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Cuando el PSOE se opuso al voto femenino en la II República
“…Poner un voto en manos de la mujer es hoy, en España, realizar uno de los mayores anhelos del elemento reaccionario…” 1 octubre 1931 Margarita Nelken diputada por el Partido Socialista Obrero Español.
Clara Campoamor dejó escrito que la resistencia de las izquierdas al pleno reconocimiento del voto femenino, fue fruto del influjo que ejerció sobre ellas el líder socialista Vizcaino Indalecio Prieto: “Es curioso considerar -señalaba en una de sus obras- la extraordinaria importancia que ha tenido el señor Prieto en los destinos de la República […] aún más eficaz y acusada en su actuación tras las bambalinas”. Y sobre el concreto asunto del derecho de la mujer a votar, la diputada radical apuntaba que, en su partido, Prieto “…mantuvo una actitud de oposición rotunda […] pero […] no pudiendo vencer en su minoría […] notorio es que llevó su oposición hasta donde le fue posible”.
“Se ha dado una puñalada trapera a la República,” Indalecio Prieto, lider del PSOE ante la aprobacion del sufragio femenino el 9 de diciembre de 1933
el 9 de diciembre de 1931, tras aprobarse el voto femenino, Los anarquistas cantan: “Ya han dado el voto a la mujer / para que Alfonso pueda volver”
«No utilice falsedades históricas para contestar al Grupo Socialista, como la que se produjo cuando se refirió al voto femenino durante la Segunda República», dijo Elena Valenciano, muy segura de sí misma, a Alberto Ruiz-Gallardón. La indignación de la diputada del PSOE se debía a que el ministro de Justicia aseguraba que, al comenzar la Segunda República, los socialistas tenían una diputada que se negó a votar a favor del voto femenino.
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Socialistas contra el voto femenino
Valenciano y el resto de sus compañeros del PSOE dieron muestras de desconocer la historia de su propio partido, pues la diputada socialista en cuestión, Margarita Nelken, efectivamente fue contraria a otorgar el derecho de sufragio a la mujer en 1931, un año en el que podían ser elegidas, pero aun no electoras. Lo que Gallardón no mencionó en el Congreso sobre este hecho insólito y sonrojante del PSOE es que Nelken no fue la única, sino que hubo otros diputados socialistas y de la órbita republicana y de la izquierda que también se opusieron con fuerza.
En las discusiones parlamentarias sobre la concesión a las mujeres del derecho a votar en las Cortes Constituyentes de 1931, el diputado Hilario Ayuso del Partido Republicano Federal, un grupo que después formaría parte, junto al PSOE, del Frente Popular, propuso una enmienda por la que los varones pudieran votar desde los 23 años, pero las mujeres desde los 45. Un momento clave de la historia de España en el que Partido Republicano Radical (PRR), de fuerte tendencia anticlerical, quiso ir un poco más allá en su oposición y propuso retrasar la votación, por el peligro que creía que suponían para la República que las mujeres ejercieran su derecho al voto.
«La mujer es histerismo»
A partir de este momento, las perlas que se escucharon en el Congreso por parte de algunos diputados de izquierda y de otros de diferentes tendencias socialistas resultarían impensables hoy en día. Desde que «la mujer es histerismo y se deja llevar por la emoción y no por la reflexión crítica» (Roberto Novoa, de la Federación Republicana Gallega), hasta que «el histerismo impide votar a la mujer hasta la época menopáusica» (Hilario Ayuso, del Partido Republicano Federal). O la propuesta del diputado Eduardo Barriobero, del Partido Republicano Democrático Federal, que pedía excluir de dicho derecho a las 33.000 monjas que existían en España.
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Lo llamativo de esto es que dos de las tres diputadas que había en el Congreso en 1931, ambas de tendencia socialista, se mostraron en contra de conceder el sufragio a la mujer. Por un lado Nelken, que había ingresado en el PSOE poco antes y que fue la única mujer que consiguió las tres actas parlamentarias durante la Segunda República, y por otro Victoria Kent, diputada del Partido Radical Socialista.
