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EL FEDERALISMO, ENFERMEDAD SENIL DEL SOCIALISMO

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Por Pedro Conde Soladana para elmunicipio.es 

Posiblemente y en aquel entonces, un cierto ultranacionalismo franquista exacerbara por reacción los nacionalismos periféricos de nuestros secesionistas domésticos, más ultranacionalistas que aquél hasta el ridículo; porque, al menos, los excesos patrióticos de aquella dictadura tenían una base, ¡y qué base!, en la universal y reconocida Historia de España, que nadie puede negar; mientras las demasías nacionalistas que nos afectan excedían hasta el esperpento y la caricatura, cuando padres ideológicos, tales como los Sabino Arana, o el doctor catalán en medicina, Bartomeu Robert, entre otros, recurrían a personajes sacados de la nebulosa de la Prehistoria, como Aitor, o a los mitos de la raza, para explicar su distinto y escogido origen racial. Naturalmente, éstos eran una minoría de alucinados que, sin embargo, debiendo servir hoy más de vergüenza que de apoyo a los nacionalistas dan base a sus vacuas y fementidas doctrinas.

Mis primeros conocimientos se iniciaron en aquellas escuelas franquistas, en las que pude estar envuelto por la pasión de un nacionalismo español, pero la verdad irrefutable es que éste al menos se basaba en hombres, nombres y hechos, inscritos en la Historia de España y no en absurdas y grotescas mitologías; por tanto, no fundados en entes que nunca existieron o en prejuicios raciales de tipos que nacieron desnudos como los demás y habrían de morirse como todos; para ser pasto, también como los demás, de gusanos, con todas las teorías de la superioridad de su raza corroídas por la carcoma de su majadería. Si la imbecilidad tiene grados, el más alto puede que lo ocupe un racista. El día que un solo indocumentado segregacionista de éstos deje de morirse, me entrarán las dudas sobre esa superioridad.

Fue Ortega y Gasset el que definió el movimiento nacionalista catalán como un sentimiento. Ochenta y tantos años después quizá el filósofo hubiera matizado su definición precisándolo como un sentimiento nacido de la buchaca y no del corazón que es donde nacen los sentimientos; con lo que tal sentimiento, fundamentalmente burgués, hubiera sido apedado de cualquier mejor noble intención. En definitiva, nuestros nacionalismos domésticos vienen a ser fantasías ambiciosas de poder y dinero de aprovechados y paranoicos, capaces de crear entes artificiales y artificiosos, sin base racional ni histórica, con tal de encajar en ellos sus sueños de grandeza, sin parar en medios ni medir los graves riegos, para todos, de sus desbordadas apetencias. En definitiva, el nacionalismo ha venido descubrirse hoy como un juego de chalanes y charlatanes para un público ignaro e indocumentado.

Por tanto, hacer seguidismo ideológico, como lo hacen algunos partidos políticos, de aquellos y de estos orates del nacionalismo de caserío, masía o pazo, es mostrar un desconocimiento supino de la Historia de esta nación, que una vez superada por los Reyes Católicos la larga etapa de los reinos cristianos medievales, crearon el primer Estado Moderno de Europa capaz seguidamente de enfrentar las más grandes epopeyas universales que dieron lugar a la Moderna y Contemporánea Historia Universal. Y ahora, después de 500 años de historia conjunta, unos mindundis, de cerebros dolicocéfalos, braquicéfalos o planicéfalos -de mente plana-, quieren parcelar nuestra ser común y universal de españoles en nacioncitas, reinos de taifas modernos, para que modernos señores feudales, con nombres y apellidos, cumplan con sus sueños de cabeza de ratón y el estómago ahíto de billetes.

El Partido Socialista Obrero Español y algún otro colateral no han dejado desde su nacimiento de dorar la píldora de sus ambiciones a estas minorías secesionistas que no cejarán en su empeño de cuartear el territorio sobre el que se asienta la vieja nación por más federalismo simétrico, asimétrico, oblongo u escaleno que les ofrezcan. Ellos quieren unas nacioncitas a su medida, con mirada ambiciosa y saqueadora a tierras colindantes para crear imperios enanos, grotescos e imposibles, como los “paísos catalans” o tipos de pangermanismos euskáricos.

Nada más hay que estudiar el origen de estos nacionalismos ibéricos que nos afligen para conocer el débil pensamiento de su concepción y el estrafalario y, en momentos, criminal ser a que han dado lugar. Su origen está en el romanticismo decimonónico, movimiento capaz de elevar a categoría de contra razón las fantasías de unos iluminados para los que el terruño, la lengua, el folcklore, etc., venían a ser los restos de unas presuntas naciones, perdidas en la nebulosa de los tiempos, que había que recuperar y enfrentar a la nación en la que estaban encastradas contra su voluntad; con olvido y borrado de la verdadera historia común que había unido y generado en siglos atrás esas regiones y sus gentes en la empresa colectiva que fue, así está escrito en páginas imborrables, la gigantesca tarea de construir esta nación milenaria y secular que es España. Añadamos también que con ofensa a sus propios gloriosos antepasados que estuvieron en todos los escenarios gozosos o dolorosos en los que se forjó la bizarra, “cósmica” y admirada Historia de aquélla. Como una “cosmovisión liberal burguesa” y “corriente reaccionaria” ha sido calificado el movimiento romántico del que vinieron a surgir estas reacciones segregacionistas de las que el tiempo se ha encargado en decantar como vulgares movimientos de minorías rapaces, demagógicas y mendaces sin otro objetivo que su enriquecimiento individual y de grupo elitista. Ahí están ya en los tribunales sus líderes actuales para dejar al descubierto los sucios objetivos en que ha acabado tanto huero romanticismo originario.

España tiene que recuperar su ser, que el Estado de las Autonomías ha desfigurado como una foto múltiple que le difumina. Mientras esto no lo entiendan quienes tienen la obligación intelectual y moral de entenderlo, sus gobernantes, España corre riesgo en su existencia. Y el peligro está, como ha denunciado el profesor Daniel Guerra, en que nuestros políticos no tienen formación histórica. Y eso es grave, ha añadido. Muy grave, añado yo, porque al pueblo tampoco se la dan.

Pedro Conde Soladana

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1 COMENTARIO

  1. Para anticiparnos a lo que sería un Estado Federal en España, hemos tenido y tenemos un laboratorio de pruebas que ha dado los suficientes resultados como para saber en qué acabaría el tal Estado Federal. Realmente el cambio no sería más que nominal. Creo que ningún Estado Federal de los existentes en el mundo tiene mayores competencias que las que actualmente se han concedido al actual Estado de las Autonomías español. Los resultados son tan negativos como para que quienes lo pusieron en marcha con la actual democracia, si son individuos de honor y españoles de verdad, estén dolorosamente arrepentidos. Ese hipotético Estado Federal no sé si empeoraría tales fatales resultados, lo que si sé es que ni los mejoraría ni los corregiría, con lo que la deriva de España hacia su autodestrucción no cambiaría el rumbo. El Estado Federal, como el de las Autonomías, no son más que creaciones artificiales de las que sólo los partidos políticos se han beneficiado como grandes agencias de colocación de sus miembros, familiares y amigos; sin importarles para la nada la propia existencia de la nación española. Pan para ellos, hoy; hambre y derrumbe para todos, mañana.

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