Por Pedro Conde Soladana
Un ciudadano que desconoce la Historia de su Patria es un apátrida en su propia nación; es, además, un individuo que debería haber nacido en tierra de nadie, en un país lunar en el que el vacío es lo único existente. No es que, como a los pueblos que desconocen u olvidan su Historia estén condenados a repetirla, es que el tipo que la ignora será evacuado de su vientre como un excremento que no sirve ni para estercolar el terreno de su tumba.
El ciudadano ignaro de su origen y de su destino como miembro de una nación, además madre de otras naciones, que tal es el caso de España, es un personaje sin papel; a lo más, puede ser el comparsa de un circo de fantasmas. Su alma es de las que nos les alcanza ni la pena ni la gloria.
El ciudadano que no sufre, que no goza, que no se ilusiona, que no siente rabia o alegría, que no tiene esperanza o vive sin ilusión, que no se considera unas veces grande y otras pequeño por los hechos, por las victorias o derrotas, por las hazañas de los ilustres hombres o por las acciones mezquinas de aquellos mezquinos compatriotas, el ciudadano que no reacciona de esta manera cuando lee las páginas gloriosas o aquellas otras indignas de nuestros antepasados, es un ectoplasma, un zombi, el mono de un bosque petrificado, un ser que vegeta y cuyo estómago ocupa el lugar del cerebelo. Es un tipo que dice sí cuando debería decir no, o viceversa; es un pánfilo, un lerdo, un zorronglón, un maturrango que ríe a destiempo y llora a deshora y nunca sabremos por qué gime o por qué sonríe.
En fin, que desconocer la Historia de tu patria-cuna es tanto como no saber quién eres, qué haces o a qué has venido. El tránsito del nacimiento a la muerte del que desconoce esa Historia propia es el recorrido de un muñeco al que le dan cuerda hasta que se le acaba.
Pero, claro, cómo imputar sólo al simple ciudadano tamaña carga de ignorancia y sus consecuencias si los que gobierna esa patria no tienen muchos más conocimientos que aquél de esa Historia común. El momento presente de España es el del más lamentable y recurrente estado de ignorancia de un pueblo cuyos gobiernos central y autonómicos están, en general, copados por jefes, ministros, presidentes, alcaldes, concejales…muchos de los cuales son analfabetos funcionales.
Dime qué planes de estudios tienes, qué leyes de educación elaboran tales políticos y te diré su cociente intelectual. Pues bien, esos ágrafos, álalos y lelos tienen poder y con ese poder legislan sobre lo que ignoran. Así que cuando osan hacer una ley sobre algo tan profundo, vital y trascendente como es para un pueblo la cultura, les sale un garabato con nombre de ley de educación en la que el progresismo, recurso de los mentecatos, es la base de lo que ellos llaman su filosofía; que es la del plato que no la de Platón y su República. Y ¿qué supone tal filosofía progresista aplicada a los conocimientos? Supone la rebaja de éstos, su desvalorización, su minoración, incluso la adaptación o eliminación de algunas de sus parcelas más importantes como es el estudio de esa Historia común, que en el caso de España se viene a convertir en diecisiete historias cantonales, demediadas y parciales con la falsificación o invención, para más inri y delito, de muchos de los sucesos del pasado.
Pondré sólo un ejemplo en el que la mentira, la falsificación y la demagogia tienen su síntesis. En la Guerra de Sucesión (1704-1711) dos casas reales, la de Austria y la de Borbón, luchan por la corona de España. Ésta queda dividida. Una gran parte de Cataluña está por los intereses de los Austrias; es decir, está porque la corona de España, de España digo no de Cataluña sólo, sea puesta sobre la testa de un Austria. En esa guerra entre españoles por dos coronas distintas, Barcelona es sitiada por los borbónicos. Al frente de su defensa está Rafael de Casanova y Cosme, “conseller en cap”, Presidente del Consejo de Ciento, antigua corporación municipal de la ciudad. La ciudad Condal es rendida por aquéllos. Pasado el tiempo, se producen dos narraciones del suceso, una falsa y la otra tal y como fue, respecto al citado personaje. Según los catalanes separatistas, que no los catalanes españoles, Casanova fue seguidamente fusilado por los borbónicos. Esto es lo que se contaba al menos en los años previos a la Transición y posteriormente en los primeros de la democracia. Creo que aún queda algún cantamañanas que sigue entonando la falsa palinodia. El acontecimiento tiene su aniversario todos los 11 de septiembre, la Diada, fiesta ficticia, impostada y sublimada por tales separatistas. Rafael de Casanova luchó valientemente y fue herido en esa lucha por la corona de Austria. Después se retiró a San Baudilio de LLobregat. Volvió a ejercer su profesión de abogado y murió a los 83 años en ese mismo lugar.
Así de envenenada se escribe la Historia.
Y es que ciertas élites del poder nacionalista, catalán, vasco, etc., que no del pueblo catalán ni el pueblo vasco ni el pueblo gallego…, élites de enanitos de patrias enanas “han querido encontrar, en un pasado inventado, imposibles identidades nacionales y revoluciones populares liberales, con las que han elaborado una mitología nacional…”. Además imponiendo tales pseudoindentidades con métodos criminales y totalitarios. Esto viene a decir Luis González Antón en su libro “España y las Españas. Nacionalismos y falsificación de la Historia”.
En esto ha quedado aquel Estado de las Autonomías por el que se han colado demasiados Caballos de Troya para destruir España. ¡Ay!, esa Constitución de 1978, enorme tienda de campaña donde se esconden y refugian tamaños caballos de madera en cuyas panzas se guarecen los traidores.
