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«¡Es España, estúpidos!»

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Panorama desalentador e inquietante sobre lo que pueden hacer en el Congreso las mareas podemitas, aliadas con los radicalismos y los nacionalismos

Por Laureano Benítez Grande-Caballero para elmunicipio.es

Ya están aquí, llegaron ya. Desembarcaron en el templo de la democracia desde las naves nodriza de las instituciones financieras y las fundaciones globalistas que les amamantaron, entraron al abordaje del hemiciclo desde los galeones de Indias venezolanas cuajados de bolívares y potosíes, corriendo con sus cintas en el pelo por la carrera de san Jerónimo ―adelanto de la san Silvestre―, organizando una marabunta tuneladora desde las aulas magnas de la «Universidad Complotense», predicando sueños alcaloideos desde los santuarios okupas ahítos de litronas y kultubasura, vendiendo edenes disneyanos desde las impúdicas tribunas catódicas que iluminaron escandalosamente sus cavernas luciferinas.

Aquí viene ya la «esperpéntica legión» del globalismo vendepatrias ―que ya no «famélica legión» del internacionalismo proletario―, con sus pijoseñoritos/as superbecados/as, expertos asesores/as de revoluciones fracasadas de interminables colas para comprar papel higiénico, de cárceles democráticas donde se pudren presos políticos, de supermegainflación y porcamiseria para la «gente de abajo».

Aquí vienen los pretorianos/as del país nuevo, la tribu de los universitarios/as progrepijos/as doctorados/as y «amasterados/as», que introducirán en el santuario de la democracia a los «pantalonescagaos», a los «gorrapatrás», a los diputados deschaquetados, con sus barbuncias talibanescas, con sobaco sudado de tanto trabajar por los derechos sociales de la gente «de abajo»; a los «vakerosdesteñíos», que pondrán sus posaderas en la moqueta congresista como amenazando asambleas «new age»; a los comanches de pelambreras imposibles que harán del Congreso un «Fort Apache» iraní de esos que ahora se llevan.

Pondrán sus banderas gays en las tribunas, romperán legajos en directo, profanarán las alfombras con sus deportivas cutres y gastadas, encandilarán a las muchachadas que les votaron con sus camisetas de «Iron Maiden», o con otras donde luzca esplendorosa la siniestra calavera de los pirateos caribeños donde nacieron, el rostro de Chávez o el Evo, o incluso el iniciático «ouroboros» de la serpiente que se muerde la cola ―por cierto, mucho ojo a este símbolo―.

Alguna post-porno importada desde los riscos de Montserrat orinará en las moquetas de los pijos de las bancadas azules, que a eso se le llama «libertad de micción», o #esquenoaguantomás. Otros amenazarán quizá a la derechona con sus ceniceros marca «Auschwitz», y en la tribu de las bolleras y feminazis que ya están llegando se infiltrará alguna pirómana «pechosalaire» engendrada en una noche de aquelarre por FEMEN y SEMEN, frustrada porque no haya capillas que asaltar en el Congreso.

Y todos/as, compañeros/compañeras, camarados/camaradas, colegos/as, entrarán agitando en revoleras reivindicativas sus estelurriñas independentistas, portavoces del independentismo que les ha votado por aquello de que reclaman el derecho a la autodeterminación de las autonomías, por lo cual los indepes les reconocen como de su cofradía. Primera fuerza en Cataluña, primera en el País Vasco, segunda en Valencia y en Galicia… han fagocitado a Bildu y a Geroa Bai, cuando no se han aliado con ellos en Navarra para concurrir al Senado; han hecho contubernios con Anova-Irmandade Nacionalista ―formación gallega que incorpora el republicanismo y el independentismo―, y Compromís, que defiende la soberanía plena del pueblo valenciano, y el independentismo de los «Países Catalanes», formando parte del grupo «La Alianza Libre Europea» en Bruselas.

Caerán sobre las bancadas como una invasión de moscas cojoneras, farfullando sus monsergas a mogollón: #vayasesorrajoy, #porlatercerarepublika, #feminismoalpoder, #fueracorbatasypijos, #losseñoritosnonosrepresentan, #poderpopular, etc., todo muy bien «hashteado», escupiendo sus chorradas casposas, sus mugrientas consignas de «leninismo amable», mientras retransmiten por las letrinas del ciberespeacio las bufonadas que perpetrarán en las tribunas sin ningún sentido del pudor ni del ridículo.

Quizá también tengan que acostumbrarse los de la bancada azul a que, en vez de llamarles señorías, les llamen «señoritos», la especialidad del Errejón #acab», que a lo mejor se le escapa esa palabreja bastarda y se la endilga también en uno de sus «lapsus» verborreicos a los diputados derechones señoritingos, que algunos tienen un rejo de policías que hay que denunciar, camaradas/os.

Y también igual les da por despendolar su irresistible pulsión grafitera, y nos llenan el Congreso de pintadas a favor de algún ex-preso de ETA, o de la liberación del terrorista vallekano Alfon, o convocando a un aquelarre feminista en la «Complotense» para celebrar que ahora no se queman ya las brujas. O mismamente te clavan por sorpresa un cartel con el Chávezsigue puñoenalto mirando al infinito caribeño, convocando a sus mesnadas bolivarianas a la revolución final.

Lo que no está claro es si llevarán al Congreso el espíritu porrero de la «Universidad Complotense», la porquería que encloaca sus pasillos con demasiada frecuencia, su tarjetería roja escracheadora cuando no le guste algún pijo azul. Pero sí vendrán con su tono chulesco, con su bravuconería perdonavidas pero agresiva contra «la casta», pues son los redentores de una Patria que quieren gobernar destruyendo, ya que solo ellos conocen la verdad que los demás desconocemos, verdad que se le reveló a su Moisés coletudo cuando algún espíritu del inframundo se le apareció en un olivo en el que ardía España, momento irrepetible y majestuoso donde se le dieron las tablas de la Nueva Constitución, ésa en la que quiere poner el derecho de autodeterminación.

También oiremos que hay que entregar Ceuta y Melilla a Marruecos, pero no dirán nada sobre exigir que la Pérfida Albión nos devuelva Gibraltar. Eso es patriotismo y olé. Despotricarán contra los toros, contra la monarquía, contra los católicos, pero darán abrazos de oso pardo a los estelurriños, que por algo son los más democráticos del mundo mundial.

Con este panorama de territorio comanche, pues sería de desear que algún diputado fuera algún día a la tribuna embutido ―sin ánimo de provocar― en un traje de señoritingo con corbata pija―con los colores de España, a ser posible―, zapatos acharolados, bien afeitado y repeinado. Una vez allí, podría mirar a las bancadas de los estelurriños, y decirles con voz firme, desplegando una bandera española: «Esto no es un tugurio okupa, ni una asamblea de la «Complotense», ni un círculo venezolano… ¡Es España, estúpidos!».

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