«Es necesario que las mujeres que sentimos el fervor democrático, liberal y republicano pidamos que se aplace el voto de la mujer», aseguró Kent en el Congreso el 1 de octubre de 1931, consiguiendo los aplausos de sus compañeros de partido. Tanto la diputada socialista-radical como Nelken sostenían que la mujer española carecía en aquel momento de la suficiente preparación social y política como para votar responsablemente, debido a que estaban muy influenciadas por la Iglesia y su voto podía ir a parar a los partidos conservadores.
Es decir, que tanto Kent como Nelken no querían que las mujeres votaran porque creían que sus votos no serían para los partidos de izquierdas. Puro oportunismo político que basaban en que un grupo de católicas acababa de entrega un millón y medio de firmas al presidente de las Cortes, pidiendo que «se respetaran los derechos de la Iglesia» en la Constitución.
Clara Campoamor
Frente a ellas, y frente a un buen grupo de otros diputados republicanos y socialistas, incluidos los de su propio partido, se encontraba una figura clave de la historia contemporánea de España: Clara Campoamor. «¿De qué se acusa a la mujer? ¿De ignorancia? Si se trata de analfabetismo, las estadísticas afirman que, desde 1886 a 1910, el número de analfabetos ha disminuido en 48.000 en las mujeres y en menos proporción en los hombres. La curva ha seguido hasta hoy, momento es que la mujer es menos analfabeta que el hombre», contestaba la histórica diputada del Partido Republicano Radical a Victoria Kent, sentenciando que «la mujer fue eliminada de los derechos políticos porque las leyes habían sido detentadas por el hombre». «No olvidéis que nos sois hijos de varón tan solo», les advertía.
Fueron unas sesiones tensas en un congreso que acabó dividido ante esta cuestión. Hubo muchos diputados que defendieron el voto femenino con argumentos como que «la única manera de arrancar a la mujer de las garras del confesionario es concederle el voto», «que esta sabrá separar sus sentimientos religiosos del fanatismo que le impida el ejercicio de sus deberes ciudadanos», «que el voto de la mujer no solo no perjudicará, sino que representará un extraordinario refuerzo para la República» o que, «para que la mujer se vea comprometida con la República, es preciso concederle el voto».
El 1 de octubre de 1931, el derecho al sufragio femenino no solo no fue aplazado, sino que la propuesta de que los hombres votaran al cumplir los 23 años y las mujeres a los 45 no salió adelante. Ambos sexos votarían a los 23 años tras una votación que acabó con 161 votos a favor y 121 en contra.
Durante esta se produjo un curioso incidente que ABC destacaba en sus páginas. Cuando Clara Campoamor iba a votar, una espectadora del Congreso le gritó desde la tribuna: «¡Eso es impropio de una mujer!». Tras llamarle la atención, le preguntaron que por qué criticaba a la diputada defensora del voto femenino, a lo que esta respondió gritando de nuevo, y provocando las risas de los diputados, que «creía que era la Kent».
«Nunca superarán nuestros absurdos»
La diputada radical-socialista hizo un último intento para conseguir que se aplazara el sufragio femenino, presentando dos meses después una disposición transitoria que pedía que las mujeres no votaran en unas elecciones generales hasta haberlo hecho dos veces en unas municipales. La propuesta de Kent fue rechazada, esta vez con un margen mucho más estrecho: 131 votos contra los 127 que representaban, entre otros, gran parte de los diputados del Partido Radical Socialista, todos los parlamentarios de la Agrupación al Servicio de la República –entre los que estaban Ortega y Gasset, Marañón y Ramón Pérez de Ayala, que habían presentado candidatos dentro de la candidatura republicano-socialista–, muchos miembros de la izquierda republicana más radical y la diputada del PSOE Margarita Nelken.
Tras esta votación, el derecho al sufragio femenino fue aprobado finalmente por las Cortes Constituyentes el 9 de diciembre de 1931. Como dijo Wenceslao Fernández Flórez en las crónicas parlamentarias de ABC que le hicieron famoso, «para orgullo de la superioridad masculina estamos seguros de que ellas nunca podrán superar nuestros absurdos».