Por Eduardo López Pascual para elmunicipio.es
Los Falangistas Ciezanos
A mi me gusta y mucho, la palabra nación. Es una referencia clara al origen de cada uno de nosotros, y así se emplea en casi todas los países del mundo. Lo que ocurre es que hay en España quien usa esa palabra para cosas nada agradables, quizá porque no sepan o no quieran bucear en el significado del vocablo. La nación es un concepto que nace en el fondo de los tiempos, pero llega hasta ahora con el peligro de su malinterpretación, sobre todo si nos atenemos a las realidades de un mundo tan diferente, por globalizado, en que se desarrollan las sociedades del momento. Hoy, hablar de nación, como elemento diferenciador, o como argumento a los separatismos, no tiene cabida en el universo político. Cuando como aquí en España, los territorios que invocan la Nación, para exigir independencia, demuestran estar anclados en la oscuridad de la Edad Media, por lo menos. Nación tenía sentido cuando significaba pertenencia directa a una etnia determinada, a una cultura asentada en una lengua, unas tradiciones muy particulares, y hasta una singularidad religiosa, en donde todos sus miembros, la inmensa mayoría, participaban de un mismo tronco genético.
Pensar, por ejemplo, que Cataluña, en donde más de la mitad de sus habitantes son de procedencia castellana, gallega, andaluza, murciana y de las demás regiones españolas, que han llevado a sus pueblos y comarcas el acerbo de sus propias tradiciones, se empeñe en mantener el término nación como bandera de identidad rompedora, es un contra sentido, no tiene ya justificación esa palabra, como reclamo para la secesión, a no ser que se emplee cono riqueza cultural para el conjunto de los residentes en esa Comunidad. Cataluña, que hoy por hoy no puede hablar de una etnia propia, no puede esgrimir una personalidad biológica diferente a la del resto de España por mucho que apreciemos su historia. Lo mismo ocurriría con las otras regiones, todas son históricas, pero que juntas conforman el Estado español. Recordemos aquí el sentimiento con que, por ejemplo, en los Estados Unidos, recogen los ciudadanos eso de nación. Allí, como no, se habla de Nación, pero desde otro punto de vista nada igual a como se hace en nuestro país, donde parece que solo significa frontera, rechazo, ruptura, secesión. En Norteamérica- USA, para más precisión, existen naciones desde luego tan históricas como las que hayan aquí. La Nación Sioux, la Nación Apache, etc, y otras que todavía subsisten bajo la antigua denominación -, pero solo a efectos de distinción-, que se justifican por su condición étnica. Componen además un espacio de cultura, religión y tradiciones, lenguas y costumbres singulares muy diferenciadas del resto de la sociedad americana.
Sin embargo, a la altura de nuestro siglo, a ninguno de esos pueblos que forman la gran Nación india, como tampoco ocurre con la Nación Maya, en la América mexicana, del Yucatán o de Belice, o con los pueblos Aimarás en Sudamérica, los Incas en los Andes, que forman ya parte de la civilización occidental, se les pasa por la imaginación el pretender crear Estados propios. El Sioux, el Navajo, el Apache, Aparajoe, como el Maya o el Inca, entiende mejor que algún colectivo de por aquí, la denominación en los tiempos que vivimos. Los catalanes como evidencia-, saben que el término Nación, hoy como siempre, indica pertenecer por genética a un pueblo determinado, y que esa condición no traspasa otras fronteras que la de su misma identidad étnica. Pero esta idea no cuadra en algunos territorios españoles en donde, vemos que en Cataluña, ahora que hay fiebre independentista, los apellidos García, López, Sánchez, Rodríguez, Martínez, Pérez, etc, sobrepasan con demasía a los puramente autóctonos. Cerca del 70 % de su población tiene su origen fuera de sus límites geográficos, así pues, de qué nación hablan para conformar un Estado separado de España?.
Y así se produce la gran paradoja de ver que, los que reclaman una Nación, que no nacionalidad, que eso está inscrito en nuestra Constitución, aparecen con nombre y apellidos ´charnegos”-, que además nos trae la artificiosidad de un deseo que no se compagina ni con la realdad ni con la historia. Ver a un Rufián como adalid del separatismo más intransigente en Cataluña, o leer que un tal Sánchez, es o ha sido portavoz de una ANC para la ruptura con España, o tal Hernández al frente de la CUP, a mí al menos me mueve a una tremenda irrealidad. Que sea una Ana Gabriel, quien encabece la insumisión contra España, solo me hace pensar que tiene muy mala cabeza.
En USA -las naciones Indias no tratan de convertirse en países independientes dentro del territorio norteamericano, resultaría anacrónico-, y eso que ofrecen mucha más diferencia, de todo tipo, étnico, idiomáticos ( nada que ver con las lenguas anglosajonas, o latinas), de cultura o religión, como las que componen el suelo ibérico, aparte de que la Constitución americana no contempla en ningún momento, que yo sepa, la posibilidad de una secesión dentro de sus fronteras. No hace falta endurecer leyes. Quizás, solo sea porque los Indios, son más sensatos que muchos payeses o abertzales, La mezcla de autóctonos y foráneos en Cataluña, por ejemplo, es tan fuerte que chirrían las almas con un mínimo de realismo social y democrático ante la deriva que quieren imponer, aunque sea a base de falsear la historia, de invadir la educación y enseñanza, de administración desleal. Ya decía José Antonio en su famoso articulo La Gaita y la Lira, que la patria no es el territorio, ni la lengua, ni las costumbres, sino un proyecto de vida común. Y eso, es España y nunca sus parcelas.
A la altura del siglo XXI entender la palabra nación, como seña de independencia, solo es asumida por auténticos representantes del Cuaternario. Algo que tal vez sería útil, podría estudiarse en fas conocidas clases de alguna universidad española. Eso sí, con todo el respeto a la rica e importante cultura catalana. Y por favor, que estos invoquen ejemplos, como los de la extinta Yugoeslavia- cosida a base de seculares invasiones, conflictos y asesinatos, o de Checoeslovaquia, inventada tras la II Guerra Mundial, o traer a colación el caso de Escocia que fue reino independiente hasta mil setecientos y pico, parece una broma, más aún si se tiene en cuenta que las leyes británicas no impedían la consulta o el llamado derecho a decidir.
No existe correlación entre esos países y España. Lo demás es ganas de malear una convivencia de cientos y cientos de años.
Soberbio, Eduardo, magistral…