Por Eduardo López Pascual para elmunicipio.es
Parece ser no, resulta que la red social, informática, que actúa con el nombre de Facebook, amanece un día con la sanción impuesta a uno de sus inscritos, no solo los de Podemos pueden utilizar esa palabreja, y lo castigan con la censura. Además, sin avistar, como en los viejos tiempos de otro régimen en que censuraban por decreto, y sin dar explicaciones hasta hora de por qué y bajo qué razones se permiten el lujo de silenciarlo. Puedo asegurarles, ya que soy un asiduo de sus palabras en ese servidor o como se llame en el lenguaje de los ordenadores, que el represaliado, (no doy el nombre pero lo haré si es preciso y me exigen veracidad), que jamás ha puesto una frase merecedora de tan estricta observación.
Acaso, el argumento a emplear, sea su clara y comprometida defensa de unos valores hasta ahora suscrito por millones de españoles, o de ciudadanos con cultura de lo permanente, de lo que trasciende por encima de modas y modales. Acaso, este protagonista y, por tanto, sufridor de una censura inimaginable en el ámbito de la democracia formal, pueda ser su posición critica contra algunas manifestaciones para mí odiosas, de separatistas, de iconoclastas, de fantasmones ocupando puestos de gracia. O, cómo no, haya tenido la osadía de cantar las cuatros verdades al barquero, esto es, a la monarquía, de la que yo mismo y él, aunque no vayamos a la cabeza de la revuelta, nos sentimos profundamente alejados.
Que sepamos, el interdicto, nunca ha perjurado -como otros-, jamás ha jugado a pornógrafo, -permítanme la expresión nada ortodoxa-, ni ha emitido mensajes con tintes a xenofobia, así que ¡qué nos queda!, pues un fiel guardián o censor de lo que es políticamente correcto, fuera de lo cual, ya se sabe, te arrojarán a los infiernos o, como en este caso, te silencian como en los mejores tiempos de la II República con su famosa Ley de Defensa de la República, hoy, del régimen monárquico capitalista que tenemos. Naturalmente esta censura no se aplica, por ejemplo, a los que insultan la verdadera Memoria histórica, ni a quienes se mofan semidesnudas en un altar de la Iglesia, o dicen chistes obscenos por su inconveniencia. Pero eso es otro cuento que alguna vez contaremos. Ahora se trata de fustigar a quienes en uso de esa libertad de expresión, que manosean, derivan en Facebook, a un poner un esparadrapo en la mente, en la boca, en las manos. Para esto, la verdad, no hacían faltas las alforjas.
