Las palabras no siempre son inocentes
Pueden ser un arma, a veces, peligrosa
Por Eduardo López Pascua, de Falangistas ciezanos, para elmunicipio.es
La poesía, como ya dijo un filósofo, y según como se emplee, puede ser un arma para transformar el mundo hacia el bien, pero puede, en cambio, estar cargada para el odio y el enfrentamiento. Por eso, quizá, José Antonio Primo de Rivera, escribió una frase histórica. «Ay de la poesía que destruye frente a la poesía que promete”, que, traducido al lenguaje de hoy, aunque no sea literal, nos avisaba de aquellas palabras usadas para levantar división, los desencuentros y la ruptura? A veces, lamentablemente, arrastrado a la violencia.
Esto es lo que a mi modesto parecer ocurrir con los juegos de palabras que se utilizan en el tema catalán, y no precisamente con los independentistas, que usan un vocabulario directo y expreso, sino con los políticos adscritos a una izquierda vergonzante, y a unos comentaristas televisivos, periodistas y seudo-analistas traídos exprofeso, que tienden de manera harto sospechosa a relativizar, a quitar importancia, a minimizar cuanto dicen y hablan, pronuncian y declaran, los conspicuos representantes del golpismo catalán.
Así ante esta situación, de frases separatistas, como “Hay que atacar al Estado”, “¡desobedeceremos las sentencias que no nos gusten”, “Bloquearemos Cataluña”, “Solo atenderemos las leyes del Parlament”, España es un Estado delincuente”, entre otras muchas palabras pronunciadas por Presidentes, consejeros y gentes de gobierno, cono el Ayuntamiento de Vic, emitiendo verdaderas consignas antiespañolas, por ejemplo, los tibios de España solo apuntan a que son palabras y no hechos, (sic la Viceministra socialista Sra. Calvo). “Nada más que son proclama”, argumentan falazmente esos analistas filo-izquierdistas, o de dudosa vocación hispana: en la sexta, en la cuatro, en la tres, etc., olvidando que con ellas se alienta un clima de violencia que a lo peor lleva a la violencia. De hecho ya se han producido numerosos actos violentos.
Sin embargo para estos profesionales de la ambigüedad, de la equidistancia, de la neutralidad- como si defender la patria fuera producto de la irracionalidad-, “No hay que provocar”. “No lesionemos susceptibilidades”, “No exageremos la situación” “Allí – en Cataluña-, no pasa nada grave”, “No se debe caer en el extremismo”. Y así hasta el infinito. Al parecer a estos cantamañanas, (No doy nombres pero todos los vemos: Los marañas, Sardá, La Lorena, la Susana, Los Pino, o López, Los Maestre, Escolar, en fin, tantos), con etiqueta de sesudas mentes, ignoran a conciencia que son muchas veces las palabras las que desatan huracanes de sangre y muerte, de violencias incontroladas, de razones para el enfrentamiento. Hay palabras que matan dice el refrán. Y eso pasa en Cataluña, las palabras mal usadas encienden los ánimos, levantan pasiones inconfesables, alimenta las acciones puramente belicistas, descubren viejos resentimientos, en suma, son proclives a que toda una parte de la sociedad catalana apueste por la ruptura, por el odio, por la separación con resto de España, patria común, y arrastren a un feo y grave conflicto que no deseamos para nadie.
Esos analistas, esos periodistas traidores a la historia de nuestro país, o que igualan poner lazos amarillos que quitarlos, deberían de ser excluido-as de nuestra audiencia, y aquellos políticos que con su pasividad o su debilidad coayudan a mantener un estado en tensión y peligro de ruptura, tendríamos que sacarlos de sus sillones de mando y retirarlos en el desván de los olvidados. No parece bueno el que se deje hablar sin valorar el poder de la palabra que puede ser bella, poética, fraternal, pero también es posible que, como en Cataluña, sea instrumento de maldad, de golpismo, de ruptura y a eso hay que combatIRlo con Todo rigor.