a la clase política de la época en la que una mujer de un funcionario recientemente despedido acude al ministro para pedir la readmisión de su esposo y, a cambio, le pide favores sexuales; o ‘Consultorio de señoras’, con una consulta del médico a la que acuden una madre y su hija, a las que hace un «reconocimiento completo», según se puede leer en la información que ha publicado el diario Estrella Digital este pasado martes 3 de febrero en su edición digital.
Para él, la «más transgresora» fue ‘El confesor’, en la que un sacerdote escucha las confesiones carnales de una beata que acude a su iglesia y después se aprovecha de su promiscuidad a cambio de su “penitencia” en forma de Aves Marías y Padres Nuestros.
Según Paco Gisbert, estos realizadores fueron «los hermanos Almodóvar de esa época» y el Rey de España Alfonso XIII, para ver sus trabajos, llegó a habilitar una sala de proyecciones en el actual Palacio Real, a la que invitaba a amigos y nobles de toda España y del extranjero.
El cine se mezcló con la fotografía en el reportaje, y Paco Gisbert precisó que fotógrafos profesionales contrataban a las prostitutas, las desnudaban y las fotografiaban, y que no había distinción entre erotismo y pornografía porque, para la época, “todo era sucio”.
Las imágenes se transformaban en pequeñas postales, a la venta posteriormente en prostíbulos y bares. Hasta el año 1975 las películas solo se movían en círculos muy pequeños de coleccionistas, y ahora acceder a ellas es mucho más fácil con Internet, las redes sociales y la falta de censura, según descubrió el periodista.