Y una vez más, en esa penosa parte de la Historia de España, al PSOE, del que de las cuatros siglas al menos tres son hoy una absoluta mentira, y la de Partido bien pudiera cambiarse por la de Partida de saqueadores, con las honrosas excepciones; al PSOE, digo, le cabe la deshonrosa gloria de haber estado en todas las acciones más viles cometidas contra esa Historia durante el último siglo. Alguien de ese Partido, entonando una especie de “mea culpa”, ha dicho recientemente que aquél ha renunciando a sus principios; pero ¿es que el tal Partido ha tenido algún principio que no haya sido siempre la toma del poder a costa de lo que sea? Empecemos por su fundador, Pablo Iglesias, que la primera vez que accedió al Parlamento dijo que el juego parlamentario lo respetarían en tanto en cuanto éste coincidiera con sus intereses. Con declaraciones como éstas, cuánta razón tenía aquél que dijo que el mejor destino de las urnas era despanzurrarlas. De paso, aquel “santo laico”, así se le ha llamado por una caterva de sandios, amenazó con atentar contra el Presidente de aquel mismo Parlamento, acción que llevaron a cabo quince días más tarde en Barcelona, hiriéndole gravemente. Está en el Libro de Sesiones y en la prensa del momento. Después colaboró con la Dictadura del General Primo de Rivera. En esa colaboración, destacó Largo Caballero, el llamado posteriormente Lenin español, ¡vaya andobal!, con su puesto de Secretario de Estado. El mismo que en el año 1917 había preparado la huelga general revolucionaria. Poco más adelante, ese Parido perpetró la Revolución de Octubre de 1934, en la que este Lenin de imitación, con Indalecio Prieto y los separatistas catalanes de Companys, que había sido Ministro de Marina del Gobierno de España, pretenden imponer un estado de corte estalinista y cuarteado, para al final acabar como el Partido provocador más destacado de la Guerra Civil del 36, codo con codo con los “patriotas” comunistas que en vez de gritar ¡Viva España!, gritaban ¡muera España! y de paso berreaban con el ¡Viva Rusia! Después vinieron los cuarenta años de Franco en los que los socialistas parecían haber desaparecido sin dejar rastro. No sé. No deja de ser una teoría muy particular. Quizá es que quedaron en forma de simiente sobre el estiércol de una cueva y por eso aparecieron como hongos en la democracia; por lo que ésta actual bien pudiera pasar a la Historia como la democracia de los hongos socialistas, que como las plantas saprofitas son capaces de acabar con el más robusto organismo. No podemos olvidar que el PSOE, en los años setenta y en su programa electoral, reconoce la autodeterminación de los pueblos de España; es decir, el separatismo y la ruptura de nuestra nación. Más adelante, se producen las reiteradas negociaciones secretas con la banda criminal ETA. Y así llegamos al 11 de marzo de 2004 en compañía de separatistas y “mojamés”, con un tal Rodríguez Zapatero, indocumentado donde los haya, como Presidente por un accidente criminal; un atentado gravísimo, del que al tal individuo y los suyos les cabe la enorme responsabilidad de haber impedido su esclarecimiento, destruyendo pruebas, aportando falsos testigos…Y para remate, el tipo nos hunde, dentro de la crisis global, en la más honda de las habidas en la Historia de España, con el peligro de arrastrar con ella a toda la economía mundial. Este tal tipo, despreciado hoy, según se sabe, por todos los Jefes de Estado y Gobierno de Europa, y despreciable para nosotros, se resiste a dejar el poder. ¿Qué hipótesis cabría aventurar del por qué? ¿Por ambición del mismo o por auténtico pánico a dejarlo intuyendo lo que le espera fuera de ese poder? Yo creo que tiene tanto miedo a abandonarlo que éste le ahoga toda ambición. Es ahora cuando ese insensato se da cuenta de la ruina a que ha llevado a España y le ha entrado el canguelo. No menos que a la tropa que le sigue de peder sueldo, prebendas, lujos, ventajas…que nunca pudieron pensar en ganar con su trabajo. Respondamos ahora: ¿Es o no el PSOE, desde su nacimiento, el gran maltratador de la Patria-cuna, en la que maldita la hora en que nació?
Perdóneme el lector la espontaneidad de esta pregunta que me viene a la mente. ¿Qué será de aquellos mis camaradas que allá por el año 1979 se pasaron al PSOE? Alguno antes. Unos de buena voluntad, otros, como se supo después, con clara vocación de comanditarios en el arrebato de los arribistas? Recuerdo a uno, falangista, joseantoniano y sindicalista vertical de oficio, de toda la vida, que le puso después Pablo de nombre a un nieto, en conmemoración de aquel Iglesias a cuyos secuaces les daba por quemarlas. Anda que cómo se entere Pablito, el nieto, cuando sea mayor, de los orígenes del abuelo. Seguro que éste le dirá, quitando importancia al asunto: “sólo fue un cambio, de una camisa azul por otra roja, de una mano abierta por un puño cerrado. Es que, querido nieto, la roja estaba de moda y la azul se había pasado. Ésta estaba raída; aquélla a estrenar”.
Dejémoslo ahí. Por caridad cristiana, no traeré más tipos a la mente. De uno de Almería, ya se acordó hace unos años el diario El País y no precisamente para bien. Y eso que se había hecho de los suyos.
¿No encontrará España, desde este punto y hora, el retorno a su ser histórico? Si el Estado Autonómico va a servir como instrumento para derruir el Estado Nacional que lo integra, si las partes van a destruir el todo para convertirse ellas en mendigas pródigas y quebradizas, el todo debe quebrantar esas sus partes y disolverlas, si es necesario, con una solución químico-quirúrgica.
Pedro Conde Soladana
Artículo escrito en el año 2010