Por José Ignacio Moreno Gómez para elmunicipio.es
No nos engañemos: Podemos no es un partido populista. Al menos no lo es de entrada; otra cosa es que, dados los múltiples condicionantes de la situación española, no tengan, de momento, asegurado un largo recorrido como versión renovada del marxismo-leninismo, tal y como a ellos les gustaría.
Populistas son aquellos que tienden a la simplificación de la lucha entre oprimidos y opresores siguiendo esquemas pretéritos; populistas son quienes hacen propuestas incontestables de igualdad social a favor de los más débiles, si bien usando planteamientos más emocionales que racionales; populistas son quienes movilizan a las masas, ejerciendo un liderazgo carismático fundamentado en la improvisación y el oportunismo. Populista podría ser algún líder de ademanes epilépticos, o un tipo vacío, como Pedro Sánchez si tuviera algo más inteligencia (pues para ser populista también hace falta tener cierta chispa). El populismo abusa de políticas populares, destinadas a ganar la simpatía de la población, aún a costa de tomar medidas contrarias a la razón, a la justicia y a la equidad. El populismo origina perversiones, transitorias por insoportables, de hiper-democracia; esto es, de oclocracia o gobierno de la turba. Del populismo nacen los fascismos que disimulan las contradicciones, inherentes al propio discurso populista, mediante una dictadura surgida y apoyada por movilizaciones masivas. ¡Ojo pues a los camaradas que sienten inclinaciones populistas!
Pero, ¿acaso no tiene Podemos mucho de todo eso? Pues sí, pero no. Y es que el populismo también puede ser un disfraz; un estudiado protocolo que se sirve de herramientas varias y sabe mantener un tira y afloja, siempre bajo control y que busca más sumar que restar. La estrategia de Podemos es leninista en su interpretación gramsciana. Su finalidad también lo es. No se trata de rebeldes ocasionales (Movimiento 15-M, Mareas, anarco-okupas y demás compañeros de viaje). Ellos ensayan una versión actual y académica de un marxismo remozado, que apuesta por la ingeniería social, y que hace uso de todos los instrumentos que puedan ser útiles para avanzar en la transformación de la sociedad y del hombre hacia su particular versión del Paraíso Terrenal. Han aprendido de Gramsci que el concepto de hegemonía fue la mayor aportación teórica de Lenin al marxismo. Afirmaba Gramsci que la hegemonía pertenece a quien lucha con mayor energía, al jefe ideológico de la democracia, que es el papel que intenta desempeñar Pablo Iglesias.
Según Gramsci, para hacerse hegemónico, había que abandonar una visión exclusivista y corporativa de la lucha exclusivamente sindical contra patronos y Estado, y posicionarse en las luchas contra cualquier manifestación de arbitrariedad y de opresión, donde quiera que se produzca, cualquiera que sea la clase o grupo social afectados. Tener hegemonía significa, ante todo, ganar para la causa a la mayoría de las clases subalternas. Ya no son obreros contra patronos, izquierdas contra derechas. Ahora son, nos dicen, los de “abajo contra los de arriba”, cualquiera que sea el valor de la abscisa donde se produzca la situación opresora. Encaja aquí, por descontado, también la ideología de género. La vanguardia dirigente se construirá mediante un sistema de alianzas de clases que permita movilizar contra el capitalismo y el Estado burgués (el de la Constitución del 78 en el caso de España) a la mayoría de la población trabajadora. Para ello, alternarán propuestas transversales, para todos, con concesiones al populismo más rudimentario; pero sabrán recoger velas a tiempo con medidas de corte social-demócrata rebajado, para así no espantar a ninguno de los de “abajo”. Comprobaremos también como su democracia asamblearia es pura engañifa; los círculos de Podemos están hábil y fuertemente dirigidos por un liderazgo central e indiscutible, que es el de Pablo Iglesias. Van a la conquista del Estado y de los resortes más eficaces de poder: fíjense en cuáles son los ministerios que se reservaba Pablo Iglesias en su descarada oferta a Pedro Sánchez. Su meta última es una quimera en una sociedad burguesa y bajo el liderazgo de burgueses, que es lo que son los líderes podemitas. Pero su utopía va más allá del populismo y el momento en que nos encontramos es especialmente propicio: “estamos en un momento leninista”. El Estado de Bienestar, tras la caída del Muro de Berlín, aparece amenazado por las políticas neo-liberales; la última crisis de la economía capitalista ha dejado a España con una tasa de desempleo insoportable; los escándalos continuados de corrupción de los grandes partidos resultan sangrantes; los demagogos políticos y sindicales saben cómo mantener su poder de forma corrupta, buscando legitimidades ilusorias en los sectores más ignorantes de la sociedad. En la Andalucía de las subvenciones y de los ERES, hemos asistido a espectáculos escandalosos, como ver a una multitud de paniaguados abuchear a la juez que investigaba el fraude en el dinero para los cursos de formación para parados. En los gobiernos de derechas se han prodigado los escándalos y las corruptelas. El partido Popular ha contribuido eficazmente a la eliminación de los valores que vertebraban a nuestra sociedad. En la calle, las conductas incívicas están a la orden del día; los ideales altruistas y solidarios desfallecen a las primeras dificultades; los valores religiosos provocan sonrisas. Y todo porque la máquina consumista no puede pararse ni pueden sus usuarios ser distraídos con cuestiones trascendentes ni sublimes. También la comunicación y los medios, se han tornado en pura publicidad; y puede, por ejemplo, una misma empresa controlar a un periódico independentista catalán y a un diario de derechas españolista. Y es que el dinero hace de las ideas no más que ideología, en el peor sentido del término.
Con este caldo de cultivo, y sin hacer alusión a la situación internacional – aún menos halagüeña que la española – ¿no es una buena ocasión para que Podemos intente la conquista del Estado? ¿Y luego qué? Indudablemente, hoy día, un país sólo y aislado poco puede hacer para transformar las estructuras. Pero, ¿y si triunfasen movimientos similares en países diversos?
A algunos estas ensoñaciones les parecerán puro delirio. A otros nos gustaría que existieran herramientas útiles para poner en marcha una revolución, una transformación a fondo de un mundo que no nos gusta; solo que de otro signo. Pero,…¡carecemos de ellas!
José Ignacio Moreno Gómez
Excelente lectura del momento político,en mi opinión.
Tenga en cuenta ademas que están ahora mismo en el parlamento prácticamente todas las ideas y tendencias.Si acaso faltaría a lo mejor una,bien adornada y capacidad de pegada fuerte y sería a grandes rasgos «izquierda del trabajo y valores de derecha».tambien podría ser:
-Izquierda nacional o derecha social.
están todos menos estas tendencias a grandes rasgos.
¿Habría espacio para ello?.De como vaya funcionando la politica desde hoy va a depender que esto sea posible o no.
Con estos conceptos hablo a grandes rasgos.
Una muy buena reflexión sobre los populismos que se vive en España gracias sobre todo al naufragio político de PP y Psoe, habilmente aprovechado por como dice Ignacio, los seguidores de Gramsci quien, invariablemente entendía el marxismo leninismo, como totalmente transversal, en cultura, trabajo, arte, moral, etc., solo una respuesta de iguales metas, pero de otra ilanterpretaciópn érica, podría ser una alternativa eficaz, tal vez, se necesite la nuestra, ¿Es posible?