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Sin dinero público no habría feministas

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Feministas radicales atacan desnudas una Iglesia Católica
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Sin dinero no público en subvenciones no tendríamos la Dictadura de Género del Feminismo

Vilipendiada, perseguida y amenazada. Erin Pizzey es una de las antiguas feministas enmarcada en el movimiento de la segunda ola de los años sesenta. Su vida dio un giro radical al describir públicamente al movimiento feminista “como un negocio, un entramado multimillonario que comienza en los años setenta en Inglaterra y que da como origen una gran industria del feminismo”.

LM / Pizzey fue pionera en la creación de refugios privados para mujeres maltratadas que tuvieron un gran éxito en Gran Bretaña. La activista comenzó a recibir donaciones privadas y, tal y como ella misma cuenta, “en el momento en el que el dinero llegó a los refugios, se aproximaba el sonido de las botas feministas que venían a secuestrar las asociaciones de la violencia doméstica y a convertirla en una industria millonaria”. Eso sí, estatal.

La mujer, “víctima” de los hombres

Tras el movimiento hippie y la lucha contra el apartheid, las nuevas feministas empezaron a inspirarse en el marxismo, presionando al Gobierno británico para recibir subvenciones y, poco a poco, lo consiguieron. Llegan las primeras partidas presupuestaria en 1974. Tal y como narró Pizzey a Sky News, “esta máquina de hacer feminismo tan eficiente sabía lo que debía hacer para consolidarse como una gran empresa estatal”. Y lo hicieron. Expulsan a las feministas que no están de acuerdo con la victimización de la mujer y lanzan un mensaje que calará hasta nuestros días: el hombre es un ser malvado por naturaleza, una especie de asesino en potencia.


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Los hombres fueron echados del movimiento. Nace la tercera ola, neofeministas que no están dispuestas a compartir las manzanas que les caen del paraíso del Estado. La culpa es de los varones (el malvado “heteropatriarcado”). Atrás quedarán los gritos de las sufragistas del siglo XIX, sus ideas ya “no venden” en nuestra era. La libertad de la mujer y su igualación de derechos con respecto al hombre, tan añoradas por las feministas de la primera y segunda ola, no tiene rédito político. La mujer como ser desvalido, sí. Arranca en palabras de Pizzey,”el gran negocio, las feministas se enganchan a la yugular del contribuyente”.

Cómo operan “las empresarias” del feminismo

En nuestro país tenemos al menos a dos Erin Pizzey. Una de ella, es la doctora de economía María Blanco. La profesora acaba de publicar Afrodita desenmascarada: una defensa de feminismo liberal. La escritora nos atiende mientras cambia de clase y salen sus alumnos. Blanco aclara que “la tercera ola feminista de los setenta fue capturada por la izquierda, pero aún tenía buenas intenciones sobre los derechos de la mujer. Ahora, sin embargo, vamos hacia una cuarta ola feminista con objetivos espurios: que los hombres lleven tacones o que los niños carezcan de identidad sexual, por ejemplo”.

La madrileña alerta sobre “el peligro que tiene esta cuarta ola sobre su influencia en la sociedad civil”. Señala que este tipo de movimientos de nuevo cuño vive de “explotar la miseria ajena”. A diferencia de Pizzey, esta investigadora no cree que sólo busquen dinero, “lo que desean es la perpetuación en el poder, y lo peligroso es que esta maquinaria es eficiente. Una vez que se otorga una subvención, es imposible eliminarla, sólo puede ir a más”.

Nace el “feminismo disidente”

Contundente, declara que “son un auténtico lobby que ha degenerado en la más absoluta victimización de la mujer”. Es aquí donde la cuarta ola feminista está entrando en conflicto. En este sentido, Blanco se muestra optimista sobre el futuro, ya que es conocedora de un nuevo “feminismo disidente”. “Se está produciendo una ruptura, hay peleas entre las feministas, como si fuera una película de los Monty Python. Discuten quién defiende más a la mujer”.

De hecho, en universidades como Valencia y Sevilla ya se están realizando charlas de feministas disidentes, pero Blanco cree que “todavía hay mucho por hacer. El control estatal y, por ende económico, quiénes dictan lo que es feminista o no, lo siguen teniendo estos colectivos”.

“Si no piensas como ellas, no eres mujer”

María Blanco no es la única española que investiga sobre las neofeministas. Desconocida para muchos, pero perseguida, insultada y amenazada en su entorno laboral tenemos a Alicia Rubio, profesora de un instituto de secundaria de la Comunidad de Madrid. Es la encargada de desenmascarar “el entramado económico y la mafia feminista en España” en su libro Cuando nos prohibieron ser mujeres y nos persiguieron por ser hombres.

Hablamos con ella y su voz denota nerviosismo. Notamos que lo está pasando mal. Nos cuenta que en su entorno laboral ha sufrido insultos y mobbing desde que expresara sus ideas en el entorno del centro educativo en el que trabaja. La escritora nos habla de su investigación sobre las partidas presupuestarias destinadas a los movimientos feministas españoles. Es entonces cuando se topa con el oscurantismo existente.


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Según Rubio, el dinero destinado a organizaciones como el Instituto de la Mujer no se fiscaliza, es decir, no se dan explicaciones de lo que hacen con el presupuesto. “Estuve en una reunión en el Instituto de la Mujer donde se decidían qué coordinadoras se encargarían de repartir los 50 millones de euros procedentes de los Fondos Europeos. Discutían entre ellas y lo único que estas 200 personas reclamaban eran que querían pasar a ser funcionarias, y otras que ya les tocaba el contrato indefinido”.

Aclara que las vías de financiación del movimiento feminista son múltiples y enrevesadas a conciencia para que nadie las cuestione, para que nadie se entere.”Manejan muchísimo dinero [público], por eso son tan fuertes, un lobby real, y son las menos interesadas en que el machismo o violencia doméstica desaparezca, ya que esto implicaría desmontarles su chiringuito”.

Surgen los “comederos”: delegaciones, asociaciones (Rubio contabilizó 2.000 sólo en Andalucia) y una maquinaria empresarial “sin beneficios reales para las mujeres”. Lo llamativo es que las muertes al año a manos de sus parejas o exparejas siguen siendo más o menos las mismas a pesar de los cambios legislativos y el aumento de partidas presupuestarias destinado a tal fin. En 1999, murieron 54 mujeres por violencia de género, mientras que en 2017 fueron 52.

‘Empresarias’ del feminismo en España

Por el contrario, la organización Impacto de Género Ya, que aglutina a 40 asociaciones feministas, achaca estos tristes resultados a que “los Presupuestos Generales del Estado no destinan dinero suficiente”. De los 31 millones que el PGE destinaba en 2011 a las plataformas feministas se ha pasado a una promesa del gobierno de inyectar a estas organizaciones 1.000 millones para los próximos cinco años, a un ritmo de unos 200 millones al año. La presión funciona.


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Junto con las comunidades autónomas y ayuntamientos se ha sellado por unanimidad el Pacto de Estado contra la Violencia de Género. El acuerdo, alcanzado en el Congreso el pasado año, contempla una financiación de 1.000 millones de euros en cinco años y más de 200 iniciativas para su lucha. Así lo confirmaba la ministra de Igualdad, Dolors Montserrat, quien garantizó que destinará, para empezar, “200 millones de euros de esa partida al pacto contra la violencia de género en 2018” redistribuidos entre el gobierno central, las comunidades autónomas y las asociaciones feministas.

Alicia Rubio remata la entrevista con una frase muy contundente: “Me gustaría haceros llegar la última frase que escuché a una política: sin dinero público no habría feministas”.

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